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¡Mira ese cuadro! Hotel Bedroom, de Lucian Freud

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Una mujer joven, pero con un rostro como envejecido, emaciado, aparece echada en la cama en primer plano. Su frágil belleza y su expresión entre melancólica y angustiada despiertan en el espectador un impulso de ternura y desasosiego. Un hombre también joven, que a juzgar por la situación, una habitación de hotel, debe ser su amante, o su esposo, permanece en pie envuelto en la sombra provocada por el violento contraluz de la ventana. Sombra sin embargo cargada de significado, como su mirada de desconsuelo que interpela al espectador, como sus manos en los bolsillos en manifestación de impotencia. Una luz fría envuelve la escena y apacigua un poco siquiera gracias a los grises-malvas la dureza de lo que contemplamos. 

El cuadro es un retrato del desamor, dos personas en una habitación de hotel que están absolutamente solas, sin ninguna comunicación entre ellas. La punzante desesperación que nos sobrecoge cuando nos damos cuenta que el amor se ha ido, que de repente la persona que está a nuestro lado es un extraño, que nada volverá a ser como antes, porque ha caído como un velo, porque se ha roto algo en nuestro interior y ya nada nunca será igual. Estamos solos de nuevo. Lo que queda es, en el mejor de los casos, una gestión civilizada del desescombro de las ruinas o, en el peor, un período de recriminaciones, de disputas, de traiciones mutuas, de obstinados silencios, de frialdad.



Lucian FreudHotel Bedroom 1954. The Beaverbrook Foudation, The Breaverbrook Art Gallery, Fredericton, Canada.



Lucian Freud (Berlín 1922 - Londres 2011) pintó esta Hotel Bedroom en 1953 durante su estancia en París. Los representados son el propio Lucian y su esposa, Lady Caroline Hamilton Temple Blackwood, el lugar es el Hotel La Louisiane, donde el joven matrimonio estableció por un tiempo su residencia parisina.

En 1952 la esposa del escritor Ian Fleming presentó a Caroline Blackwood a Lucian Freud. Caroline era la riquísima heredera de la cerveza Guinness por parte de madre y marquesa de Dufferin y Ava por parte de padre, su infancia había transcurrido en una mezcla de abandono parental y negligencia de sus nannies (hasta el punto de llegar a pasar hambre) y fastuosidad aristocrática (sus padres, muy amigos de Evelyn Waugh, se supone que le sirvieron de inspiración por su estilo de vida para su obra "Retorno a Brideshead"). Hija de una madre alcohólica y un padre que murió en Birmania cuando Caroline tenía sólo 13 años, la joven aristócrata era una persona herida, herida a la par que fascinante, fue una de las bellezas de su época y era de un carácter tempestuoso. Acostumbrada a los jóvenes aristócratas que sólo hablaban de cacerías y blasones familiares, lady Caroline se enamoró de aquel joven artista que provenía de los círculos más bohemios, divorciado y para colmo judío. 

La pareja, para escándalo de la clasista sociedad británica, se escapa a París donde contraen matrimonio. El amor y la fascinación que siente el joven Lucian por su esposa puede apreciarse en la serie de seis retratos que pinta de Caroline en los primeros tiempos de su amor. Sin embargo lo que comienza como una romántica protesta contra el mundo burgués se convierte muy pronto en una pesadilla para los propios protagonistas. Caroline enfrenta un grave problema de alcoholismo, en tanto que Lucian se hace adicto a los juegos de azar y se mete en peleas. El matrimonio regresa a Londres donde frecuenta los locales del Soho y es conocido por su afición a la bebida, sus discusiones y un desfile de amantes por ambas partes, que acaban por hundir la relación. Caroline abandona a Lucian Freud y se marcha a Hollywood en 1957. El matrimonio se disuelve definitivamente el año siguiente. Caroline volverá a casarse todavía otras dos veces. Su tercer marido, el poeta Robert Lowell, despechado, la definirá como "una sirena que come sobre los huesos de sus innumerables amantes". Lucian quedará devastado tras la ruptura con Caroline, sus amigos incluso temen que se quite la vida, el hecho es que ambos seguirán mantendiendo el contacto hasta la muerte de ella y Lucian, a pesar de volver a tener muchos otros amores e hijos de varias de estas relaciones, nunca volverá a casarse.

El cuadro Hotel Bedroom es la crónica íntima de la ruptura de una relación amorosa, dejando plasmado en él todo el dolor y el desgarro de lo vivido con Caroline. Éste es el último cuadro que pintará donde ella aparezca, pese a que su matrimonio aún se arrastrará por tres años más, y es el último de su primer estilo. Es como si con esta obra cerrara todo un período de su vida, cerrara una puerta que nunca volverá a abrirse. La obra en su momento desconcertó a la crítica, que se preguntaba por las razones de representar a una mujer joven como era su esposa (22 años) prematuramente envejecida y que no comprendió las razones para el ambiente triste e inquietante en un retrato casi de viaje de novios de una joven pareja. Sin embargo la obra se expondrá con éxito junto con obras de Francis Bacon en la bienal de Venecia de 1954. Hoy puede verse en una fundación privada en Canadá.



Para conocer mejor las circunstancias de la relación Blackwood-Freud es muy interesante este artículo del diario británico The Telegraph: Lucian's Freud fragile bauty: The life of Lady Caroline Blackwood





Tres miradas judías IV: Samuel Hirszenberg

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Casi en los comienzos de este blog ya propuse una serie de otras tres miradas judías. En aquel momento los artistas que conocimos fueron Isidor Kaufmann, Felix Nussbaum y Abshalom Jac Lahav. A través de ellos pretendía acercarme a la realidad del pueblo de Israel en tres momentos históricos diferentes: la existencia en los Shtetl en la Europa central anterior a la Gran Guerra, el Holocausto judío provocado por los nazis y la realidad judía contemporánea.

En esta ocasión mi motivación para aproximarme de nuevo al arte judío tiene más que ver con las reflexiones que me ha provocado lo visto y oído en relación con la celebración reciente de nuestra Fiesta Nacional del 12 de octubre y el asunto de los conflictos identitarios. ¿La identidad es algo que tenemos sin más, querámoslo o no, o por el contrario es algo voluntario a lo que uno se vincula conciente y deliberadamente? ¿Existe una identidad musulmana, judía, española, catalana como algo que nos incluye nos guste o no? ¿O es algo de lo que ELEGIMOS formar parte? ¿Podríamos tener, o sentir, varias identidades a la vez? Como detesto sermonear prefiero ilustrar la cuestión mediante ejemplos y cada cual que saque sus propias conclusiones.

En esta reflexión sobre las identidades vamos a comenzar por un judío polaco que hizo de su pertenencia judía una razón de vida y la motivación de una parte importante su obra, hasta el punto de que acabó yéndose a concluir su vida en Israel. Samuel Hirszenberg (Lodz, Polonia 1865 - Jerusalén, Israel 1908) nace en un ambiente obrero y debe oponerse a los deseos paternos para estudiar bellas artes en Cracovia. De allí marcha pronto a Munich a estudiar en la Akademie der Bildenden Künste, en esta ciudad comienza a darse a conocer y marcha sin demora a la meca artística del momento, París, donde participa en alguna exposición y es galardonado con una medalla de plata. Allí continua estudios en la Academia Colarossi.

Sin encontrar con todo asidero en París, vuelve a su ciudad natal donde comienza pintando escenas de costumbrismo judío más o menos al estilo común de la época. Será algo más tarde cuando contace emocionalmente con la doliente historia del pueblo de Israel para pintar sus grandes obras, como "El judío errante", que no obtiene la repercusión que su autor esperaba, o "Exilio", o, la mejor desde mi punto de vista, "Bandera Negra", donde ilustra de un modo intenso y dramático la realidad terrible de los pogromos contra los judíos en la Europa del Este.

Hirszenberg viajará por Italia en 1901, tras lo cual vive aún unos años en Cracovia, para finalmente, decepcionado por el antisemitismo de la sociedad europea y cada vez más identificado con el destino de su pueblo, emigrar a Israel, donde enseñará a las jóvenes generaciones en la Academia Bezalel y vivirá un período de intensa creatividad hasta su muerte en 1908.






 El Judío Errante, 1899.




 Exilio, 1904.




 La bandera Negra, 1905. (Pogromo contra los judíos)




Capr, 1901.




 Cementerio judío en Lodz, 1892.




Descanso sabático, 1894.




 La cúpula de la Roca, Jerusalén, 1908.




 Paisaje de Oriente Medio




 Escena en un jardín




 Acantilados de Capri, 1901.




 Muchacho junto a la ventana




 Retrato de árabe




 Retrato de poeta judío polaco




 Estudio




 Retrato de Dinah Hirzenberg, 1903.




 Rabino




 Escuela talmúdica




 La excomunión de Spinoza, 1907.




Retrato de dama




Muchacho vendiendo esteras




Retrato de Samuel Hirszenberg, por Olga Boznanska, 1905



Tres miradas judías V: Camille Pissarro

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Jacob Abraham Camille Pissarro (Saint Tomas, 1830 - Paris 1903), pese a tener un nombre tan impresionantemente judío, seguramente eso es todo lo que nuestro pintor retuvo en su vida de dicha identidad. Nacido en un territorio de Las Antillas entonces perteneciente a Dinamarca, hijo de un padre judío sefardí de origen portugués, pero nacido en Burdeos y por tanto de nacionalidad francesa, y de una madre dominicana hispanoparlante, el joven Camille Pissarro es el ejemplo más acabado que pudiera concebirse de indentidades cruzadas o superpuestas: remotamente judío por parte de padre, hispano por parte de madre, francoparlante se vinculará pronto a la cultura francesa, por ámbito geográfico se cría en el Caribe, pero conservará toda su vida su pasaporte danés... es un ciudadano del mundo.

La vida de Camille Pissarro es un viaje a contracorriente, de no ser así hubiera pasado sus días al frente de la compañía comercial de su padre, mas el joven Camille pronto descubre su afición a la pintura, con veinte años emprende un viaje que dura cuatro años en compañía del pintor danés Fritz Sigfred Georg Melbye por la República Dominicana y Venezuela del que se conservan algunas acuarelas. Cuando vuelve a Saint Tomas ya es un artista, ahora lo que necesita es formarse, crecer. Consigue el permiso paterno para irse a París con la excusa de la Exposición Universal de 1855. Ya no se volverá atrás.

En París entra en contacto con Camille Corot y la escuela de Barbizon, que practicaba una pintura alejada de los convencionalismos de la pintura clásica,  y que abogaba por abordar el estudio del paisaje pintando al aire libre y no en el estudio y buscaba reflejar más los efectos lumínicos y atmosféricos, despreocupándose del cuidadoso dibujo y composición que eran la marca de la pintura academicista. El contacto con Corot será esencial en la formación pictórica de Pissarro, así como su asistencia a la Academia de Jules Suisses, donde conocerá a Claude Monet y a Paul Cézanne, conformándose así la Santísima Trinidad del Impresionismo. Los tres amigos se influenciarán mutuamente y compartirán reflexiones, decepciones, rechazos y todo ello los reafirmará aún más en sus postulados y contribuirá a la coherencia interna del Impresionismo como movimiento artístico.

Pissarro va exponiendo con cierta regularidad en los Salones, si bien su pintura no es muy apreciada por la crítica. Ante este continuo rechazo, que no es el único en sufrir, en 1874 un grupo de pintores, entre los que se encuentran Degas, Monet y Pissarro constituyen una Sociedad Anónima, cuyos estatutos redacta el propio Pissarro (seguramente el único de ellos que tenía conocimientos de derecho mercantil) a la que se incorporarán los demás pintores que hoy conocemos como impresionistas y organizan su primera exposición ese mismo año en una sala en el 35 Boulevard des Capucins de París. La exposición será uno de esos sonoros fracasos que han jalonado la historia de las vanguardias artísticas, pero es un comienzo, aunque sea para ser criticados, se dan a conocer. A raíz de esta exposición aparece en la vida de Pissarro un marchante que será decisivo para la historia del movimiento impresionista, Paul Durant Ruel. 

El éxito comercial no llegará sin embargo hasta mucho después a finales de la década de los 80. Hasta ese momento la vida de Pissarro transcurre en una relativa pobreza, en localidades cercanas a París, donde podía pintar paisajes campestres "au plein air" como a él le gustaba, y que además contaban con la ventaja de ser más asequibles que la capital. Pissarro se había casado, pese a la oposición de su familia, con una joven de origen gentil y modesta condición social, Julie Velay, que le convertirá en padre de muchos hijos, lo que le obliga a trabajar sin parar para mantener precariamente a su familia. El pintor sentirá, quizás por eso mismo, toda su vida simpatías por la izquierda anarquista y socialista y será apreciado por los pintores impresionistas como una especie de padre, ya que es el mayor de todos ellos. Tras una larga vida de duro trabajo muere en París en 1903 rodeado del respeto y reconocimiento por su obra.

Así, si en la entrada anterior nos encontramos a Samuel Hirszenberg, un judío polaco fervoroso y ortodoxo que se identificó toda su vida con las costumbres y con las desdichas del pueblo judío hasta el punto de que acabó por emigrar a la Tierra Santa de sus antepasados, Camille Pissarro en cambio se verá a sí mismo desde joven como un ser humano cosmopolita: progresista adepto a las ideas anarquistas y socialistas, rechaza los nacionalismos; ateo, deja atrás sus orígenes judíos para convertirse lo que siempre quiso ser: un artista europeo de vanguardia en la capital cultural del mundo de su tiempo, París.





Camille Pissarro, L'Eglise et la ferme d'Eragny, 1895.




Camille Pissarro, Les Seigles, côte des Gratte-Coqs, Pontoise, 1887.




Camille Pissarro, Pastor con rebaño, 1888.




Camille Pissarro, La Sente du Chou, Pontoise, 1878.




Camille Pissarro. Prados de Berneval por la mañana, 1900




Camille Pissarro, Mujer remojándose los pies en un arroyo, 1895.




Camille Pissarro, Paisaje en Chaponval, 1880.




Camille Pissarro, Hyde Park, Londres, 1890.




Camille Pissarro, Camino de Versalles, Louveciennes, sol de invierno y nieve, 1870.




Camille Pissarro, Camino, efecto de la nieve, 1879.




Camille Pisarro. Le Quai Malaquais, mañana soleada, 1903.




Camille Pissarro, L'Ile Lacroix à Rouen, 1883.




Camille Pissarro, Pont Saint Sever desde Rouen, 1890.




Camille Pissarro, Puesta de sol en el puerto de Rouen, 1892.




Camille Pissarro.Pont Boieldieu, Rouen, puesta de sol, 1896.




Camille Pissarro.Le Louvre, 1902.




Camille Pissarro.Puente de Charing Cross, Londres, 1896.




Camille Pissarro.L'Ile Lacroix à Rouen, efecto de la niebla, 1888.




Camille Pissarro.Puesta de sol, Rouen, 1898.




Camille Pissarro,Avenue de l'Opera, con nieve, 1899.




Camille Pissarro, Boulevard Montmartre de noche, 1897.



Para saber más sobre la vida y obra de Camille Pissarro del recomiendo este vínculo a un blog ,muy interesante: http://chrismielost.blogspot.com.es/2013/06/camille-pissarro-el-pintor-tranquilo.html




Tres miradas judías VI: El Lissitzky

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No sabemos demasiado de los orígenes familiares de Eliazar Márkovich Lissitzky (Óblast de Smolensk 1890 - Moscú 1941), más conocido como El Lissitzky, salvo que era de origen judío asquenazí, comprometido con la enseñanza del yiddish en los primeros tiempos de su carrera como docente, para lo que colaboró ilustrando unos libros infantiles en esta lengua aprovechando la derogación de las leyes antisemitas por el gobierno de Kerensky en 1917. El Lissitzky fue toda su vida un ardiente bolchevique y su militancia comunista le llevó a convertirse en uno de los más asiduos propagandistas del régimen soviético hasta su muerte, desarrollando en esta faceta sus inmensas dotes para el cartelismo y el diseño tipográfico.

Lissitzky es también un revolucionario en el arte, es consciente de vivir en un período único de la historia, en el que la función del artista comprometido es alumbrar un arte nuevo para el mundo nuevo que está siendo edificado por la Revolución. Estamos aún el la euforia de la lucha revolucionaria, en el ardor por destruir lo viejo, lo caduco, y dar paso a lo nuevo, crear la Utopía, con la pluma y con los pinceles, sí, y a martillazos también, si hace falta, y a tiros si hace falta, también. Pero es comprensible, pertenece a la generación que ha nacido bajo la autocracia zarista, un ancien régime especialmente arcaico, brutal y opresor, sólo pueden creer en el futuro porque lo que han dejado atrás ha muerto definitivamente. Hay que contruir un nuevo mundo y ese nuevo mundo no puede buscar referentes en el pasado, hay que inventarlo todo desde cero.

Ellos no sabían, no podían saber, lo que estaba por venir, el terror, las purgas, las masacres, el Gulag. Nosotros, los contemporáneos hemos leído a Solzhenitsyn, a Varlam Shalámov, a Ajmátova, a Mandelstam, sabemos. Ellos tenían ilusiones, querían construir un mundo más justo, no sabían, no podían saber, en qué Leviatán se iba a convertir el Socialismo Real, por lo tanto debemos abstenernos de juzgarlos.

El Lissitzky comienza uno de sus períodos más creativos con su incorporación a la escuela de Vítebsk, llamado por su director, Marc Chagall. Allí coincide con Kazimir Malévich el creador del suprematismo, pronto la escuela revive sus propia querelle des anciens et des modernes, y son los modernos, encabezados por Malévich, quienes se salen con la suya, transforman toda la didáctica de la escuela y fundan el grupo UNOVIS al que se adhiere Lissitzky. Chagall en desacuerdo abandonará la escuela y muy pronto la misma Rusia para emigrar a Paris. 

El suprematismo proclama la supremacía de la sensibilidad pura en las artes figurativas, el arte no debe de ahora en adelante tratar de imitar a la naturaleza, por lo que el virtuosismo ilusionista en la plasmación del modelo es desdeñado como inútil y sin valor, el arte debe ser un medio de expresión del sentimiento del artista, como ellos mismos dicen en su manifiesto, el arte ya no sirve a la Iglesia o al Estado ni ilustra las costumbres, por lo que el figurativismo carece de sentido. Esta expresión o encarnación de la sensibilidad pura del artista la expresan mediante el uso de formas geométricas, rehuyendo así de paso cualquier posible aproximación o reminiscencia de lo natural. 

Lissitzky dentro de este movimiento participa en los primeros años 20 con su serie de los PROUN, a la que pertenecen todas las obras que he traido a esta entrada, unas obras de formatos y técnicas diversas (hay óleos, pero también acualeras, litografías o dibujos) donde unas formas geométricas flotan en un espacio sin atenerse ya a la perspectiva clásica, pero interactuando entre sí y creando sus propias coordenadas espaciales y rítmicas, sus propias armonías tonales, sus oposiciones lleno-vacío, bidimensional-tridimensional. El autor más tarde sacará las conclusiones a que conduce este modo de concebir el espacio y convertirá sus PROUN en tridimensionales, siendo el primer artista, que yo sepa, en diseñar el espacio de exposición como objeto artístico en sí mismo. 

Las aplicaciones de todo este quehacer teórico y práctico el propio Lissitzky las llevará a Alemania, donde este nuevo evangelio artístico sirve de inspiración a los que están a punto de crear la Bauhaus, así como a los holandeses de De Stijl. El Lissitzky ha sido uno de los padres fundadores (por no decir EL padre fundador) del cartelismo moderno, del diseño industrial, del diseño gráfico y del diseño de exposiciones. Era por tanto obligatorio rendir tributo a este judío asquenazí, ardiente revolucionario ruso, cuya obra hoy ha quedado por desgracia algo eclipsada por otros talentos más conspicuos, pero cuyo legado es tan grande que apenas hay campo que no haya tocado, de tal manera que no podemos concebir la contemporaneidad sin su aportación. Vaya desde aquí mi humilde y sincero homenaje, espero que su obra les guste a Vds. tanto como me ha gustado a mí.









































































































































Erik Nitsche, diseño suizo

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Erik Nitsche (Lausanne 1908 - Nueva York 1998). Este artista suizo universal desarrolla su labor creativa toda su larga vida en el campo del diseño, abarcándolo por completo en las más variadas facetas: director artístico, diseñador de libros, tipógrafo, diseñador gráfico, ilustrador, publicista, imagen corporativa, etc. 

Trabajador incansable y persona inquieta y nómada que aguanta poco en el mismo sitio o en el mismo trabajo, su obra se enriquece con esta variedad de estímulos proporcionada por medios tan diferentes como el cine, la revista gráfica, la imagen corporativa o la ilustración de libros. Nitsche tiende con certero instinto a adaptarse a las condiciones de cada trabajo, no trata de imponer un "estilo", sino que, utilizando un lenguaje que se puede calificar de moderno, es capaz de aprovechar de manera creativa los condicionantes de cada encargo concreto.

Una de las cumbres de su carrera la constituye el período que trabaja para la corporación General Dynamics, especializada en armamento, y de cuya imagen corporativa se encarga en exclusiva durante los años 50, consiguiendo presentar el hecho de que las empresas de esta corporación fabriquen armamento nuclear como una aportación a la paz y al progreso, en vez de una amenaza mundial, mediante una campaña muy inteligente (y elusiva), todo esto apenas recién acabada la segunda Guerra Mundial. ¡Las maravillas que puede hacer el buen diseño!

Nitsche busca a lo largo de su carrera mantener su independencia como creador y, en un trabajo a menudo excesivamente condicionado por el cliente y por los gustos del público, y que trascurre en unas coordenadas a veces muy restrictivas, ha conseguido no verse preso ni de las modas pasajeras ni de los gustos o las manías de los clientes, lo que le acredita como un enorme profesional. Al mismo tiempo se ha mantenido como un creador discreto, al que no gusta de hablar de su trabajo, sino que prefiere que sea su trabajo el que hable por sí mismo, y así se ha mantenido siempre alejado de exposiciones, grupos, movimientos, ismos, premios, y de los críticos, lo que no debe ser nada fácil. Seguramente a ello algo le ha debido ayudar ese espíritu de orden, racionalidad y sobriedad que son nota característica del carácter nacional suizo.

Resumiendo brevemente su biografía, Erik Nitsche nace en Lausanne en 1908 el seno de una familia de fotógrafos bien relacionados en el medio artístico (se dice que fue un amigo de la familia, Paul Klee, quien le animó en el deseo de ser diseñador, y no fotógrafo como su padre). Estudia en la Kunstgeberweschule de Munich y enseguida es contratado en 1930 por Maximilien Vox para trabajar en París, donde permanecerá pocos años, ya que el conflicto europeo le hace emigrar a los EEUU, allí comienza a trabajar en un primer momento en Hollywood, pero sólo para coger el avión lo antes posible para Nueva York, donde parece sentirse en su salsa. 

En Nueva York trabajará como free lance a principios de los 40 para varias revistas gráficas como Harper's Bazaar, Life, Look , Vanity Fair, etc. Poco después es contratado por las revistas Air Tech y Air News para ser su director artístico, simultaneando éste con otros trabajos del mismo tipo. Su naturaleza nómada y su escaso apego a los trabajos "de oficina" le lleva a huir de la Gran Manzana y mudarse en 1950 a una pequeña población de Connecticut, Ridgefield, donde emprende una nueva etapa como independiente. En su búsqueda de clientes se vincula a The Gotham Agency, a través de la cual contactará con General Dynamics. 

Tras una década triunfante con General Dynamics  vuelve a Europa, instalándose en Ginebra en 1960 donde funda ENI (Erik Nitsche International) y puede dedicarse por fin a proyectos que le gustan más, como la ilustración y el diseño de libros, de portadas de álbumes de música y otros terrenos hasta entonces poco explorados. Todavía se mudará de nuevo a Munich y seguirá muy activo todavía hasta finales de los años 70. En 1995 le diagnostican la enfermedad que finalmente lo llevará a la muerte en 1998.



















































































































Venecia pintada I. El vedutismo, una Edad de Oro

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La Venecia del siglo XVIII ya no es ni mucho menos la pujante ciudad comercial que mandaba a emprendedores como Marco Polo a la China, ni siquiera la que junto a España participó en Lepanto, la República Serenísima ha entrado en un lento pero imparable declive. Sin embargo, un poco como sucedió en la España del Siglo de Oro, Venecia compaginará su crisis económica con una revitalización impresionante de su vida cultural. Así a talentos de talla internacional como Rosalba Carriera, Pietro Longhi o la familia de los Tiepolo, ha de añadirse el surgimiento de un nuevo género pictórico que creará importante escuela y que tendrá en Venecia a sus representantes más destacados, el vedutismo

En italiano se llama veduta, "vista", a un cuadro o grabado que muestra un paisaje urbano, normalmente incluyendo alguno de los monumentos representativos de ese espacio urbano. Este género parece que fue "patentado" a mediados del siglo anterior por un holandés residente en Roma, Caspar van Wittel, quien debió obtener unos bonitos ingresos con este tipo de vistas panorámicas de Roma. ¿Por qué surge este género precisamente en esta época? Pues porque hay un nuevo fenómeno en auge que lo promueve: el llamado Grand Tour, un viaje, digamos que de formación cultural, que solían hacer al principio los aristócratas británicos, pero luego una vez impuesta la moda también los franceses, alemanes y rusos, por los hitos más señalados de Europa. Así este tour incluía París y algunas otras capitales europeas, pero sobre todo pasaba por Venecia, Florencia, Roma, y concluía en Nápoles. 

Esta especie de Erasmus de los jóvenes nobles europeos contribuyó enormemente a crear un civilización europea más homogénea y cosmopolita, por lo menos entre las élites, pero más directamente este novedoso turismo llenó las arcas de algunas ciudades ahora en decadencia, como Venecia. Al abrigo del turismo y de su búsqueda de recuerdos o souvenirs del gran viaje toda una generación de pintores se construirá una carrera profesional promocionando los rincones pintorescos de una de las ciudades más bellas del mundo.

Así en nuestro recorrido por esta edad de oro del vedutismo, comenzamos nuestro recorrido con un pintor nacido en Udine, Luca Carlevarijs (Udine 1663 - Venecia 1730), que estudió con van Wittel y captó pronto las posibilidades artísticas y económicas de este nuevo género pictórico. Asentado en Venecia será el maestro de Giovanni Antonio Canal "Canaletto"(Venecia 1697 - ibid. 1768), hijo de un famoso escenógrafo, quien tras viajar a Roma con su padre a montar la escenografía de una ópera de Scarlatti, conoce allí a otro famoso pintor de paisajes urbanos Giovanni Pannini, que le animará a emprender su camino como pintor, carrera que comienza a las órdenes primero de Carlevarijs y continua pronto como maestro independiente. 

Canaletto tuvo un extraordinario éxito, sobre todo entre la clientela inglesa, hasta el punto de que marchó a Inglaterra unos años en lo que más que viaje fue una apoteosis de encargos. Aún hoy en día su obra sigue estando muy bien representada en las colecciones particulares de todo millonario que se precie de amar la pintura. Verdaderamente los cuadros de Canaletto son muy bonitos, uno desea tenerlos, disfrutarlos, son detallados, exactos, luminosos, un lujo por desgracia al alcance de muy pocos. 

Donde hay negocio surge la competencia y por muy bueno que fuera Canaletto no podía dar abasto a todos los encargos. Hoy conocemos además a otros pintores vedutistas, cuya obra alcanza unos estándares de calidad extraordinarios. El primero de ellos, casi contemporáneo de Canaletto, es Michele Marieschi (Venecia 1696 - ibid. 1743), de estilo bastante parecido a su competidor, si bien Marieschi gusta a veces de mostrar perspectivas algo más audaces y encuadres menos previsibles. Perteneciente a una generación más joven, Francesco Guardi (Venecia 1712 - ibid. 1793) absorbe otras influencias que lo conducen en la dirección de un dibujo algo más abocetado, un uso de una pincelada más suelta, más en la línea del rococó, y un uso del color más intenso y dramático que las soleadas vistas de Canaletto. En su época no acabó de ser bien comprendido y no tuvo tanto éxito como el maestro, pero su manera soñadora y melancólica le atrajo la admiración de la generación siguiente, los románticos. 

Un miembro un poco epigonal de este movimiento será el sobrino de Canaletto, Bernardo Bellotto (Venecia 1721 - Varsovia 1780), que a veces incluso usó el mismo sobrenombre de su tío y que imita, por lo menos al principio de su carrera, bastante el estilo de éste, hasta el punto de haber creado auténticos problemas de atribución de algunas obras. Bellotto viajó por muchas cortes europeas y a su pincel debemos inestimables vistas urbanas de Dresde, Varsovia, Turín, Londres y un largo etcétera. Murió en Varsovia y con él concluye la edad de oro del vedutismo veneciano. El final del siglo XVIII trae la Revolución Francesa y ésta crea un mundo nuevo, con estéticas y modos artísticos nuevos y la veduta deja paso a otros temas más "comprometidos".





Luca Carlevarijs. El Bucintoro partiendo del Bacino di San Marco, 1710. P. Getty Museum, Malibú.




Luca Carlevarijs.El Molo mirando hacia el Palacio del Duce, 1710. Museo del Hermitage, San Petersburgo.




Luca Carlevarijs. Piazza San Marco, 1709. Metropolitan Museum of Art, New York.




Luca Carlevarijs.El puente para la fiesta de la Madonna della Salute, 1720. Wadsworth Atheneum, Hartford.




Giovanni Antonio Canal "Canaletto". El Molo hacia la Riva degli Schiavoni, 1738. Civico Museo d'Arte Antica, Castello Sforzesco, Milán.




Giovanni Antonio Canal "Canaletto".Fiesta di San Rocco, 1735. National Gallery, Londres.




Giovanni Antonio Canal "Canaletto". El Campo di Rialto, 1758-63. Staatliche Museen, Berlin.




Giovanni Antonio Canal "Canaletto". Santa Maria della Salute desde el Gran Canal. Gemälde Galerie, Berlin.




Giovanni Antonio Canal "Canaletto". El Gran Canal y la Iglesia della Salute, 1730. Museum of Fine Arts, Houston.




Giovanni Antonio Canal "Canaletto". Piazza San Marco con la Basílica, 1730. Fogg Art Museum, Harvard University, Cambridge.




Michele Marieschi.Entrada al Gran Canal con la Iglesia della Salute, 1735-40. Musée du Louvre, París.




Michele Marieschi.Santa Maria della Salute, 1739-40. Colección privada.




Michele Marieschi.El puente de Rialto desde la Riva del Vin, c. 1740. Museo del Hermitage, San Petersburgo.




Michele Marieschi.Vista de Piazza San Marco con salida en Pozzetta del Dogo Pietro Grimani, 1741. Colección privada.




Francesco Guardi.Procesión nocturna en Piazza San Marco, 1758. Ashmolean Museum, Oxford.




Francesco Guardi.Vista del Gran Canal hacia Rialto. Londres, colección privada.




Francesco Guardi.El puente de tres arcos de Cannaregio, 1765-70. National Gallery of Art, Washington DC.




Francesco Guardi.El Gran Canal con el Palazzo Bembo, 1768. Getty Center, L. A.




Francesco Guardi.El Bacino di San Marco con el Bucintoro el día de la Ascensión, 1780-93- Staaten Museum for Kunst, National Gallery of Denmark.




Bernardo Bellotto.Campo dei Santi Giovanni e Paolo, 1743-47. National Gallery of Art, Washington DC.




Bernardo Bellotto. Vista del Gran Canal y la Aduana, c. 1743. Getty Center, L. A.



Haz click en estos vínculos si quieres saber más sobre:


Venecia pintada II. When Anglosaxons Invaded Venice

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Me ocupaba en la entrada anterior de la visión de Venecia promovida por los propios venecianos y su escuela clásica de vedutistas. En la entrada de hoy pretendo mostrar una mirada completamente diferente de la ciudad: la de los artistas anglosajones, ingleses y americanos, que visitaron Venecia en el siglo XIX y XX.

Los británicos siempre me han parecido, tras esa capa de educación y reserva, bajo ese disfraz de humor y flema, un pueblo apasionado y vehemente, esto puede decirse de todos los artistas a cuya obra vamos a asomarnos hoy. Así lo fue, y mucho, el primero de todos, Jospeh Mallord William Turner (Londres 1775 - ibid. 1851), su arte explora dimensiones pictóricas y emocionales hasta ese momento no definidas. Curiosamente esta audacia suya tuvo éxito y Turner se convirtió pronto en una joven celebridad entre los románticos, con los que compartía sin duda esa búsqueda de lo sublime en el arte. Su progreso como artista le conduce cada vez más desde el paisajismo tradicional de los maestros del XVII, donde aprende el estudio de los efectos de la luz en Claudio de Lorena y la composición en su frecuentación de Poussin, hasta unas cotas de libertad cada vez más audaces y más sintéticas. En sus óleos su pincelada es abierta, muy diluida, casi como en una acuarela, impresiona su plasmación obsesiva de la luz y lo que la luz hace con los objetos y con nuestra percepción de éstos.

Pero sin duda es en sus acuarelas donde Turner consigue alcanzar los mayores grados de libertad creativa y de modernidad; sus aguadas, liberadas de la minuciosidad descriptiva habitual en el acuarelismo de su época, llegan casi a lo abstracto en su interés exclusivo por plasmar los efectos lumínicos. Es en las acuarelas que produjo ya en su madurez en Venecia donde Turner se muestra más radical y más ambicioso. Esta producción marca un antes y un después. Antes, el arte clásico, después, los impresionistas y todo el arte moderno. Turner es, como Goya, una bisagra que cierra el clasicismo y abre la modernidad.

La revolución que ha provocado Turner ya no tiene vuelta atrás, y uno de los que mejor supieron extraer las consecuencias de esta revolución en el ámbito anglosajón fue sin duda el americano más europeo de cuantos hayan existido, el pintor James Abbott McNeil Whistler (Massachusetts 1834 - Londres 1903), quien fue uno de los artistas más influyentes, talentosos e inclasificables de toda su generación. En su viaje a Venecia entre 1879-80 pinta una serie de óleos, dibujos y grabados que son un nuevo hito en la historia de la representación artística de esta ciudad, describe una Venecia nocturna, calma, silente, alejada de los tópicos, de una belleza arrebatadora, su "Notturno oro e blu", por ejemplo, es un poema pintado al óleo.

El tercer pintor anglosajón que quería mostrar esta selección es un extraño personaje al que en su día se relacionó con Jack el Destripador (todavía hoy algunos se hacen cábalas sobre si este pintor además de los pinceles no manejaba también otras herramientas) Walter Richard Sickert (Munich 1860 - Bath 1942). Si es por su obra no me cabe duda de que uno estaría tentado de atribuirle tendencias oscuras al autor, es una pintura de una belleza extraña, desasosegadora, que nos muestra en sus campañas venecianas una ciudad inquietante, lóbrega, con una pincelada densa, espesa y un colorido mortecino poco habitual.

Como despedida a esta muestra de anglosajones en Venecia me han gustado mucho los cuadros de un pintor galés contemporáneo, Kyffin Williams (Anglesey 1918 - ibid. 2006) que curiosamente es el que, a mí al menos, más me parece que ha preservado el legado de Turner mediante una exqusita simplicidad muy moderna que hace de sus paisajes unas pinturas casi abstractas.





J. M. W. Turner. Mirando al Este hacia San Pietro di Castello, amanecer, 1819. Tate Gallery, Londres.




J. M. W. Turner. Venecia, la boca del Gran Canal, 1840. Yale Center for British Art, New Haven, Connecticut.




J. M. W. Turner. El extremo superior del Gran Canal con San Simeone Piccolo, 1840. Tate Gallery, Londres.




J. M. W. Turner. San Giorgio Maggiore al atardecer desde el Hotel Europa, 1840. Tate Gallery, Londres.




J. M. W. Turner.Venecia a la luz de la luna, 1840.




J. M. W. Turner.La Zitelle, Santa Maria della Salute, el campanile y San Giorgio Maggiore desde el canal de la Grazia, 1840. Tate Gallery, Londres.




J. M. W. Turner. Venecia al amanecer desde el Hotel Europa con el campanile de San Marco, 1840. Tate Gallery, Londres.




J. M. W. Turner.La Piazzetta, 1835. National Galleries of Scotland, Edimburgo.




James Abbott McNeill Whistler. Las Salute, Venecia, atardecer, 1880. Harvard Art Museums, Cambridge, Massachussets.




James Abbott McNeill Whistler. Nocturno en azul y plata, La laguna, Venecia, 1879-80. Museum of Fine Arts, Boston.




James Abbott McNeill Whistler.Notturno Blu e Oro, San Marco, Venezia, 1879-80. National Museum of Wales, Cardiff.




Walter Richard Sickert. La Aduana y Santa María della Salute.




Walter Richard Sickert. Palazzo Eleanora Duse, Venecia, 1895-1904. National Museum of Wales, Cardiff.




Walter Richard Sickert. El puente de Rialto, Venecia. Colección privada.




Walter Richard Sickert.San Marco, Vencia (Pax tibi Marce Evangelista meus) 1896. Tate Gallery, Londres.




Walter Richard Sickert.Catedral de San Marco, Venecia, c. 1896.




Walter Richard Sickert. Variación sobre Peggy, 1934-5. Tate Gallery, Londres.




Walter Richard Sickert.Santa Maria della Salute, Venecia, 1901. Royal Academy of Arts, Londres.




Kyffin Williams.Venecia desde los jardines, 1979.




Kyffin Williams. El Gran Canal, 2004.


Vínculos para saber más sobre los artistas:




Venecia pintada III. El desembarco impresionista

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VENECIA

Allí Venecia en el otoño adriático
su veronés veneno verdeante,
su carnaval mojado desparrama,
reparte entre las manos del viajero
camisetas rayadas, bucentauros,
palomas ciprias hacia San Giorgio.
Llegan todos ansiosos: kodak, planos,
¡oh Venecia!,
tarjetas del albergo Paganelli.
Oros líquidos caen de los bulbos hinchados,
de las cúpulas tensas,
la corrupción nos acerca entre tus brazos náyades.
Chorreantes caballos patalean agónicos
los desteñidos bronces. Suena el tiempo
y te hundes, Venecia,
erizada de escamas como un reptil heráldico,
nos hundimos contigo en tu estancado páramo,

en ligeros pecados como música o lluvia,
frutales azafates donde bichean los vermes.
Se abrazan los tetrarcas en el pórfido,
presta la espada a la erosión del beso,
a la campana virgen del diácono.
Y te vuelves al mar, tu padre incestuoso
que te posee abierta, a la costumbre,
pintada actriz que sabe que el amor es moneda fugitiva,
vieja opulenta que fuiste Serenísima,
madre de usuras y mercaderías,
en tu diván de légamo y recuerdo.
Vuelves al mar. Por la Laguna Muerta
el cementerio flota como un ahogado oscuro,
barcazas de difuntos al olvido,
riada de sollozos alejándose:
Lord Byron, corazón de cornalina,
indumentos gofrados de Fortuny,
laureles dannunzianos,
rojas gemas al cuello de Desdémona,
Ana Karenina y su pamela paja
—niebla al fragor de la locomotora—:
«Usted puede arrastrar mi nombre por el lodo.»
Arrástranos contigo, cortesana del agua,
sueltos los ceñidores, los secretos,
cloacas engullendo últimas resistencias,
carmíneas lumbrerías del deseo.
Rige la podredumbre carnal con tu tridente,
caduceo florido, muslo, armiño encharcado,
mientras tus muros caen al liquen de los labios,
góticas cresterías hacia el fondo,
hacia el silencio, lecho, adormidera,
a tu fango de hastío y de sabiduría,
a tu esplendente fin inexorable,
Venecia


         Pablo García Baena. Antes que el tiempo acabe, 1978.





No quería despedir esta trilogía dedicada a Venecia sin incluir el poema de nuestro gran poeta cordobés Pablo García Baena, que me parece que resume todo lo que intuitiva y emocionalmente asociamos a esta incomparable ciudad. 

En esta tercera y última entrega me referiré a los impresionistas. Situémonos: 1870 un joven Claude Monet (París 1840 - Giverny 1926) viaja a Londres para evitar ser reclutado en la Guerra franco-prusiana y con él viaja su amigo Camille Pissarro. En la capital del Támesis estos dos amigos inquietos que buscan renovar el arte de la pintura y están todavía tanteando y explorando, se encuentran con la obra de Turner. Esta es una experiencia formativa de primer orden para ambos creadores, por primera vez contemplan ante sí lo que podría llegar a ser el arte moderno, cómo pintar sin ser esclavo del dibujo, cómo pintar la luz. Posteriormente cada uno de ellos elaborará su propio modo de hacer una pintura moderna, o lo que ellos entendían por tal, pero la experiencia Turner será decisiva en su formación como artistas.

Monet no viajará a Venecia hasta mucho más tarde (1908) ya en la madurez creativa y personal y por ello en su visión de la ciudad incorpora todo lo aprendido durante décadas de experimentación, son estos unos cuadros sabios, reflexivos, casi un legado a la posteridad de un pintor consciente de su trascendencia. Las dos obras de Pierre-Auguste Renoir (Limoges 1841 - Cagnes sur-Mer 1919) en cambio son mucho más tempranas y, aunque yo no soy precisamente un fan de este pintor, me parecen dos joyas que merecían estar en esta selección.

Más me interesan en cambio las obras de otros dos pintores post-impresionistas, Herni Martin (Toulouse 1860 - Labastide-du-Vert 1943) y Henri Le Sidaner (Port Louis, Isla Mauricio 1862 - Versailles 1939), ambos incorporan el lenguaje impresionista que desarrollan cada uno con sus matizaciones y ambos han recibido un trato frío, a veces incluso desdeñoso, de la crítica, sin embargo sus pintura venecianas, llenas de colorido y de magia y en cierto modo muy complementarias entre sí me parece que reconcilian a cualquier amante del arte con estos autores. 

Finalmente me han gustado muchísimo las pintura venecianas del creador del divisionismo, Paul Signac (París 1863 - ibid. 1935), que recrea una Venecia colorista, alegre y moderna, obras que, si bien le vinculan aún como epígono del impresionismo, apuntan ya hacia otros derroteros creativos, en sus pinceladas-teselas la imagen formada es cada vez más irrelevante si se parece o no al modelo y la atención se centra más en la textura del cuadro y su colorido que en lo representado, la abstracción aún no ha llegado pero se está preparando su advenimiento.

Espero que les haya gustado este recorrido por la Venecia pintada y sus visiones e interpretaciones tanto como me ha gustado a mí. Muchas gracias




Claude Monet. El Palazzo Ducale visto desde San Giorgio Maggiore, 1908. Metropolitan Museum of Art, New york.




Claude Monet. El Pallazzo Ducale, 1908. Brooklyn Museum, New York.




Claude Monet. El Palazzo Ducale, 1908. Colección privada




Claude Monet. Palazzo da Mula, Venecia, 1908. National Gallery of Art, Washington.




Claude Monet. Palazzo Dario, 1908. Art Institute, Chicago.




Claude Monet. El Gran Canal en Venecia, 1908. Museum of Fine Arts, Boston.




Claude Monet. El Gran Canal en Venecia, 1908. Fine Arts Museum of San Francisco.




Pierre-Auguste Renoir. El Palazzo Ducale de Venecia, 1881. Sterling and Francine Clark Art Institute, Williamstown.




Pierre-Auguste Renoir. Piazza San Marco en Venecia, 1881. Institute of Arts, Minneapolis.




Henri Martin. Canal en Venecia. Colección privada.




Henri Martin. Góndolas en el Gran Canal de Venecia, 1909.




Henri Martin. El Gran Canal, Venecia, 1910. The National Museum of Western Art, Tokio.




Henri Martin. Vista de la Salute, Venecia.




Henri Martin. Vista de un palacio en Venecia, 1910. Colección privada.




Henri Le Sidaner. La Salute, matin d'hiver, 1907. Colección privada.




Henri Le Sidaner. La Serenata, c. 1907. Paul G. Allen Family Collection.




Henri Le Sidaner. El palacio rojo, Venecia, 1907. Colección privada.




Henri Le Sidaner. El Palacio Ducal, Venecia, 1915.




Paul Signac. La nube rosa, 1909. Albertina, Viena.




Paul Signac. Gran Canal, Venecia, 1905. Toledo Museum of Art, Ohio.




Paul Signac.Venecia, La Salute verde, 1908. Colección privada.





Pater Aeneas

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Estoy en estos días explicando a mis alumnos el surgimiento de la épica romana, y, cómo no, si se habla de épica romana hay que hablar de la Eneida. Ni qué decir tiene que a mis alumnos las aventuras o desventuras del padre Eneas no les dan ni frío ni calor, les parece un tema polvoriento y vetusto que nada tiene que ver con sus vidas, la guerra por suerte no forma parte de su experiencia cotidiana, ninguno de ellos ha tenido que salir huyendo con lo puesto de su casa, gracias a Dios. 

Y sin embargo no estamos, como pensamos, ni tan lejos ni tan libres de esas realidades, la guerra es la vida cotidiana, aquí enfrente, en nuestro querido Mediterráneo, nuestros hermanos sirios o iraquíes huyen de sus hogares a miles para que sus hijos no sean aplastados por los bombardeos, para que no maten de hambre a sus ancianos, para que no violen a sus mujeres o les obliguen, a ellos o a sus hijos a luchar en una guerra importada en la que nada tienen que ganar si no es una bala en la cabeza. 

Viendo estos días fotografías de estos desdichados refugiados, un poco distraídamente, debo confesar, como nos pasa a todos, que nos acostumbramos hasta cierto punto al horror servido a diario por los medios, de repente tuve un sobresalto: entre unas fotos de refugiados sirios que huyen hacia la frontera turca, lo ví a él, a Eneas, sí, y desde la fotografía me miraba con esa mirada de abatimiento y desesperación que debió tener aquella noche fatídica, la noche que cayó Troya. Allí estaba ante mis ojos Eneas con su padre Anquises sobre los hombros, penosamente huyendo sin saber qué sería de ambos, pero cumpliendo con su piadoso deber. 



Fotografía tomada en la frontera turca con Siria. 20-Septiembre-2014. Bulent Kilic, AFP, Getty Images



Todas las guerras tienen su Aquiles feroz que mata y mata y encuentra su gloria en la carnicería, todas tienen un Ulises que hace lo preciso para salir vivo porque lo que quiere es volver a su casa, todas tienen su Agamenón, que manda a otros a morir mientras con sus dedos grasientos hace cómputo de las ganancias, y todas, todas tienen también un padre Eneas, un hombre que, en medio de la muerte y el horror, intenta cuidar de los suyos, cuya gloria no es matar enemigos, su lucha es preservar a los que están bajo su cuidado, debe renunciar a todo, incluso al valor, y huir para que los suyos no mueran, y se echa a su padre, a sus hijos a hombros y sale con ellos al polvo de los caminos del mundo. 

Piadoso Eneas, más sufriente que nunca, ojalá llegues a puerto con toda tu carga a salvo, ojalá tú, o tus hijos, podáis hallar refugio en una nueva tierra prometida, ojalá al otro lado del mar personas también piadosas os acojan, la vida sigue y hay que luchar por ella. ¡Buena suerte, que tus dioses te amparen!




Grupo de Eneas con Anquises y Ascanio, terracota, S. I D. C. Museo Archeologico Nazionale di Napoli



           “Vamos entonces, padre querido, súbete a mis hombros,
           que yo te llevaré sobre mi espalda y no me pesará esta carga;
           pase lo que pase, uno y común será el peligro,
           para ambos una será la salvación. Venga conmigo
           el pequeño Julo y siga detrás nuestros pasos mi esposa.
           Y vosotros, mis siervos, prestad atención a cuanto diga.
           A la salida de la ciudad hay un túmulo y un viejísimo templo
           abandonado de Ceres y a su lado un antiguo ciprés
           que la piedad de nuestros padres guardó muchos años.
           Cada uno por su lado llegaremos todos a ese mismo lugar.
           Tú toma, padre, los objetos de culto y los patrios Penates;
           yo no puedo tocarlos saliendo de guerra tan grande
           y de la reciente matanza, hasta que me purifique
           el agua viva de un río.”
           Dicho esto, me pongo una tela sobre mis anchos hombros
           y el cuello agachado y encima la piel de un rubio león,
           y tomo mi carga; de mi diestra se coge
           el pequeño Julo y sigue a su padre con pasos no iguales;
           detrás viene mi esposa. Avanzamos por ocultos caminos
           y hasta el aire me asusta ahora a mí, a quien todos los griegos
           juntos enfrente ni todas sus flechas podían dar miedo,
           cualquier ruido me alerta de igual modo
           temiendo a la vez por mi compañero y por mi carga.
           Y ya estaba cerca de la puerta y parecía todo el camino
           haber salvado cuando de repente el sonido repetido
           de unos pasos llega hasta mis oídos, y mi padre mirando
           entre las sombras: “Hijo —exclama—, huye, hijo mío, se acercan.
           Puedo ver sus escudos ardientes y sus brillantes bronces.”
           En ese momento no sé qué numen nada favorable
           se apoderó de mi confundida y asustada razón. Pues mientras sigo
           corriendo caminos apartados tras salir de las calles conocidas,
           pobre de mí, Creúsa mi esposa quedó atrás, no sé si por el hado
 si se equivocó de camino o si cansada se sentó.
           Nunca después volvieron a verla mis ojos.

       
        Virgilio, Eneida II, 707-737. Traducción de Rafael Fontán Barreiro 






           Así por fin, consumida la noche, vuelvo con mis compañeros.
           »Y encuentro allí asombrado que una gran muchedumbre
           de nuevos amigos había acudido, mujeres y hombres,
           la juventud reunida para la marcha, una gente digna de lástima.
           De todas partes acudieron preparados de ánimo y recursos
           para partir hacia la tierra que yo eligiera allende el mar.
           Surgía ya Lucifer en lo alto de las cumbres del Ida
           y nos traía el día, y los dánaos tenían ocupados
           los umbrales de las puertas y no quedaba ya esperanza de ayuda.
           Me puse en marcha y los montes busqué con mi padre a la espalda.

                        Virgilio, Eneida II, 795-804.Traducción de Rafael Fontán Barreiro                                           



Augusto, o cómo convertirse en "Padre de la Patria"

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El oficio de dictador es un trabajo extremo: te ofrece las máximas recompensas si ganas, pero es un trabajo que no admite errores, un sólo error y estás acabado. Triunfa y reescribirás la historia, o dicho de otro modo, la historia te absolverá de todos tus pecados, tu versión será la única que lea la posteridad y tus estatuas te sobrevivirán, tu muerte será llorada por miles, cientos de miles y, tras unas honras fúnebres soleminísimas, descansarás en un grandioso monumento. Fracasa y acabarás tus días en el cadalso, la cabeza separada de los hombros (eso si tus adversarios no han diseñado para ti una muerte más cruel e imaginativa), la historia hablará de ti como "el traidor", "el tirano" o epítetos similares, en tanto que tus imágenes serán cuidadosamente borradas o derribadas.

Todo joven aspirante a dictador debe aprender en primer lugar a sobrevivir, luego a obtener el poder y, sobre todo, a conservarlo, que no es poco. Pero además debe, si quiere triunfar de verdad, crearse un aura de respetabilidad, de legitimidad, debe tener un discurso, un relato, que dicen hoy en día. Esto segundo es todavía más difícil si cabe que lo anterior.

El emperador Augusto, a mi parecer el más taimado y sibilino de todos los dictadores habidos y por haber, no es que haya sido el primero (los faraones, me temo, se le adelantaron), pero sí ha sido y es el paradigma perfecto para aprender a ser un dictador de éxito. No sé qué consejos le daría el Augusto real a un aspirante a dictador, seguramente, como buen artista, sería refractario a compartir los secretos de su arte, pero si hubiera una "Academia Augusto para dictadores noveles" seguramente enseñarían en ella estos diez consejos sobre cómo conquistar el poder, y no morir en el intento.

De paso les invito a una adivinanza: cuando escribía este artículo pensaba en estos 10 consejos como diez paralelismos que asemejaban a Augusto con otro personaje histórico español, estoy seguro de que lo adivinarán enseguida. Del cambio de tercio en el enfoque tiene la culpa la muerte de Fidel Castro, otro "Padre de la Patria" que debió leer en sus años jóvenes (e inspirarse en ella), la vida de Augusto que escribió el bibliotecario Suetonio.

N.B. Siempre que no se diga otra cosa, las citas que aparecen en los textos en números romanos pertenecen a la "Vida de Augusto" de Suetonio.




 Denario de plata. "Imperator Caesar Divi F. Augustus". Acuñado en Lugdunum. Año 11 A. de C.


I. En una guerra civil no puedes mostrar misericordia si quieres ganar. 

Tuvo que sostener cinco guerras civiles, las de Módena, Filipos, Perusa, Sicília y Aecio; la primera y la última contra Marco Antonio; la segunda contra Bruto y Casio; la tercera contra Antonio, hermano del triunviro; la cuarta contra Sexto Pompeyo, hijo de Cneo. La causa y principio de todas estas guerras fue la obligación que se impuso de vengar la muerte de su tío y sostener la validez de sus actos. IX

Durante diez años fue miembro del triunvirato establecido para organizar la República, y resistió por algún tiempo a sus colegas, no queriendo que hubiese proscripciones; pero después desplegó más crueldad que ninguno de ellos. Éstos, al menos, se dejaron ablandar algunas veces por las súplicas de la amistad; solamente él desplegó toda su autoridad para que no se perdonase a nadie. XXVII 




 Estatua de Augusto como Júpiter. Hallada en Herculano, Augusteum. Museo Arqueológico de Nápoles


II. Sobrevive a todos tus competidores para ser el líder supremo.

Después de la huida de Pompeyo. M. Lépido, el segundo de sus colegas, a quien había llamado del África en su socorro, orgulloso con el apoyo de sus veinte legiones, reclamaba por temor y amenaza, tomando aires soberbios, la primera jerarquía en el Estado. Octavio le quitó el ejército, y perdonándole la vida, que pedía de rodillas, le relegó por vida a la isla Circeya. XVI

Al fin rompió su alianza con M. Antonio, alianza siempre incierta y dudosa, mal conservada con frecuentes reconciliaciones; y para demostrar cuánto se separaba su rival de las costumbres de su patria hizo abrir y leer, delante del pueblo reunido el testamento que había dejado en Roma, en el que colocaba en el número de los herederos a los hijos que había tenido de Cleopatra. Sin embargo, después de hacerle declarar enemigo de la República, le mandó todos sus parientes y amigos,  […] Poco después lo venció en una batalla naval cerca de Actium; […] Antonio quiso hablar de paz, pero ya no era tiempo: Octavio le obligó a morir, y fue a ver su cadáver. XVII



 Cabeza Forbes, retrato de Augusto. Museum of Fine Arts, Boston.


III. Serás llamado "el pacificador". 

Después de haber halagado a los soldados con donativos, al pueblo con la abundancia y a todos con la dulzura de la paz, comenzó a levantarse poco a poco, llevando a sí lo que solía estar a cargo del Senado, de los magistrados y de las leyes, sin que nadie le contradijese. Habiendo faltado a causa de las guerras y proscripciones los más valerosos ciudadanos, y los otros nobles cayendo en que cuanto más prontos se mostraban a la servidumbre tanto más presto llegaban a las riquezas y a los honores; viéndose engrandecidos por este medio, quisieron más el Estado presente seguro que el pasado peligroso. Tácito, Annales I, 2



Augusto de Prima Porta. Hallado en 1863 en la Villa de Livia. Museos Vaticanos


IV. Cultiva tu carisma: La imagen del líder debe ser gloriosa, ubicua, inevitable.

Se le confirió el título de Padre de la patria por consentimiento unánime; en primer lugar por la plebe, que a este efecto le mandó una diputación a Aucio y que, a pesar de su negativa, se lo dio por segunda vez en Roma, saliendo a su encuentro, con ramos de laurel en la mano, un día en que iba al teatro; después, en el Senado, no por decreto o aclamación, sino por voz de Valerio Mesala, quien le dijo, en nombre de todos sus colegas: Te deseamos, César Augusto, todo lo que pueda contribuir a tu felicidad y a la de tu familia; esto es desear al mismo tiempo la eterna felicidad de la República y la prosperidad del Senado, que, de acuerdo con el pueblo romano, te saluda Padre de la patria. Augusto, con lágrimas en los ojos, contestó en estos términos que refiero textualmente como los de Mesala: Llegado al colmo de mis deseos, padres conscriptos, ¿qué podía pedir ya a los dioses inmortales, sino que prolonguen hasta el fin de mi Vida este acuerdo de vuestros sentimientos hacia mí? LVIII




 Retrato de Augusto. Walters Museum, Baltimore.


V. Haz callar a tus críticos gracias a la censura. 

Los injuriosos libelos repartidos contra él en el Senado no le inspiraron preocupación, pero tuvo gran cuidado de refutarlos; sin embargo, ni buscó a los autores, y se contentó con mandar para lo sucesivo que se persiguiera a los que publicasen bajo nombre supuesto libelos o versos difamatorios contra cualquiera. LIV

Augusto fue el primero que, con capa de esta ley (lex laesae maiestatis), comenzó a conocer por ella de los libelos infamatorios, enojado por la insolencia de Casio Severo, el cual, con sus deshonestos escritos, iba infamando muchos hombres y mujeres ilustres. Tácito. Annales I, 72



 Retrato de Augusto en mármol. Museo Etrusco Guarnacci, Volterra.


VI. Restaura el orden, en lo moral…

Revisó todas las leyes y restableció absolutamente algunas, como la suntuaria y las que existían contra el adulterio, contra la inmoralidad, contra la intriga y contra el celibato. En cuanto a ésta, que hizo más severa aún que las otras, la violencia de las reclamaciones le impidió mantenerla, obligándolo a suprimir o dulcificar una parte de las penas, a conceder un plazo de tres años y hasta a aumentar las recompensas. […] Observando más adelante que se eludían las disposiciones de la ley, eligiendo prometidas que en mucho tiempo no podían casarse, y cambiando frecuentemente de esposas, restringió la duración de los esponsales y reglamentó los divorcios. XXXIV



Cabeza de bronce de Meroe. Hallada en la antigua Meroe (Sudán) en 1910. British Museum, Londres.


VII. … y en lo social.

Como creía que era muy importante conservar al pueblo romano puro de toda mezcla de sangre extraña o servil, no concedió el derecho de ciudadanía sino con extraordinaria reserva, y restringió el número de las manumisiones. […] prohibió también que el esclavo que hubiese llevado cadenas o sufrido el tormento pudiera, de cualquier manera que fuese, obtener los derechos de ciudadano. Quiso también restablecer el antiguo traje propio de los romanos. Viendo un día en una asamblea del pueblo multitud de mantos obscuros, exclamó, indignado: Romanos, rerum dominos, gentemque togatam!”, y encargó a los ediles que velasen para que nadie se presentase en adelante en el Foro ni en sus alrededores con manto y sin la toga romana. XL

Inmensa confusión reinaba entre los espectadores, que se sentaban por todas partes indistintamente; Augusto corrigió este abuso; movido por la injuria que recibió en Puzol, en unos juegos muy concurridos, un senador, a quien nadie quiso dejar asiento encontrándose lleno el teatro. Mandó, pues, por decreto del Senado, que siempre que se diesen espectáculos públicos, la primera fila de asientos quedase reservada para los senadores. […] Separó al pueblo de los soldados, y señaló asientos especiales para los plebeyos casados; a los que aún vestían la pretexta señaló ciertas gradas, en las que tenían a su lado sus maestros, y prohibió la entrada a los que iban vestidos con manto. En cuanto a las mujeres, que antes estaban confundidas con los hombres, quiso que tuviesen asientos separados, y que no asistiesen a los combates de gladiadores sino solas y en las gradas más altas. Señaló sitio especial a las vestales en el teatro, junto a la tribuna del pretor. XIV



Busto Bevilacqua. Imagen oficial conmemorativa de la concesión por el senado en el 27 A. de C. del título de "Augusto". Procedente del Palazzo Bevilacqua en Verona, comprada por Ludwig I de Baviera en 1811. Glyptothek, Munich


VIII. Propaganda, propaganda, propaganda: Circenses e inauguraciones.

Sobrepujó a todos los que le habían precedido en el número, variedad y esplendor de los espectáculos. Según su propio testimonio, dio cuatro veces juegos en su nombre, y veintitrés por magistrados ausentes o que no podían sufragar el gasto. No era cosa rara que diese espectáculos en diferentes barrios a la vez, en varios teatros, y que hiciese representar a actores de todos los países. Sus juegos se celebraron no solamente en el Foro y en el anfiteatro, sino que también en el circo y en los recintos de las elecciones. Algunas veces se limitaba a combates de fieras. También combatieron atletas en el campo de Marte, que hacía rodear de gradas para este espectáculo; dio un combate naval cerca del Tíber. XLIII

Roma no tenía aspecto digno de la majestad del Imperio y estaba además sujeta a inundaciones e incendios, pero supo embellecerla de tal suerte, que con razón pudo alabarse de dejarla de mármol habiéndola recibido de ladrillos. XXVIII

Entre el gran número de monumentos públicos cuya construcción se le debe, se cuentan principalmente el Foro y el templo de Marte Vengador, el de Apolo en el Palatino y el de Júpiter Tonante en el Capitolio. Construyó un Foro, porque el creciente número de litigantes y de los negocios, haciendo insuficientes los dos primeros, exigían otro. Así, pues, sin esperar a que el templo de Marte estuviese concluido, se apresuró a mandar que se dedicase especialmente el Foro nuevo a los procesos públicos y a la elección de jueces. En cuanto al templo de Marte, había hecho voto de construirlo durante la guerra de Filipos, emprendida para vengar a su padre. XXIX



Estatua de Augusto "capite velato" como Pontifex Maximus. Museo Nazionale Romano (Palazzo Massimo alle Terme), Roma.


IX. La religión da un aire de respetabilidad. Por la Gracia de Dios.

El templo de Apolo se construyó en una parte de su casa, en el Palatino, derruida por el rayo, y donde habían declarado los arúspices que este dios pedía morada. XXIX

Reconstruyó los templos que el tiempo o el incendio habían destruido, y los adornó, como a los otros, con riquísimos presentes, llevando en una sola vez al santuario de Júpiter Capitolino dieciséis mil libras de oro y piedras preciosas y perlas por cincuenta millones de sestercios. XXX

Restableció también muchas ceremonias antiguas caídas en desuso, como el augurio de Salud, la dignidad de flamen dial, las ceremonias de las lupercales, los juegos seculares y compitales. XXXI



Estatua equestre de Augusto. Hallada en el Mar Egeo. 12-10 A. de C. Museo Arqueológico de Atenas.


X. 40 años es mucho tiempo, asegúrate de morir en tu lecho.

Entretanto que se hacen estos y semejantes discursos, se le agrava la enfermedad a Augusto, no sin sospechas de alguna maldad en su mujer; […] Sea como fuere, llegado apenas al Ilírico Tiberio, fue con diligencia llamado por cartas de su madre. No se sabe bien si halló todavía vivo a Augusto en la ciudad de Nola, o acabado ya de morir, porque Livia había hecho poner guardias alrededor de palacio y por los caminos, dejando tal vez correr algunas alegres nuevas, hasta que, acomodadas las cosas necesarias al tiempo, se publicó a un mismo punto que Augusto era muerto y que quedaba todo el poder en Tiberio Nerón. Tácito, Annales I, 5

El día de su muerte preguntó muchas veces si su estado producía algún tumulto en la ciudad; y habiendo pedido un espejo, se hizo arreglar el cabello para disimular el enflaquecimiento de su rostro. Cuando entraron sus amigos, les dijo: ¿Os parece que he representado bien la farsa de la vida? Y añadió en griego la conclusión tradicional: Si la pieza os ha gustado, aplaudidla y manifestad todos juntos vuestra alegría. En seguida mandó retirarse a todos; preguntó todavía acerca de la enfermedad de la hija de Druso a algunos que llegaban de Roma, y expiró repentinamente entre los brazos de Livia, diciéndole: Livia, vive y recuerda nuestra unión; adiós. Su muerte fue tranquila y como siempre la había deseado; C

Murió en la misma habitación que su padre Octavio, bajo el consulado de Sexto Pompeyo y de Sexto Apu1eyo, el día 14 antes de las calendas de setiembre, en la novena hora del día, a los setenta y seis años menos treinta y cinco días. […] Sobre sus restos se pronunciaron dos elogios fúnebres; uno por Tiberio, delante del templo de Julio César, y otro por Druso, hijo de Tiberio, cerca de la antigua tribuna de las arengas; los senadores le llevaron en hombros hasta el campo de Marte, donde le colocaron sobre la pira. Hay todavía un antiguo pretor que jura haber visto elevarse de entre las llamas hasta el cielo la imagen de Augusto. Los más distinguidos del orden ecuestre, descalzos y vistiendo túnicas sin ceñir, recogieron sus cenizas y las depositaron en el mausoleo que Augusto hizo construir durante su sexto consulado entre el Tíber y la vía Flaminia. CI



Cabeza erosionada de Augusto. Museo de Delos



Al final ¿qué queda? Sólo un reflexión a modo de despedida: del mismo modo que el surfista aprende el equilibrio necesario para mantenerse sobre la superficie del agua, y a utilizar el impulso de la ola en su favor, el dictador debe aprender a obtener, conservar y utilizar el favor de la gente para tomar impulso. Es la gente, como la ola al surfista, la que promueve, soporta e impulsa a todos los dictadores.






¡Mira ese cuadro!: Auto de Fe, de Francisco Rizi

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“Debemos recordar que el propósito principal del juicio y la ejecución no es salvar el alma del acusado sino alcanzar el bien público y dar temor a los otros”
Francisco Peñas, 1578. Comentario al Manual del Inquisidor de Nicholás de Eymerich


Su Católica Magestad, el piadosísimo rey don Carlos, ha poco que ha contraído nupcias con Doña Maria Luisa de Orleans. Para alegrar al rey y celebrarlo a la española el Santo Oficio, presidido por el Inquisidor General, Don Diego Sarmiento de Valladares, ha pensado que nada mejor que celebrar un Auto General de Fe, donde juzgar en público y solemne tribunal a unos cientos de judaizantes, y así de paso recordar a quienes lo necesiten que la Iglesia y la Monarquía aún tienen capacidad para castigar a los contumaces, que el rey nuestro señor puede parecer débil de salud, pero aún es fuerte para extirpar la herejía de sus reinos. 

Un caluroso domingo, 30 de junio del año 1680, antes del alba comenzó la procesión de los acusados por Madrid, cada uno con sus  vistosas corozas y sambenitos. La multitud de agolpaba a su paso y, de no ser por los soldados de la Fe, alguno no llega vivo al juicio. A las ocho de la mañana la procesión llega por fin al cadalso situado en la Plaza Mayor. Colocan con gran pompa la cruz verde, velada de negro, sobre un altar. El Inquisidor General toma juramento solemne a Su Magestad con estas palabras: 

"Vuestra Magestad ¿jura y promete por su fe y palabra real, que como verdadero, y católico rey puesto por la mano de Dios defenderá con todo su poder la fé católica, que tiene y cree la santa madre iglesia apostólica de Roma, y la conservación y aumento della, y perseguirá, y mandará perseguir a los hereges, y apóstatas contrarios della, y que mandará dar, y dará el favor, y ayuda necesaria para el santo oficio de la Inquisición, y ministros della, para que los hereges perturbadores de nuestra religión cristiana sean prendidos, y castigados conforme a los derechos y sacros cánones, sin que haya omisión de parte de Vuestra Magestad, ni excepción de persona alguna de qualquier calidad que sea?"

Con este juramento da inicio la vista pública hasta que todos los acusados, o bien han confesado y abjurado de sus errores, y son reconciliados con la santa iglesia, o bien se mantienen contumaces y son relajados al brazo secular para ser finalmente conducidos al quemadero. La hoguera fue situada cerca de la puerta de Alcalá y allí había muchos curiosos que, acabado el juicio, se desplazaron a ver arder a los herejes. Los resplandores pudieron verse hasta el amanecer del lunes.

Si para el hombre barroco la vida es un teatro, el Auto de Fe es sobre todo una dramatización ritualizada del Juicio Final. La Inquisición, y sobre ella el rey, detentan la espada para castigar a los pecadores: premio o misericordia para los que se someten a la fe ortodoxa, castigo y llamas para los que se apartan de la Iglesia, el verdadero cuerpo místico de Cristo. 

En realidad todo es una máquina propagandística impresionante, una gran tramolla llena de efectos espectaculares para conmover, y sobre todo, intimidar a todos y cada uno. Cree lo que te dice la iglesia, obedece al rey y no trates de pensar ni de creerte más listo que los demás, porque, como dice San Pablo, "si no obráis bien, temed, porque el príncipe no en vano lleva la espada". Obedecer es bueno, obedecer es santo, obedecer te mantiene vivo, lo demás prudencia y callar y no dar que hablar.




Francisco Rizi, Auto de Fe en la plaza Mayor de Madrid, 1683. Museo Nacional del Prado, Madrid.






Gregorio Fosmán, grabado del Auto General de Fe que se celebró en Madrid en 1680.



A Francisco Rizi, un pintor que había trabajado en muchos grandes encargos, que pintara la cúpula de San Antonio de los Alemanes, en la catedral de Toledo, que fuera pintor del rey, sobre todo, que fue el gran pintor de escenografías y tramollas para el teatro real del Buen Retiro, le piden que pinte esta otra representación en sus últimos años de decadencia, cuando vive de una mísera pensión, concedida a modo de limosna por la reina madre y tarde y mal pagada. El Consejo de la Inquisición le encarga que pinte, tres años después del suceso, el memorable Auto de Fe que tuvo lugar en Madrid en 1680. De este Auto de Fe, uno de los mejor conocidos de la historia gracias a la relación escrita que publicó el año del evento el arquitecto y aposentador real Joseph del Olmo, quedaba un testimonio gráfico contemporáneo debido al buril del grabador Gregorio Fosmán, grabado que ilustraba el libro de Joseph del Olmo, libro que no sabemos si fue un éxito de ventas, pero podría haberlo sido por la distribución de las copias que hoy se conservan de él.

Como puede verse comparando las dos imágenes, Rizi, cuya pintura ha conocido tiempos mejores, no parece haber abordado la tarea con un gran entusiasmo, se puede decir que se ha limitado a copiar y poner color a la imagen del grabado, eso sí, destacando algo mejor a algunos de los participantes, como los reyes y los personajes prinicpales. No podemos reprocharle su falta de entusiasmo. El cuadro debía estar medio escondido entre las colecciones reales hasta que en el siglo XVIII un ilustrado, Antonio Ponz, lo vio entre las obras que llenaban las paredes del Buen Retiro y recomendó que se conservara con estas escuetas pero expresivas palabras: "Se ve así mismo un Auto de Fe de los que hacían en la Plaza Mayor de Madrid, pintura de Francsico Rizi, es digno de conservarse, porque ninguno de los que viven han visto semejante espectáculo"



Sobre los Autos de Fe y la Inquisición:






Van Valckenborch S. L., una empresa artística familiar

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En la familia van Valckenborch se llegan a contar hasta 14 miembros que han ejercido profesiones artísticas, si bien no todos han sido pintores, sino que hubo también orferbres, grabadores, etc. Los miembros más conocidos sin embargo son los cuatro que presentamos aquí, los hemanos Lucas y Marten van Valckenborch y los dos hijos de Marten, Frederik y Gillis. Este fenómeno que hoy nos puede sorprender era sin embargo completamente normal en la sociedad gremial de los Países Bajos, en estos gremios fuertemente reglamentados y más bien cerrados era muy común que los hijos continuaran la profesión de sus padres.

Sabemos que los hermanos Lucas y Marten nacen en Lovaina. El mayor, Marten, se registra en el gremio de pintores de Malinas en 1559 y su hermano menor un año más tarde; en 1564 toda la familia se traslada a Amberes. Un grave acontecimiento les obliga a abandonar la ciudad. En el Sur de los Países Bajos empiezan a producirse movimientos de violencia iconoclasta asociados a la conversión de una parte importante de la población al protestantismo, en Amberes el estallido de este fenómeno, llamado Beeldenstorm, se produce en 1566. Tras estos acontecimientos los hemanos van Valckenborch, que probablemente debían de ser protestantes, tendrán que abandonar la ciudad en búsqueda de lugares más tolerantes y pacíficos, y se encaminan a las ciudades imperiales alemanas, Aquisgrán primero y luego a Frankfurt am Main, donde acabarán instalándose y donde ejercerán los hijos de Marten, Frederik y Gillis. Hasta aquí la parte común de esta saga familiar. Vamos a repasar a continuación brevemente la vida de cada uno de sus miembros en particular.



LUCAS VAN VALCKENBORCH (Lovaina 1535 - Frankfurt am Main 1597)

El hermano mayor de los Valckenborch es el más conocido y el más versátil, también el más viajero y cosmopolita. En sus años formativos en Malinas conoce a importantes pintores como Pieter Brueghel por el que se verá muy influenciado, así se destaca en un género de paisaje con personajes un poco a la manera de Brueghel, si bien hay que reconocer a nuestro pintor que lo imita pero sin servilismo. Más tarde irá profundizando en el estudio del paisaje en sí mismo, produciendo algunas obras notables y bellas de paisajes boscosos o roquedos. Otro género que cultivará con éxito es una obra costumbrista de mujeres en el mercado y animadas escenas urbanas y, a raíz de su entrada al servicio del Archiduque Matías de Habsburgo, el futuro emperador, como pintor de cámara, pintará un buena cantidad de bonitos retratos.



Lucas van Valckenborch. Retrato del emperador Matías, 1580.



Lucas van Valckenborch. Paisaje del Mosa con minas y fundiciones.



Lucas van Valckenborch. El invierno, 1595.



Lucas van Valckenborch. Paisaje de otoño (septiembre).



Lucas van Valckenborch. Paisaje de primavera (mayo).





MARTEN VAN VALCKENBORCH (Lovaina 1535 - Frankfurt am Main 1612)

Como su hermano Lucas abandona Amberes tras los sucesos del Beeldenstorm y se instala en Aquisgrán, ciudad de la que obtiene la ciudadanía en 1573, sin embargo unos años más tarde vuelve a Amberes, residencia que no abandonará hasta la caída de la ciudad en manos del ejército español al mando de Alejandro Farnesio en 1585. Huye a Frankfurt am Main y allí se registra como ciudadano al año siguiente. En esta ciudad instala finalmente el taller familiar y criará a sus hijos y allí se reunirán con él sus hermanos Lucas, tras su estancia en Austria, y Geraard, también pintor. Cultiva el género paisajístico, así como una cierta cantidad de obras alegóricas, como el tema de la torre de Babel, y asuntos religiosos. Las pinturas que he traido a esta entrada pertenecen a una serie, probablemente pintada por encargo, que constituye un calendario con los doce meses del año, donde cada mes está representado por un episodio de los Evangelios.

 
Marten van Valckenborch. La adoración de los Magos (enero).



 Marten van Valckenborch. Parábola del Buen Pastor (junio).



Marten van Valckenborch. Cristo defiende el aventado de las espigas en sábado (agosto).



Marten van Valckenborch. Parábola del sembrador (septiembre).



Marten van Valckenborch. Parábola del hijo pródigo (noviembre).





GILLIS VAN VALCKENBORCH (Amberes 1570 - Frankfurt am Main 1622)


Gillis se forma con su padre y su hermano mayor, Frederik, aunque se alejará progresivamente de la pintura de paisajes. Se supone que los dos hermanos hicieron juntos un viaje a Italia, lo que puede colegirse por las influencias manieristas italianizantes en su obra, si bien no hay documentación de este viaje. Contrae matrimonio con la hija de un conocido pintor y su hijo, también Gillis, será pintor a su vez. Tuvo algunas dificultades para obtener la ciudadanía de Frankfurt, porque se sospechaba que era luterano y debió someterse a un examen teológico. Se especializará en obras con gran cantidad de figuras, de temáticas alegóricas relacionadas con la mitología grecorromana, como la guerra de Troya, o con episodios bíblicos y su estilo camina ya hacia la agitación y dinamismo del barroco.


Gillis van Valckenborch. Fuego en una aldea



Gillis van Valckenborch. Fuego en una aldea



Gillis van Valckenborch. Masacre de los inocentes.



Gillis van Valckenborch. Banquete de los dioses



Gillis van Valckenborch. La caída de Troya





FREDERIK VAN VALCKENBORCH (Amberes 1560 - Nüremberg 1623)

Frederik aprende la pintura de su padre inicialmente, si bien junto con su hermano viaja a Italia entre 1590-92. Se casa en 1597 y al año siguiente tiene dos gemelos que seguirán en la profesión paterna, Frederik y Wilhelm, el resto de sus hijos no parece haber compartido la vocación artística familiar. Vive en Frankfurt hasta 1602 en que se traslada a Nüremberg. Allí recibe el encargo del Archiduque Maximiliano de copiar la Asunción de la Virgen de Durero y allí se hará un nombre entre los artistas alemanes. Se especializará en lo que se ha llamado el paisaje manierista, género en el que muestra influencias de Gillis van Coninxloo, un tipo de paisaje con una fuerte dosis de idealización y un aspecto exótico y misterioso obtenido mediante fuertes contrastes lumínicos y perspectivas más o menos trucadas, un arte muy decorativo que estuvo muy de moda en un cierto momento.


Frederik van Valckenborch. La caída de Troya



Gillis van Valckenborch. Naufragio frente a una costa con Eneas.



Gillis van Valckenborch. Paisaje de bosque ribereño.



Gillis van Valckenborch. Paiseaje de montañas boscosas con varios puentes.



Gillis van Valckenborch. Paisaje de montaña con dos molinos de agua, 1612.




El Juicio de Paris

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"Helena. La amaba ya antes de haberla visto. La culpa fue de aquella divina mujer" -Sigue, sigue abuelo, cuéntanos lo de aquella vez, cuéntanos lo del juicio. Los jóvenes se han arremolinado alrededor de un viejo borrachín de mano temblorosa y mirada un poco perdida. -Cuéntanos lo del juicio, venga. "Dadme un traguito, que tengo la boca seca. Así está mejor ¿Qué queréis que os cuente? Si ya me la habéis oido contar muchas veces, además, es tarde, bueno, en fin,  que empiezo, callaos. 

No conocía a aquella gente, pero me acuerdo como si hubiese sucedido ayer mismo. Era yo muy joven entonces y llevaba a pastar las vacadas de mi suegro allá por el monte Ida. Era el mediodía, a la hora en que hasta los bueyes se meten bajo los árboles buscando la sombra. Me llegué junto al Escamandro a echar una siestecita, el rumor del río y la sombra convidaban al sueño. No sé cuánto tiempo dormí, pero sé que un hombre extranjero me tocó en el hombro con una especie de vara que llevaba. Su apariencia era diferente a todas las personas que yo hubiera conocido, ni joven ni viejo, parecía flotar, o era su mirada la que parecia suspenderlo todo en una luz especial, no sé. Con él estaban tres mujeres, ¡Madre mía! ¡Qué mujeres! ¿Si eran diosas? Diosas sin duda debían de ser, porque otras tan guapas y tan señoras yo no he visto ni volveré a ver en esta cochina tierra, mujeres no, seguro, que las mujeres por aquí todas tienen el entrecejo frondoso y un bigote mediano, todas las manos hechas cisco de trabajar en el campo y la piel aceitunada. Aquellas eran otra cosa, blancas como la nieve, los mofletes bien colorados y unos labios que eran como fresitas maduras, estaban retraídas detrás del hombre que me despertó. 

Cuando salí del sueño el hombre me dijo: -Paris, espabila, que tienes que hacer una cosa. Estas que ves aquí son tres diosas principales. El Padre Zeus te manda que escojas cuál de ellas es la más hemosa de todas. Yo no decía nada, estaba como atontado. El hombre volvió a hablar: -Paris, ea, deja de hacer el tonto, cierra la boca y ponte a ello. Yo no salía de mi asombro, pero ya las tres mujeres se me acercaban de una en una, según su categoría, entiendo yo, y empezaron a hablar. La primera se le veía que estaba acostumbrada a mandar, una señorona de armas tomar, con corona y cetro y una ropa muy limpia y muy imponente, descendió de un carro que conducían pavos reales y se me dirigió con estas palabras: "Paris, muchacho, tú puedes tener lo que tú quieras, eres un joven sin duda ambicioso y capaz, si me eliges a mí como la más bella, yo te haré rey de toda Asia, tus súbditos se contarán por miles y tus tesoros brillarán de oro y gemas, nadie habrá que se te iguale." Así me habló y con tan autoritario acento que no me hubiese podido resistir a su mandato si no se hubiese ya acercado la segunda. 

Ésta llevaba un casco, escudo y lanza, como un guerrero, a más de una especie de piel escamosa a modo de toquilla de la que colgaban, como si fuesen los flecos, cabezas de serpientes. Sus ojos te taladraban, eran brillantes como los de la lechuza cuando caza de noche. Esto es lo que me dijo: "Paris, mientras tú dejas pasar tus días aquí entre las vacas, otros jóvenes están ganando la gloria con hechos de armas y la Fama pregona sus nobles acciones. Tú tienes sangre en las venas y valor y fuerza como cualquiera, si me eliges a mí te convertiré en el héroe más famoso del mundo, todos cantarán tus hazañas, los reyes te querrán como aliado, las ciudades te temerán, las mujeres caerán en tus brazos, el tesoro que ésta te prometía tú mismo lo conquistarás con tus propias manos." Así habló y tras lo dicho quedóse callada taladrándome con esa mirada hipnótica... 

La tercera no habló, al menos al principio no recuerdo que dijera nada, sólo aproximó su bellísimo cuerpo, un cuerpo que exhalaba un aroma divino a la vez que iluminaba cuanto le rodeaba, ¡tan bello! Ella no decía nada, pero su sonrisa aplacaba los vientos, su aliento hacía florecer el prado en derredor. Cuando habló fue como si una música sonara en mi cabeza: "Paris, Paris, el más guapo zagal de toda Asia, seguro que ninguna mujer digna de esa belleza se acerca a tu lecho y te hace disfutar de todos los gozos que yo sola conozco. Elígeme y te prometo que yo te proporcionaré a la mujer más bella del mundo. Helena es su nombre y ella, como tú, espera compartir sus dones con un hombre a su altura. Paris, Paris, no hagas caso de estas amargadas, el poder y la gloria son polvo, menos que polvo, cuando seas viejo de nada te servirá haber sido el más poderoso o el más valiente. Si me haces caso habrás sido el hombre más feliz, amando a la más hemosa de las mujeres y amado por ella, ni siquiera la muerte podrá borrar el recuerdo de tus amores. Vive, sé feliz el tiempo que se os concede a los mortales, ama, Paris." 

Todo lo que vino después ya lo sabéis, elegí a aquella diosa, Afrodita dicen que se llamaba, en verdad era la más guapa. Ella me hizo conocer a Helena. Fuimos muy felices, el mundo entero saltó luego en pedazos a nuestro alrededor y todo se perdió. Pero aún ahora recuerdo su belleza, aún ahora me queda el sabor de sus besos. He vivido y he amado, no me arrepiento de nada." -Venga abuelo, ¿Que tú, un viejo borracho, has tenido a la mujer más bella del mundo? ¿A Helena la de Troya? ¿Y qué más? ¡Menudo cuento tienes! En la taberna, en algún perdido lugar del que no quiero acordarme, los compadres brindan y ríen, y charlan, y entretanto el abuelo se adormece en el banco, mecido por el ruido de la charla y por las copas, duerme y sueña con su bella Helena y vuelven a ser jóvenes los dos por los campos del Ida...





 Juicio de Paris, Mosaico de los amores. Ciudad romana de Cástulo.




 Ara Casali, con escenas del juicio de Paris y de la guerra de Troya. Museo Pío Clementino, Roma.



 
 Autor desconocido (Italia) Juicio de Paris, 1430.




 Apollonio di Giovani, miniatura representando el juicio de Paris y el rapto de Ganímedes. 1450-60




 Francesco di Giorgio Martini, juicio de Paris, 1480. J. Paul Getty Museum, Malibú.




 Maestro del panel de los Argonautas, Juicio de Paris, 1480. Harvard Art Museums, Massachusetts




 Sandro Botticelli, Juicio de Paris, 1483-85. Fundación Giorgio Cini, Venecia.




 
Juan de Juanes (Vicente Juan Macip), Juicio de Paris, ca. 1523, Museo de Bellas Artes de Valencia.




 Lucas Cranach el Viejo, Juicio de Paris, 1528. Metropolitan Museum of Art, NY.




 Maestro del monograma PG, El sueño de Paris, 1536. Art Institute, Chicago.



 
Gillis van Coninxloo, Paisaje con el juicio de Paris, ca. 1600. National Museum of Western Art.




 Joachim Wtewael, el juicio de Paris, 1615. The National Gallery, Londres.




 Pieter Paul Rubens, El juicio de Paris, 1632-35. The National Gallery, Londres.



 
Claude Lorrain, el juicio de Paris, 1645-46. National Gallery of Art, Washington.




 Luca Giordano, El juicio de Paris, 1681-88. Museo del Hermitage, San Petersburgo.




Antoine Watteau, El juicio de Paris, 1718-21. Musée du Louvre, Paris.





 Angelica Kauffmann, El juicio de Paris, ca. 1781. Museo de Arte de Ponce, Puerto Rico.



Francois-Xavier Fabre, Juicio de Paris, 1808, Virginia Museum of Art.




William Blake, The Judgement of Paris (acuarela) 1806-17. The British Museum, Londres.




 Enrique Simonet Lombardo, El juicio de Paris, 1904. Museo de Málaga




 Arno Brecker, El juicio de Paris, 1946.




Margret Eicher. El juicio de Paris, (tapiz) 2002. Colección privada.



La huida a Egipto

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"Así que se partieron (los magos), he aquí que un ángel del Señor se aparece en sueños a José, diciéndole: Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto, y estáte allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para acabar con él. Él, levantándose, tomó consigo al niño y a su madre, de noche, y se refugió en Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliese lo dicho por el Señor por boca del profeta: De Egipto llamé a mi hijo"

Mateo, 2, 13-16.



Fra Angelico (1395-1455)




 Joachim Patinir (1480-1524)




 Pieter Brueghel el viejo (1525-1569)




 Domenikos Theotokopoulos, el Greco (1541-1614)




Adam Elsheimer (1578-1610)




 Abraham Bloemaert (1564-1651)




 Aert de Gelder (1645-1727)




Francisco de Zurbarán (1598-1664)




 Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682)




 Adriaen van der Werff (1659-1722)




 Rembrandt Hamenszoon van Rijn (1606-1669)




 Orazio Gentileschi (1563-1639)




 Cornelis van Poelenburgh (1594-1667)




 Joachim Wtewael (1566-1638)




 Claude Lorrain (1600-1682)




 Pierre Patel (1605-1676)




 Carl Spitzbeg (1808-1885)




 Jean-Léon Gérôme (1824-1904)




 José Ferraz de Almeida Junior (1850-1899)




 Henry Ossawa Tanner (1859-1937)




 John Singer Sargent (1856-1925)




Jean-François Millet (1814-1875)




La sonrisa de Carl Spitzweg

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La sonrisa es un arte delicado que no está al alcance de todos los talentos; hay personas intensas que, bien ríen a carcajadas, bien se enfadan terriblemente, bien lloran como niños, pero sin embargo jamás han podido sonreir. Los fanáticos tampoco sonríen nunca, no sólo no sonríen ellos, sino que no toleran que nadie se sonría a su alrededor, ni siquiera para sus adentros, lo consideran una ofensa; para el fanático todo es perfectamente serio: el bien, el mal... Sonreir expresa un distanciamiento irónico que no cabe en su mundo sin matices. 

Quien sonríe, aunque sea para sus adentros, expresa en efecto un distanciamiento, una disidencia, una disidencia burlona, pero en tono delicado y cortés. Quien sonríe no será el tipo de persona que señala con el dedo al diferente, ni el que se burla de las caídas del prójimo, más bien me parece uno de esos tipos que se ha reído ya no poco de sí mismo y que por tanto se atreve a sonreir también ante las torpezas, la ilusiones, los autoengaños, las coqueterías de sus vecinos, pero sobre todo se sonríe, y mucho, de la fatuidad, la prepotencia, los humos o la intolerancia de algunos.

La sonrisa es algo así como una crítica en ciernes, una que no se atreve a ser pronunciada por pura delicadeza, por educación, o simplemente por la caritativa consideración de que, al fin y al cabo, todos somos más o menos ridículos, según se mire, y no tenemos que tomarnos nada demasiado en serio, especialmente no tenemos que tomarnos a nosotros mismos demasiado en serio. 

Por eso siempre he pensado que una sociedad civilizada siempre sería aquella en la que más y mejor sonriésemos, o sea, justo lo contrario de lo que vivimos en la actualidad, donde cada quisque tiene sus intocables, vocifera sus verdades no pedidas y nos acribilla con acerbas críticas si nos hemos atrevido a sonreir, aunque sea levemente, sobre alguna de sus creencias sagradas. Pobre de ti si haces broma de cualquier colectivo de los que tienen la patente de corso de la indignación oficial. Los nuevos inquisidores vendrán en masa a increparte y ponerte en tu lugar, la picota.

Por eso, y no porque crea que sea un pintor magistral (aparte ¿qué es un pintor magistral?) me gusta tanto el bávaro Carl Spitzweg (1808 - 1885). Este pintor encarna en su pintura el buen humor, la sonrisa bienitencionada. La distancia entre Spitzweg y sus contemporáneos se entiende en un segundo si uno se para a comparar el hombre solitario del cuadro de Caspar Friedrich"El caminante sobre un mar de niebla" con los personajes solitarios que tan a menudo aparecen en los cuadros de Spitzweg, mientras el personaje de Friedrich parece abismado en profundos pensamientos o trascendiendo en su comunión con la Naturaleza, los solterones de Spitzweg, cada uno cultivando sus peculiares manías, nos convidan a mirarnos a nosotros mismos y cultivar una sana autoironía.

El humor de Spitzweg apunta en todas direcciones: soldados que vigilan murallas que nadie parece a punto de querer atacar, enamorados líricos y tontorrones, los graciosos, los artistas y sus ínfulas, los solitarios-solterones (probablemente como el autor mismo, cuya larga y burguesa vida deja pocas anécdotas que contar), el clero, al que, frente al aura mística de un Franz Oehme en "La catedral en invierno", en lugar de representarlo rezando o en actitud heroica, nos lo muestra siempre enfrascado en actividades cotidianas y banales.

Sin embargo este humor no es nunca malvado ni pretende ser hiriente, ni tampoco moralista ni aleccionador, es una sátira en tono menor cuyo perfume, como mandan los cánones de la buena educación, casi no se nota. Es captado por las almas inteligentes y avisadas y resbala sobre los duros de mollera y de este modo los esquiva. Que Vds. lo disfruten.



Carl Spitzweg. El poeta pobre, 1839.






 Carl Spitzweg. Miércoles de Ceniza






 Carl Spitzweg. La rata de biblioteca






 Carl Spitzweg. El cazador de mariposas






 Carl Spitzweg. Haciendo punto en el puesto de avanzada.






 Carl Spitzweg. Una visita.






 Carl Spitzweg. El brujo.






 Carl Spitzweg. Monje cocinando.






 Carl Spitzweg. Monjes disputando.






 Carl Spitzweg. Eremita haciendo punto.






 Carl Spitzweg. El amigo de las flores.






 Carl Spitzweg. De guardia.






 Carl Spitzweg. El naturalista.






 Carl Spitzweg. El vendedor de libros.






 Carl Spitzweg. El escritor.






 Carl Spitzweg. El jardinero aficionado.






 Carl Spitzweg. El pintor bajo el paraguas en el bosque.






 Carl Spitzweg.El pintor de paisaje.






 Carl Spitzweg.El cactus.



Gracias a una extraordinaria coincidencia de la que me acaban de informar, Juan Muro, editor del conocido blog de arte El Dibujante acaba de publicar una excelente entrada sobre Carl Spitzweg que merece ser leída, ya que es muy interesante e informativa. He aquí el vínculo:


Del mismo modo Ignacio Viloria en su blog Líneas sobre arte también hbla de la obra de Spitzweg (éste sí que lo había leído). Muy interesante:





Viaje de invierno: Max Clarenbach

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Para quienes vivimos en el extremo Sur de Europa, a orillas del Mediterráneo, el invierno es apenas una pausa, un breve periodo de licencia en que descansamos un poco del permanente calor, el sol nos quema un poco menos de lo habitual y las tardes acaban abruptamente, de manera que como te eches la siesta, te levantas ya de noche. Más allá de esto no suele haber grandes cambios, no es que llueva mucho más que de ordinario, es decir, casi no llueve, nevar es algo que no se conoce, si acaso el cielo suele adoptar una calidad gris acero y el viento, cuando sopla desde la meseta, hace maldecir a los peatones. 

Este año sin embargo, por esas excentricidades del cambio climático, ha hecho un invierno de los que contaremos a nuestros nietos en años venideros: la gripe galopa cual jinete del Apocalipsis, nieva hasta en la playa, llueve como en los tiempos de Noé  y hace un frío de mil demonios. Seguramente por eso es por lo que me ha venido a la cabeza un pintor tan invernal comoClarenbach.

Max Clarenbach (Neuss 1880 - Wittlaer 1952), estudió en la Academia de arte de Düsseldorff, su preferencia por el paisaje le conducirá a conectar con las escuelas de La Haya, Barbizon y con el movimiento impresionista. Junto con otros pintores funda en Düsseldorf el movimiento Sonderbund, que actúa como ariete para introducir en Alemania durante la primera década del siglo XX la nueva percepción del paisaje que venía de la vecina Francia. 

Con todo, y sin querer minimizar estas influencias, yo creo que Clarenbach consigue elaborar un estilo bastante personal; si se observan con un poco de detenimiento sus paisajes invernales, que son los que le han dado más celebridad, y se comparan estos con los paralelos inevitables de un Monet, Pissarro, Sisley o con cualquier otro impresionista francés o americano, o incluso con el paisajismo nórdico (piénsese por ejemplo en Akseli Gallen Kallela o en Eero Jarnefelt) o con los inevitables paisajes nevados de la escuela rusa (Duvovskoy, Savrasov, Levithan, Shishkin, etc), se podrá apreciar inmediatamente la originalidad de Clarenbach. 

Hay en este pintor una renuncia a representar el aspecto glorioso de la nieve, esas blancas superficies soleadas y algodonosas, luminosas extensiones de gélido azul; su contacto con la estación invernal tiene una nota más íntima y menos espectacular: prefiere los días grises, la nieve sucia, que decía Dostoyevski, las zonas pardas de vegetación muerta, los perfiles imprecisos de cuando empieza tímida la primavera y junto a la nieve se ven despuntar retales de hierba aqui y allá. 

No veremos en Clarenbach celajes azules, ni aguas cristalinas, más bien hay una opción estética deliberada por operar con una paleta de color reducida a mínimos: grises que viran hacia el azul o el malva, pero sin dejar de ser grises, blancos apagados, sucios, marrón, o más bien verde amarronado, la nieve amortigua y casi mata el color: ése es el paisaje invernal que quiere mostrarnos, esa carencia, esa nota amortiguada y silente. 

Tiene esta pintura sin embargo una poesía triste y al mismo tiempo muy entrañable, nos habla desde el sosiego de una naturaleza ciertamente no amigable ni risueña, pero tampoco hostil. Los paisajes de Clarenbach transmiten  paz, quietud, un deseo de silencio y ausencia. Si tuviera que comparar el arte de Max Clarenbach con algo diría que se parece a ese canto del mirlo que escuchamos solitario en medio de la noche. Silencio, ausencia, espera, melancolía, eso es el invierno ¿o no?








































































































Como todo melómano sabe, Viaje de invierno es el título de un ciclo de canciones de Franz Schubert. Las pinturas de Max Clarenbach me llevan inevitablemente a acordarme de este ciclo de Schubert. Yo lo había oído en la versión de Dietrich Fischer-Dieskau, que hizo una versión maravillosa de este ciclo, y hasta hoy pensaba que era sin discusión la mejor que se había hecho y que podía llegar a hacerse, hasta que me he topado, es la palabra exacta, con esta versión de Thomas Quasthoff. Oigan Vds. y juzguen por sí mismos, y sobre todo opinen.

Franz Schubert. Der Leiermann, lied perteneciente a la serie Winterreise
Thomas Quasthoff, bajo-barítono, y Daniel Barenboim, piano.


Luces del extremo Norte I. Emily Carr

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Con esta entrada dedicada a la pintora canadiense Emily Carr (Victoria, Columbia Británica 1871 - Victoria, Canadá 1945) comienza una trilogía que nos llevará a conocer la obra de tres artistas que vivieron en países cercanos al círculo polar ártico y pintaron los singulares paisajes de esas tierras extremas.

Emily Carr nace la antigua Columbia británica, en el seno de una familia inglesa presbiteriana, donde recibe una educación tradicional, y, si bien sus padres la estimulan en sus inclinaciones artísticas, no será hasta 1890, tras la muerte de estos, cuando Emily se traslade a San Francisco y comience sus estudios en el San Francisco Art Institute. Tras los años americanos viajará a Londres en 1899 donde cursa en la Westminster School of Art. Sin embargo esta formación de corte academicista no acaba de satisfacerla y parte a París en 1910 donde estudia en la Academia Colarossi; en esta ciudad entra en contacto con la pintura de vanguardia de los Fauves y, a través de ellos, con el expresionismo alemán del grupo Der blaue reiter y con el cubismo.

Allí intenta abrirse paso como pintora, pero se siente decepcionada por la escasa repercusión de su obra en los círculos artísticos y vuelve a su patria, decidida a abandonar la pintura, ya que su obra moderna se enfrenta a la más completa incomprensión en un mundo tan provinciano como el Canadá de la época, sin embargo en la década de los 20 contacta con el grupo de los siete, también llamado la Escuela Algonquina, grupo de influyentes pintores del paisaje canadiense que se habían unido para exponer conjuntamente y reformar el arte de su país. 

Otra influencia relevante en la obra de Emily Carr será la pintora americana Georgia O'Keefe, su alter ego estadounidense,con la que, además de la condición femenina, comparte el deseo por la experimentación y la pasión por el paisaje. Estas cuatro influencias, expresionismo, fauvismo, grupo de los siete y Georgia O'Keefe sirven para comprender algo mejor la visión particular del paisaje de nuestra pintora y poner en contexto su obra. 

El rasgo más característico sin embargo, que diferencia a Carr de las vanguardias europeas contemporáneas, es su interés por el arte de los pueblos nativos americanos, arte del que extraerá una fuente de inspiración para su propia obra. Emily Carr viaja a menudo para conocer a fondo las diferentes culturas indígenas del Canadá y su arte. La artista narrará más tarde sus experiencias con las poblaciones nativas en un libro titulado Klee Wyck"la que ríe", que es el apodo que le había puesto el pueblo Nuu-chah-nulth de la costa oeste de la isla Vancouver. Este será uno de sus libros más leídos y fue premiado con el premio del Gobernador General en 1941, a este se sumarán otros libros de corte autobiográfico. Hoy Emily Carr es una de las figuras más prominentes de la cultura canadiense, tanto por su obra pictórica como por su legado literario.

He conocido la obra de Emily Carr un poco por casualidad, pero me impresiona mucho su carácter pasional, su acercamiento a un aspecto oscuro y ctónico del paisaje, su pincelada vibrante, su cromatismo frío y su interesantísima integración del arte nativo americano en una obra de vanguardia, me parece una joya que merece ser conocida y apreciada en todo su valor.







































































































Para saber más acerca de la biografía de Emily Carr les recomiendo estos vínculos: el primero, una biografía muy completa y documentada, en inglés y el segundo no menos interesante, aunque con una traducción algo patosa al castellano. El tercer vínculo es el artículo de la Wikipedia sobre el Grupo de los siete, que les hará conocer a unos interesantísimos pintores.

http://www.arthistoryarchive.com/arthistory/canadian/Emily-Carr.html

http://frayco.blogspot.com.es/2015/05/emily-carr.html

Group of Seven



 

Luces del extremo Norte II. Akseli Gallen-Kallela

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La segunda jornada de nuestro viaje por el Norte nos lleva a encontrarmos con Akseli Gallen-Kallela (Pori, Finlandia 1865 - Estocolmo, Suecia 1931). Este pintor e ilustrador es un personaje enormemente famoso y venerado, con razón, en su patria, ya que, además de ser un grandísimo artista con una obra muy extensa y variada, es también es un héroe nacional que colaboró en la guerra de liberación de Finlandia de 1918, que obligó a Rusia a retirarse de Finlandia y permitió a ésta convertirse en un país independiente.

Así Gallen-Kallela, en la estela de los artistas del romanticismo, conjuga su activismo cívico con poner en imágenes las leyendas patrias a través de las ilustraciones que hizo para el Kalevala, el poema épico de Elias Lönnrot que recoge las leyendas folklóricas de la región de Carelia y que es hoy la epopeya nacional de Finlandia. 

La formación artística de Gallen-Kallela sin embargo es bastante más cosmopolita y se vincula, cómo no, a París, donde estudió en la prestigiosa Académie Julian, vinculándose a las tradiciones de la escuela realista, si bien en sus temas histórico-mitológicos se decanta por una estética más próxima al simbolismo y en sus trabajos públicos, como los frescos que pintó para el vestíbulo central del Museo de Historia Nacional de Finlandia, se acerca a la corriente Art Nouveau. 

No es sin embargo su faceta como ilustrador del Kalevala, ni sus trabajos públicos, la que me ha interesado en esta ocasión, ni siquiera su gran legado como retratista de los personajes públicos de su época, una obra no tan conocida pero muy interesante, sino su bellísima obra como pintor de paisajes, en especial los paisajes de su tierra natal.

En esta faceta de su obra me parece que el autor se muestra menos grandilocuente que en otras temáticas, vuelve sobre su vocación realista de trasladar al lienzo la impresionante naturaleza nórdica, con sus extremados cambios estacionales, el color de sus crepúsculos, las perspectivas de los lagos y sus cambiantes reflejos, la paz del campo. Akseli Gallen-Kallela decía que pintaba paisajes para purificarse, es un modo muy significativo de hablar, el pintor en la naturaleza, como un ojo que mira y que intenta trasladar al lienzo lo que percibe mientras se deja al mismo tiempo penetrar por todo lo que le envuelve. 

Esta pintura de paisaje es una obra sencilla, pintada con gran economía de medios y de una enorme efectividad y solvencia técnica, pero que al mismo tiempo posee una poesía muy íntima, ligada sin duda a su gran amor por la naturaleza, que merece por tanto un acercamiento respetuoso y atento para no perderse ninguno de sus delicados matices. Les invito a disfrutarla.




Akseli Gallen-Kallela . Puesta de sol sobre el lago Ruovesi.




 Akseli Gallen-Kallel. Vista del lago,1901. Suomen Kansallisgalleria




 Akseli Gallen-Kallela. Nubes sobre un lago, 1904-1606.




Akseli Gallen-Kallela. Lago Keitele, 1905. National Gallery, Londres.




 Akseli Gallen-Kallela. Torres de nubes, 1904.




 Akseli Gallen-Kallela. Hielo rompiédose sobre el lago Ruovesi.




 Akseli Gallen-Kallela. Angélica silvestre, 1889. Ateneumin Taidemuseo - Suomen Kansallisgalleria




 Akseli Gallen-Kallela. Paisaje desde Ruovesi, 1900. Colección privada.




 Akseli Gallen-Kallela. Paisaje con árboles de Kalelasta, 1915-1918. Colección privada.




 Akseli Gallen-Kallela. Abedul




 Akseli Gallen-Kallela. La primera nieve.




 Akseli Gallen-Kallela. Taoshemmet al sol, 1925.




 Akseli Gallen-Kallela. El pino roto, 1906. Colección privada




 Akseli Gallen-Kallela. Imatra




 Akseli Gallen-Kallela. Escena de invierno en Imatra, 1893. Ateneumin Taidemuseo - Suomen Kansallisgalleria




 Akseli Gallen-Kallela. Sol de verano desde Konginkangas, 1906. Colección privada.




 Akseli Gallen-Kallela. La guarida del lince.




 Akseli Gallen-Kallela. Puesta de sol, 1899.




 Akseli Gallen-Kallela. Crepúsculo sobre el lago.




Akseli Gallen-Kallela. El pescador, 1906.




Luces del extremo Norte III. Camille Seaman

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No puedo acabar mi periplo por el extremo Norte sin mostrar las bellísimas fotografías de Camille Seaman (1969). Sus series The Last Iceberg son un himno, una apasionada declaración de amor a una Naturaleza amenazada. Los Icebergs, como las grandes ballenas, son hoy una especie en peligro de extinción, quién sabe, quizás Seaman al fotografiar estos grandes Leviatanes helados esté intentando preservar para la posteridad al menos su imagen, para poder algún día decirles a nuestros nietos: Así eran de bellos. Para que los venideros, que acaso no lleguen ya a ver estas gigantescas moles surcando los mares, puedan al menos recordarlos al mirar sus fotografías. 

Ojalá que no sea así, ojalá lleguemos a tiempo, pero hay indudablemente algo de despedida en estas fotos, antes decía un himno, más bien un canto del cisne. El calentamiento global disminuye cada año la capa de hielo, tanto en la Antártida como en Groenlandia, la banquisa de hielo mengua cada año; es un hecho: según datos de la Agencia Espacial Europea el sur de la península antártica pierde 60 Km3 de hielo al año desde 2009 por el calentamiento de los océanos. En este contexto la obra de Camille Seaman, además de su extraodinaria belleza como obra artística, adquiere un valor de testimonio, de denuncia que nos conmina a actuar. 

A veces, cuando se habla de las catastróficas consecuencias del cambio climático, se suele incidir, como es lógico, en las letales consecuencias que tendrá para la especie humana, otros, los animalistas, denuncian que estamos viviendo la era de la Gran Extinción, miles de especies desaparecen cada día y nos quedamos cada vez más solos en el planeta. 

Sin embargo Seaman ha sabido llegar aún más lejos, ha sabido percibir que hay además otras cosas, como los Icebergs, que también merecen perdurar y que no deben desaparecer. Estaríamos tentados de decir ¿qué es un trozo de hielo frente a la posible desaparición de los seres humanos? Todo cuenta en la Creación de Dios y nada debería poder arrogarse ser más valioso que nada, desde el microorganismo hasta el ser humano, desde los volcanes hasta los Icebergs, todo contribuye en la economía de Gaia, nuestro amado planeta viviente.






 Stranded Iceberg I (Horizontal). Cape Bird, Antarctica, December 25, 2006.





 Stranded Icebergs Detail II. Cape Bird, Antarctica, December 25, 2006.





 Iceberg in the Evening, Greenland, 2012.





 Falling Down Iceberg. Antarctica, December 3, 2007.





 Breaching Iceberg. Greenland, August 8, 2008.





 Iceberg with Seal Blood. Qassiarsuq, West Greenland, September 2009.





 The Cloud Makers (Detail) I. Antarctic Sound, Antarctica, February 2010.





 The Shape of Things to Come II. Antarctic Sound, Antarctica, February 2010.





 The Shape of Things to Come. Antarctic Sound, Antarctica, February 2010.





 There is a Crack in Evereything. Antarctic Sound, Antarctica, February 2010.





 Grand Pinnacle Iceberg. East Geenland. September 2006.





 Sun Dimpled Iceberg in Errera Channel, Antarctic Peninsula, December 2007.





 Giant Non-Tabular (Wedge) Iceberg, Weddel Sea, Antarctica, December 2005.





 Death is Not the End. Antarctic Peninsula, December 2008.





 Lost at Sea. West Geenland, August 2009.





 Rouded Bergy Beat. Antarctic Peninsula, February 2010.





 Tabular Iceberg Detail. Antarctic Sound, Antarctica, February 2010.





 Floating Icebergs in Drift Ice II, Ross Sea, Antarctica, December 2007.





 Bottoms Up. Qassiarsuq, Greenland, September 2009.





Iceberg at Sunset. West Greenland, August 2009.


Para conocer mejor la obra de esta extraordinaria fotógrafa americana, nada mejor que su propia página web donde están los portfolios de todas sus series:
Camille Seaman Portfolios

También es muy recomendable este vínculo a una página muy completa sobre la obra de esta artista:
http://www.soulcatcherstudio.com/artists/seaman.html



Al que tenga en sus manos mi calavera

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Bien pelada por ávidos gusanos,
nítida, calva, sonriente, huera,
tibia de sol tendrás mi calavera
bajo el cielo de abril, sobre tus manos.

En ella buscarás ecos lejanos
como si un caracol marino fuera,
pues te llegó rodando a su manera
del tiempo en los ignotos oceanos.

Tú le preguntarás, dime ¿qué sabes
del tiempo en que tu risa florecía
y el dulce amor sobre tus ojos era?

Y respondiendo a tus preguntas graves
amarga y voluptuosa de ironía
reirá bajo el sol mi calavera.


                                          Bilbao, 1917
                         Rafael Sánchez Mazas (1894-1966)




Hugo Simberg. El jardín de la Muerte, 1896.


 

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