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¡Y yo con estos pelos!: Hyacinthe Rigaud, un catalán en la corte del Rey Sol

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Los caballeros en el siglo XVII impusieron la moda de llevar largas y frondosas melenas y esto constituía una señal de hidalguía y elegancia. Así estaban las cosas cuando su majestad Luis XIV de Francia, el Rey Sol, comenzó a quedarse algo despejado de su majestuosa azotea. ¡Cielos! No podía ser, había que hacer algo al respecto. Así fue como se extendió la duradera moda de las pelucas. El rey, igual que llevaba unos zapatos con tacón alto para disimular su corta estatura, comenzó a llevar unos cada vez más frondosos, elevados y tupidos pelucones, que le daban un aspecto de lo más imponente. Era tal su afición a las pelucas que no se las quitaba ni delante de sus ayudas de cámara, no fuera que alguien al ver la calva regia, sintiera menos respeto por su real persona. Su peluquero principal, Monsieur Binette, se convirtió en el dictador de la moda.

En España, unos años más tarde, su nieto Felipe V encarga que se le hagan pelucas y especifica a su proveedor: "Los cabellos de que se han de componer estas pelucas es preciso que sean de caballeros o de señoritas, en esto no debe haber engaño [...] también desea que estos cabellos pertenezcan a personas conocidas, pues dice que podrían ser objeto de sortilegios". Lo de los sortilegios es lo que más preocupado me tiene, además de los consabidos piojos, si te descuidas te echan una maldición en la peluca y vas, literalmente, de cráneo.

Esta era la moda de París y luego de toda la Europa elegante y así es como los ricos y los poderosos quieren ser representados con sus frondosas y molonas guedejas al viento. Es por estos adornos capilares que me ha venido a la cabeza el arte de un retratista que tuvo un inmenso éxito en la Francia del rey sol, un catalán, de Perpiñán para más señas, Hyacinthe Rigaud (Perpignan 1659 - Paris 1743). Este pintor catalán, descendiente de pintores doradores, se forma en sus inicios en Montpellier con Antoine Ranc, antes de viajar a Lyon, donde se familiariza con la gran tradición del retrato representada por Tiziano, Rubens y Van Dyck. En Paris hace una entrada por todo lo alto, en 1682 gana el premio de Roma, que le habilitaba para viajar pensionado a esta capital del arte, pero sigue el astuto consejo del pintor del rey, Le Brun, de quedarse en la corte y estudiar los retratos reales, y no le irá mal. 

Pronto comenzará a recibir infinitud de encargos, Rigaud es probablemente uno de los pintores que ha pintado a más personalidades europeas y que más lienzos ha producido, su catálogo sobrepasa de largo el millar de retratos. Por supuesto esto no lo hizo él solo, sino que trabajó, como era la costumbre, con un amplio taller de ayudantes, aunque las exigencias de calidad en la consecución del parecido con los modelos, de la textura  de los ropajes etc. era muy elevada, dado el destino de estas obras. 

Rigaud ejemplifica como nadie el tipo de retrato cortesano del barroco, ampuloso, dinámico, lisonjero, que proporciona a la clase dirigente de su tiempo la imagen de gloria y poder que ésta deseaba proyectar de sí misma. Como muestra un botón: el retrato del rey Luis XIV en grand costume, es decir, con el ropón de la coronación. Este retrato debe sortear unos cuantos obstáculos que hacían del rey Luis un hombre poco agraciado, en primer lugar es un hombre mayor, casi sin dentadura, bajito y con una prominente nariz de loro. Rigaud consigue disimular la baja estatura del rey utilizando un punto de vista bajo que nos hace contemplar al rey casi desde el suelo, con lo que parece más alto, su escasez dental se remedia cerrando la boca con gesto entre autoritario y adusto y la nariz con un tres cuartos con el ovalo de la cara, que debía por esa época ser bastante más grueso, enmarcado por la majestuosa peluca. Finalmente, la figura de un hombre mayor, ya no muy gallarda y algo tripona se dismula con los drapeados de armiño y terciopelo y la pose, imitada del retrato de Carlos I de Van Dyck, graciosamente girada. Et voilà, un photoshop perfecto, Luis hecho un chaval, pese a su casi sesenta años, lleno de gloria y majestad, al tiempo que parece casi en trance de iniciar un paso de danza. No es extraño que los monarcas extranjeros hiciesen cola, literalmente, para pasar por la cámara de Monsieur Rigaud.

Debe reconocerse sin embargo que el autor, cuando las exigencias de la dignitas de los retratados le permite ser algo menos adulador y soltar un poco más su pincel, consigue mostrar el gran artista que lleva dentro; así son maravillosos, por ejemplo, los retratos de su madre, María Serra, o los de compañeros artistas o de intelectuales, o los no muy halagüeños de su protector, el banquero Everhard Jabach o de la amante del rey, Madame de Maintenon. Debemos a Rigaud la iconografía de toda una época y el haber sabido representar con el esplendor que exigía aquella edad de oro, la legendaria corte del Rey Sol.




 Hyacinthe Rigaud. Louis XIV en grand costume. 1701. Musée du Louvre, Paris





  Hyacinthe Rigaud. Luis XIV, rey de Francia. 1701. Museo del Prado, Madrid





  Hyacinthe Rigaud. Felipe V, rey de España. 1700. Museo del Prado, Madrid.





  Hyacinthe Rigaud. Louis XV en grand costume. 1727-29. Versailles, Musée National.





  Hyacinthe Rigaud. Louis de France, Duc de Bourgogne.






  Hyacinthe Rigaud. Cardinal Bouillon





  Hyacinthe Rigaud. Cardinal Fleury






 Hyacinthe Rigaud. Retrato de la familia Le Jugue. 1699. National Gallery of Canada, Ottawa.





  Hyacinthe Rigaud. Retrato de la duquesa María de Nemours. 1705. Musée des Beaux Arts, Lausanne.





  Hyacinthe Rigaud. Retrato de Madame de Maintenon





  Hyacinthe Rigaud. Retrato de la duquesa palatina viuda. 1713. Palacio de Versalles





  Hyacinthe Rigaud. Retrato de María Serra, madre del artista.





  Hyacinthe Rigaud. Retrato de Gaspard Rigaud, hermano del artista.





  Hyacinthe Rigaud. Retrato de La Fontaine





  Hyacinthe Rigaud. Retrato del filósofo Bernard le Bovier de Fontenelle.





  Hyacinthe Rigaud. Retrato de Le Brun y Mignard. Musée du Louvre, Paris.





  Hyacinthe Rigaud. Retrato de Pierre Vincent Bertin.





  Hyacinthe Rigaud. Retrato de Everhard Jabach





  Hyacinthe Rigaud. Retrato de paje.





 Hyacinthe Rigaud. Autoportrait au turban. 1698. Perpignan, Museo Hyacinthe Rigaud.



Para saber más de Hyacinthe Rigaud: https://es.wikipedia.org/wiki/Hyacinthe_Rigaud


Una vida

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Encendiste una cerilla y su llama te cegó
de manera que no pudiste encontrar en la oscuridad lo que buscabas
antes de que la cerilla se consumiese entre tus dedos quemándote
y el dolor te hizo olvidar qué era lo que buscabas.



Henrik Nordbrandt (1945-)                       
Traducción de Francisco J. Uriz                             
 







10 pinturas que siempre quisiste ver, pero no sabías dónde estaban

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...hasta ahora. Estas diez maravillas puedes verlas siempre que quieras en el Museo de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, un precioso casón situado en pleno centro de Madrid, en la calle de Alcalá, a dos pasos de la Puerta del Sol. A pesar de los tesoros artísticos que contiene y de su situación tan céntrica, o quizás por eso mismo (como es bien sabido no hay mejor manera de ocultar algo que ponerlo lo más a la vista posible) es un lugar bastante desconocido. El museo de la Academia contiene una importantísima colección, fundamentalmente de arte español, pero también de arte italiano y flamenco, de los siglos XVI al XX. 

Sus salas pueden visitarse con total comodidad, ya que esta colección no es tan frecuentada como otras más conocidas del turista vandálico, como el Museo del Prado o el Reina Sofía. Esto es una delicia para el que desea disfrutar del arte con tranquilidad, ya que puede recorrer las salas a su gusto, sin verse molestado por el parloteo de los guías ni ver tapados los cuadros por los grupos de japoneses o de escolares. En este maravilloso entorno disfrutarás de sus obras casi en la intimidad con la sola compañía de los guardas y algún otro relajado visitante. En el vínculo contenido en el nombre del museo podrás ver todo lo que ofrece, yo no voy a contarte más, sólo añadiré que si me pidiesen que dijese cuál es mi museo favorito, sin duda éste es el primero que me viene a la mente. Sea este mi pequeño homenaje en el Día Internacional de los Museos a un lugar en el que he pasado tan buenos ratos.

Estos diez cuadros son sólo una selección muy personal, maniática y todo lo discutible que se quiera, apenas una pequeña muestra de lo que se puede encontrar en este lugar de visita imprescindible, pero, como se dice, para muestra un botón...



 Jusepe Ribera. Ascensión de María Magdalena. 1636





 Antonio de Pereda. El sueño del caballero. 1650





 Giuseppe Arcimboldo. Primavera. 1573





 Luis Paret y Alcázar. La circunspección de Diógenes. 1780





 Anton Raphael Mengs. Retrato de la marquesa de Llano. 1770





 Francisco de Goya y Lucientes. El entierro de la sardina. 1812-19





 Francisco de Goya y Lucientes. La Tirana. 1794





 Francisco de Goya y Lucientes. Autorretrato. 1790-95





 Antonio Muñoz Degrain. El Coloso de Rodas. 1914





Eduardo Chicharro Agüera. Las tentaciones de Buda. 1916-22




Taurinos y antitaurinos: La Tauromaquia de Goya

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Andamos los españoles hoy en día enconadamente divididos entorno a la antes llamada Fiesta Nacional, las corridas de toros. Los animalistas y antitaurinos escenifican sus protestas de maneras vistosas a veces, violentas alguna que otra, contra esta fiesta que tildan de bárbara y cruel, abogan por acabar con eso que llaman el maltrato animal. En el bando contrario los taurinos defienden el aspecto artístico y ritual de una fiesta que hunde sus raíces en una muy larga tradición, o bien aducen argumentos económicos, cómo no en estos tiempos, y nos ponen ante los ojos los puestos de trabajo y el montante económico que mueve la fiesta, así como el hecho incontrovertible de que, si se acabaran las corridas de toros, se extinguiría la raza del toro de lidia, ya que nadie gastaría las dehesas para criar un animal tan caro y ocioso. 

Permítaseme no decantarme ni por los unos ni por los otros. Comprendo los argumentos de ambos, me he sentido horrorizado como cualquiera en alguna ocasión viendo una cogida de un torero o una muerte particularmente cruel de algún toro, pero también siento una gran apego por ese cierto tipo de belleza intensa y al mismo tiempo delicada que desprende una buena faena de capote o unas banderillas bien puestas. No me considero un aficionado a los toros, pero no me parece bien ese afán prohibicionista que aqueja a todo ilustrado español, especialmente si se allega a un puesto de poder. Hágase en buena hora todo el reproche social que se quiera a diversiones que uno en su legítimo derecho podría considerar brutales o incluso vulgares, pero no se limite la libertad de los conciudadanos.

En esta polémica estaba pensando cuando me he ido a dar de bruces con la serie de grabados que Goya publicó en 1816 con el título de la Tauromaquia. Situémonos, Goya está en uno de sus momentos menos boyantes, acaba de librarse a duras penas del proceso de depuración que tuvieron que afrontar, a la vuelta de Fernando VII, los funcionarios que habían sido acusados de colaborar con el régimen francés (siempre se ha acusado a Goya, probablemente con razón, de afrancesado), al mismo tiempo ha caído en desgracia de su cargo de pintor de cámara, siendo sustituído por Vicente López Portaña, más del gusto del rey, los encargos que en otro tiempo le llovían ahora escasean, así que el pintor para intentar sobrevivir y hacer caja produce una gran cantidad de grabados, de esos años son los Desastres de la Guerra, los Caprichos y esta Tauromaquia.

En las series de grabados Goya se acerca a las más altas cotas de expresividad artística, al tiempo que se adelanta a la sensiblidad de su época, su intensidad dramática, su libertad de diseño, su intención satírica o crítica serán un ejemplo para un arte que aún está por nacer. En relación a la serie de la Tauromaquia, creo que hay que tener en cuenta varios hechos contextuales, la previa prohibición por Carlos IV de las corridas de toros en 1805, a raíz de unas muertes sucesivas en las plazas y de una importante campaña de los ilustrados en esa dirección, así como el hecho de pertenecer Goya a esos círculos junto con otras importantes personalidades de la ilustración española como Gaspar Melchor de Jovellanos o su amigo e inspirador, según parece, de esta serie, Juan Agustín Ceán Bermúdez

Si uno mira honradamente los grabados de esta serie debe reconocer que la imagen de la fiesta que muestran no es en absoluto complaciente, en ocasiones es cruel y desconcertante su regodeo en el desorden, la muerte y el aspecto trágico de la fiesta, nada parecido a otras series de grabados de tema taurino, como la que grabó su contemporáneo Antonio Carnicero, mucho más bonita desde el punto de vista del amante de los toros. 

Sin embargo, si tuviera que decir que Goya era él mismo un antitaurino no me atrevería a afirmar tal extremo; las imágenes, al tiempo que violencia e incluso horror, tienen una plasticidad, una belleza, un dinamismo exultante que no hablan tanto de muerte, creo yo, como de vida, vida en un extremo heroico, épico. Su estética en este aspecto, más que a lo bello, se aproxima al concepto de lo sublime que acuñara Kant y que luego se apropiaron los románticos. 

No me cuesta entender a Goya en este aspecto, como a él la fiesta de los toros en ocasiones me repele, pero al mismo tiempo me conmueve de un modo y con una intensidad que no soy capaz de explicar, reconozco que consiste en algo trágico, la muerte de un bello y noble animal, pero es de ese tipo de cosas que nos aterran y al mismo tiempo, y por eso mismo, no podemos de dejar de mirar.



Francisco de Goya y Lucientes. El famoso americano Mariano Ceballos





Francisco de Goya y Lucientes. Plaza partida.





Francisco de Goya y Lucientes. Desgracias acaecidas en el tendido de la plaza de Madrid y muerte el Alcalde de Torrejón. 1815.





Francisco de Goya y Lucientes. Banderillas de fuego





Francisco de Goya y Lucientes. El diestrísimo Estudiante de Falces embozado burla al toro con sus quiebros. 1815





Francisco de Goya y Lucientes. Diversión en España.





Francisco de Goya y Lucientes. El animoso moro Gazul fue el primero que alanceó toros en regla.





Francisco de Goya y Lucientes. Temeridad de Martincho en la plaza de Madrid.





Francisco de Goya y Lucientes. Desjarrete de la canalla con lanzas, medias-lunas, banderillas y otras armas.





Francisco de Goya y Lucientes. Ligereza y atrevimiento de Juanito Arpiñami en la plaza de Madrid.





Francisco de Goya y Lucientes. Caballo derribado por un toro.





Francisco de Goya y Lucientes. Caída de un picador y de su caballo debajo del toro





Francisco de Goya y Lucientes. Bravo toro.





Francisco de Goya y Lucientes.





Francisco de Goya y Lucientes. Pedro Romero mata a un toro parado.





Francisco de Goya y Lucientes. La desgraciada muerte de Pepe Illo en la plaza de Madrid. 1815.



Para quien desee informarse sobre las circunstancias que rodean la creación de la serie La Tauromaquia de Goya, pueden hacerlo en esta estupenda página de la Calcografía Nacional:http://www.realacademiabellasartessanfernando.com/es/goya/goya-en-la-calcografia-nacional/tauromaquia

Para tomar postura en la polémica taurinos-antitaurinos:

Julio Larraz

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Hace mucho tiempo, casi desde que comencé a editar este blog, que deseaba publicar una entrada sobre Julio Larraz (La Habana, Cuba 1944). Su pintura es de las que proporcionan un auténtico placer visual, uno se asoma a las imágenes que este pintor cubano crea y parece que le conducen a un universo con más intensidad,  siempre me ha gustado su colorido fuerte y saturado, sus preciosos azules, ese mar tan presente en su obra, me gusta su sencillez formal, o mejor dicho, su eficacia, que le hace un narrador extraordinario, va al grano, sus escenas cuentan con precisión ejemplar historias, intrigantes, ambiguas, la imagen es un gancho hacia la fantasía. Pintor figurativo, que no realista, Larraz no quiere retratar tal o cual paisaje, a tal o cual personaje, Larraz monta en su imaginación sus escenas, sus cuadros son a menudo, como las frases iniciales de un libro, una incitación al viaje.

Este pintor nacido en La Habana, hijo de un editor de periódicos que, desilusionado con el régimen castrista, emigró a los Estados Unidos en 1961, comenzó su carrera en New York dibujando caricaturas políticas para los principales periódicos, lo que le conectó desde sus inicios con la política, tema que nunca abandonará su área de intereses, tras un tiempo en esta actividad decide intentar pintar y con la ayuda de amigos pintores, como David Levine y Burton Silverman, adquiere los rudimentos de la técnica pictórica (aunque, como él mismo reconoce, su formación es en gran parte autodidacta) y de ahí surgieron los contactos necesarios para empezar a exponer. Su primera exposición individual tiene lugar en las Pyramid Galleries de Washington en 1971.

Cuando empezó su carrera pictórica la pintura abstracta estaba en los Estados Unidos en toda su fuerza y la pintura figurativa estaba prohibida por la crítica, que la consideraba un "arte degenerado" (¿de qué nos suena eso?), él sin embargo quiso ser desde el principio un pintor realista, ir a contracorriente, como los salmones, pensó, "se supone que esto es lo que no debo hacer, estupendo, pues esto es justo lo que voy a hacer", como ha reconocido en una entrevista. Según parece fue una decisión correcta, porque desde sus inicios el éxito de público le ha seguido en toda su carrera. Julio Larraz ha vivido en México, en París, en Florencia, en Miami, es un ciudadano del mundo que va donde le lleva el trabajo y que expone regularmente con las más prestigiosas galerías, como la Malborough británica o la Contini de Venecia o la Ascaso Gallery de Miami, entre otras. En su ya larga trayectoria ha acumulado numerosísimos galardones americanos e internacionales.

En esta extensa obra se reencuentran determinados temas que a lo largo de los años van marcando una trayectoria artística y mental, la política es uno de esos temas, y es entonces cuando su pintura, normalmente clara y diáfana, se entenebrece, vuelve el caricaturista que traza un retrato inmisericorde de los poderosos, de esos saurios que nos gobiernan desde sus lujosos despachos, aquí el cubano que tuvo que exiliarse de su Cuba natal afila su crítica contra esos dictadores latinoamericanos, por desgracia tan frecuentes. Otro gran tema que recorre la obra de Larraz es el eros, siempre de un modo, creo observar, ligeramente irónico, sus escenas eróticas complacen y son bellas y sensuales, pero siempre hay como un punto de reticencia, de distanciamiento o de humor.
 
Sin embargo yo diría que el gran tema de Julio Larraz es la mar. Parece, por lo que he leído, que es un navegante asiduo, no sé si de largas o cortas travesías, pero en cualquier caso tiene inoculado en la sangre el virus del mar, me recuerda a mi amigo el también pintor y también navegante, Martín Alía, los óleos de tema marino de Julio Larraz son los más gozosos, vitales, plenos y optimistas de su obra, cuando toca tierra nos cuenta historias enigmáticas o inquietantes,  pero cuando sale al mar vuelve a respirar el aire salino y excitante, vuelve a experimentar y transmitir el gozo del sol, del viento sobre la vela, la mirada se le llena de azul, de brillos, de espumas.



A mi compañero y amigo Martín Alía Alía.



 Julio Larraz. Dream, Children Please, 2004.





  Julio Larraz. Amalfi, 1996.





  Julio Larraz. En Cuba, 2000.





 Julio Larraz.  The Big Fish.





 Julio Larraz. Swimmer, 2006.





 Julio Larraz. Sicilia Catania.





  Julio Larraz. The house of the tragic poet, 2004.





  Julio Larraz. Punta Agravox, 2011.





  Julio Larraz. Il mar Tirreno a Cumae, 2012.





  Julio Larraz. Emperor & Slave, 2000.





 Julio Larraz. Meeting in Alexandria, 2009.





  Julio Larraz. Smoking Room, 2009.





  Julio Larraz. Dreaming of Delacroix, 2001.





  Julio Larraz. Casanova, 1987.





  Julio Larraz. His Last Dream 29 July, 2010.





  Julio Larraz. For you, Anaxagoras.





 Julio Larraz. Mirage.











 Julio Larraz. Mr. War, 2006.





 Julio Larraz. The age of reason, 2001.





  Julio Larraz. Dress Rehearsal, 2001.





  Julio Larraz. Brigadier General Andrés Malacara, premio Lenin de la Paz, 2005.





  Julio Larraz. Mariner Odysseus, 2005.





 Julio Larraz. Raining Stars, 2011.




Para saber más acerca de Julio Larraz:

Fabienne Verdier

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La nasa sirve para coger peces; cogido el pez, olvídate de la nasa. La trampa sirve para cazar conejos; cazado el conejo, olvídate de la trampa. La palabra sirve para expresar la idea; comprendida la idea, olvídate de la palabra. ¿Cómo podría yo encontrar un hombre que haya olvidado las palabras, para poder hablar con él?

Zhuang Zi. Libro XXVI Las cosas exteriores.













































Zhuping Man fue a aprender de Zhili Yi el arte de matar dragones. Pagó por ello mil monedas, toda su hacienda. Al cabo de tres años ya era un maestro en aquel arte, mas no halló manera de mostrar sus habilidades. 

Zhuang Zi. Libro XXXII Lie Yukou.








































El equilibrio es la norma suprema del mundo. Aplicable también a todos los seres corpóreos. Si un cabello está equilibrado y colgamos de él un cuerpo pesado, el equilibrio se mantendrá. Si el cabello se rompe es que no estaba equilibrado. Si está equilibrado ningún peso lo romperá. Los hombres piensan que esto no es natural, pero algunos saben que sí lo es.

Lie Zi. Tang Wen.


































Cuando el ojo está a punto de perder la visión,
llega a ver el pelo más diminuto.
Cuando el oído está cerca de la sordera,
se oye el vuelo de un pequeño mosquito.
Cuando la boca está a punto de perder el gusto,
se llega a distinguir las aguas de Zhi y de Sheng.
Cuando la nariz está a punto de perder el olfato, 
se llega a percibir el olor de la leña quemada.
Cuando el cuerpo está a punto de anquilosarse, 
alcanza una extremada agilidad.
Cuando la mente está a punto de extraviarse, 
llega el conocimiento del ser y del no ser.
Por eso sólo cuando una cosa llega a su límite,
puede conocer el retorno.


Lie Zi. Zhong Ni



























Fabienne Verdier (Paris 1962) es autora de una obra que me parece que está más allá de las palabras, por ello he preferido yuxtaponer sus pinturas con fragmentos sapienciales clásicos chinos, ya que la influencia del arte caligráfico chino tradicional, fuertemente imbuído de filosofía taoísta, es uno de los ejes que vertebran su arte (desde 1983 permaneció 10 años en Sichuan con el maestro Huang Yuan, experiencia que relata en su libro "Passagère du silence", editado en 2003). Otras influencias más cercanas serán inmediatamente visibles para todo apreciador del arte, como la del expresionismo abstracto americano (Jackson Pollock, pero no sólo).

Tanto en la caligrafía como en el expresionismo abstracto se otorga una extraordinaria importancia al gesto, ese trazo que distingue al maestro y que aporta la dimensión emocional. Artista de ritual y de gesto, merece la pena observar trabajar a Fabienne Verdier y ver el proceso mediante el cual da a luz a su obra, como ella dice: "Lo que pinto fluye de mí como un reflejo de la realidad". Es bello ver sus pinturas, pero es también muy bello ver a la artista creando, para lo cual en su página web nos muestra una serie de videos que son en sí mismos obras de arte. 

Como los comentarios que yo pudiera aportar sin duda no serían de gran interés, les dejo algunos vínculos  mucho más interesantes para profundizar en la obra de esta extraordinaria artista:

La propia web de la artista es el mejor punto de partida:http://fabienneverdier.com/ 





Cocina extrema: Cariño, ¡He cocinado a los niños!

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Me encanta la mitología, cualquier mitología, pero en especial la mitología griega. Uno de los motivos por los que me gusta es que es una especie de máquina de reciclar historias, historias procedentes en ocasiones del cuento folklórico, otras veces relatos religiosos sobre la creación, en ocasiones etiologías que justifican costumbres y rituales, hasta elaboradas narraciones literarias de intriga, amor o heroísmo, o incluso fábulas con moraleja. De todo se puede encontrar en el crisol de la mitología.

Un hecho que es muy característico del relato mitológico es la repetición de ciertos motivos, motivos que según el contexto narrativo en que se situan pueden adquirir diferentes significados cada vez. Uno de estos motivos que siempre me ha impresionado tiene por tema el canibalismo: alguien trocea y cocina a uno o más niños y se los da a comer a un invitado, por supuesto ignorante del tipo de guisado que está a punto de comer. ¿Una muestra de barbarie y salvajismo? ¿Recuerdos de algún sacrificio humano antiquísimo? ¿Una metáfora? ¿Qué significa este motivo? Vamos con algunas historias y veamos qué sacamos en claro.





TÁNTALO

Gioacchino Assereto.Tántalo.

Tántalo es un hijo de Zeus y Pluto, rey de Frigia, o de Lidia, como Midas. De él sabemos que tenía una gran familiaridad con los dioses olímpicos, hasta el punto de que estos le invitaron a banquetear con ellos en el Olimpo, siendo acusado después de haber revelado los secretos que había visto y oído en semejante banquete y de haber incluso robado la ambrosía, un personaje de la talla y el tipo de Prometeo. En una ocasión fueron los dioses quienes vinieron a comer a casa de Tántalo y éste les sirvió a su hijo Pélope troceado y guisado como plato principal. Se dice que los dioses conocieron el engaño y se abstuvieron de comerse a Pélope; sólo Démeter, que estaba hambrienta, se zampó la paletilla y luego los dioses tuvieron que recomponerlo poniéndole un omóplato de marfil. Recompuesto y mejorado el joven llegó a ser raptado por Posidón y convertido en su amante y todavía llegará a dar mucho que hablar. Por esta y otras hazañas semejantes Tántalo es uno de los castigados célebres en el Hades: eternamente atormentado de hambre y de sed, pues está colocado bajo un árbol cuyas frutas se elevan cada vez que quiere alcanzarlas, y bajo su cintura hay agua que desaparece cada vez que ansía beber.





LICAÓN

Pieter Paul Rubens. Licaón. Museo Nacional del Prado

Era este Licaón un rey de la Arcadia, comarca pastoril y un poco atrasada de Grecia. En el relato de Ovidio éste nos lo pinta como un incrédulo y además un hombre malvado que atenta contra la ley de la hospitalidad. Cuando el padre Zeus, se disponía a hacer caer el diluvio sobre los hombres por las impiedades que oía que se cometían en la tierra, quiso con todo hacer un último intento y se personó, bajo el manto de peregrino, en la mansión de Tántalo. Éste en su impiedad quiere demostrar a sus súbditos que los dioses son también mortales matando a Zeus al que ha reconocido como tal, pero antes quiere hacer una prueba de la omnisciencia divina: sacrifica a un extranjero, un moloso, y lo cuece en parte, en parte lo asa y se lo presenta como don de hospitalidad a Zeus. El dios derriba la abominable mesa y castiga al impío convirtiéndole en lobo, siendo el primer hombre-lobo del que tenemos noticia. Tras esta demostración Zeus se convence de la maldad del género humano y hace caer el diluvio.





TIESTES

Orlando Parentini. Banquete de Tiestes. Museo Gregoriano Etrusco.

Atreo y Tiestes son hijos de Pélope (está visto que hay males que se heredan de familia). Exiliados en Micenas los gemelos disputan por el trono. Atreo encuentra como señal un cordero de oro que promete sacrificar a Ártemis, en lugar de ello se lo da a su esposa Aérope para que lo esconda, mas los dioses lo castigan porque Tiestes recibe el cordero de su amante, Aérope, la ya mencionada mujer de su hermano. En la disputa por el trono trata de sorprender a su hermano con un ardid, sugiere que el que posea el cordero de oro sea el rey. Atreo pensando ser él el poseedor, accede y entonces Tiestes presenta el cordero. Entonces Atreo por inspiración de Hermes hace decir a su hermano en medio de su soberbia que le devolverá el trono cuando el sol gire al revés, cosa que zeus hace que suceda y así Atreo recupera el trono. Finalmente Atreo, como venganza del adulterio de Tiestes con Aérope, invita a Tiestes a un banquete donde trocea y cocina a sus hijos. Sólo cuando éste ya ha comido le muestra las cabezas y los pies de los niños. Tiestes le maldice y los dioses escucharán su maldición, pues si Atreo será padre de Agamenón, Tiestes lo será de Egisto, ya se sabe, todo queda en familia...





PROCNE

Pieter Paul Rubens. Mito de Procne y Filomela. Museo Nacional del Prado.

De Procne sabemos que era hija del rey de Atenas y que su padre la casó con el rey de Tracia, Tereo. El matrimonio tiene un hijo Itis, y parece un matrimonio ni más ni menos feliz que cualquier otro. Llegado el momento Procne siente nostalgia de su hermana Filomela y pide a su marido que la traiga con ella o que la deje a ella ir a visitarla. El marido accede y va a Atenas a pedir al anciano rey que le deje llevarse a Filomela consigo para dar gusto a su esposa. El rey accede, pero algo terrible va a pasar. Ovidio nos dice que "no de otro modo se encendió Tereo al ver a la joven que cuando se enciende fuego debajo de las espigas que blanquean". Tereo concibe una pasión impía por Filomela y nada más llegar a Tracia se la lleva a un caserío donde la viola. Cuando ella amenaza con pregonar su deshonra a los cuatro vientos, Tereo le corta la lengua y la deja encerrada en aquel lugar. A su esposa le dirá que la joven ha muerto y ahí queda la cosa por el momento, pero Filomela ingenia un modo de contar lo sucedido a su hermana: teje un tapiz donde se narra todo el estupro y lo envía con una esclava a su hermana. Procne enterada libera a su hermana y trama su venganza: sacrifica a su hijo Itis y entre las dos hermanas lo cocinan y lo dan de comer a Tereo, quien demasiado tarde averigua qué es lo que había comido. Enfurecido persigue a las hermanas que huyen volando, pues se han convertido en aves, Filomela en ruiseñor, Procne en golondrina. También Tereo se convertirá en un ave, la abubilla, un ave de mal agüero que come carroña.




P. S. Explicar el significado de las historias es como explicar los chistes: no tiene gracia. De todos modos es curioso que el motivo que en la historia de Tántalo tiene los visos de recordar, seguramente de un modo que los propios mitógrafos habían ya olvidado, un rito de iniciación chamánico (el iniciado contempla su propia muerte y despedazamiento, incluso su consumo por los dioses para renacer como un homo divinus), en el de Licaón ya se nos relata como una infracción contra la ley de la hospitalidad, o bien con un resabio evemerista, y en las otras dos historias forma parte de una bárbara venganza, convirtiéndolo en un tema de novela de horror. En un motivo como éste se puede apreciar bien la transición del mito como explicación de determinadas prácticas rituales o de un cierto misterio de fe, hasta convertirse en un relato meramente literario en el sentido que hoy le damos a este término.





El mundo en una caja... de lápices: Alexander Yakovlev

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Alexander Evgenievich Yakovlev (San Petersburgo 1887 - París 1938) es un fruto consumado de ese raro y exquisito fenómeno cultural que se produjo en Rusia en las postrimerías del siglo XIX, de ese grupo social situado entre la nobleza y el pueblo, al que se llamó con el nombre de intelligentsia, una clase de intelectuales, artistas y emprendedores, provenientes de la burguesía, que ni encontraban su acomodo en la estamental sociedad zarista, ni consiguieron sobrevivir a la rígida dictadura del proletariado de la URSS. 

Sin embargo, durante un  breve lapso de tiempo que abarca desde mediados del siglo XIX hasta la segunda década del XX aproximadamente, Rusia consiguió producir una extraordinaria efervescencia cultural y artística: escritores como Turguéniev, Tolstói, Chejov o Dostoyevski, músicos como Tchaikovsky, Borodin, Mussorgsky o Rimski-Kórsakov, artistas plásticos como Iván Shishkin, Iliá Repin, Levitán, Aivazovsky o Kustódiev, la edad de oro del ballet ruso con Ana Pavlova, etc. Este florecimiento será breve, la llegada del régimen soviético, pese a sus deseos de apropiarse de la cultura como una arma de propaganda, ahogará rápidamente la raíz de la creatividad cultural al suprimir cualquier resquicio de libertad. El suicidio de Mayakovski será el tañido fúnebre de la intelligentsia rusa.

Decía que Alexander Yakovlev es un hijo prototípico de este particular ambiente, juzguen ustedes si no: Su padre, ingeniero militar, es el inventor del primer motor de combustión interna ruso y un empresario de éxito, su madre la primera mujer doctora en Matemáticas de su país, su hermana Sandra será una famosa cantante de ópera y su hermano es arquitecto. 

Alexander salió pintor, o más bien dibujante. Desde sus comienzos dibuja con entusiasmo y demuestra un talento extraordinario que asombra a sus maestros y al público. También es un hombre cosmopolita, un ciudadano del mundo, que, mucho antes de tener que hacerlo a la fuerza, ya viajaba por vocación fuera de su patria, y así entre 1913 y 1915 recorre Italia y España, apenas vuelve a San Petersburgo con el tiempo justo para acogerse a una beca de estudios en el lejano Oriente para viajar, entre 1917 y 1919, por Mongolia, China y Japón. De ahí marchará a París donde ya se ha instalado su familia, y obtiene la nacionalidad francesa, en 1924 consigue apuntarse a una expedición organizada por Citröen al Sáhara y el África negra francesa. Aún en 1931 se reenganchará a otra expedición promovida por el mismo patrocinador por Siria, Afganistán, Irán y de nuevo Mongolia y China. A mediados de los años 30 trabaja en Boston, simultaneando estancias en Capri y París, donde muere prematuramente en 1938.

Antes de que el auge de la fotografía o revistas como National Geographic trajesen hasta nuestras casas los rostros, entornos y atuendos de los muchos pueblos nativos que habitan el planeta, Yakovlev, armado sólo con una caja de lápices, un talento extraordinario para el dibujo y una curiosidad humana universal, había ya recorrido el mundo ilustrando todo lo que veía, dejándose inspirar por los diferentes rostros, aspectos, razas y modos de vida de tantos exóticos países, para mostrarnos en sus dibujos a ese ser tan diverso, tan frágil y a la vez tan bello, tan amable o tan destructivo en ocasiones, pero siempre tan adaptable a todo clima o lugar, tan resiliente a toda catástrofe, ese ser humano, nuestro hermano, tan igual, tan extraño.

Los seres que se asoman a la página de Alexander Yakovlev, dejan algo de su impronta en el rastro del lápiz que amorosamente los ha dibujado, desde ella nos miran y nos interpelan, y nosotros los comprendemos porque, detalles aparte, somos todos familia, la gran familia humana.












































































































































































ATLANTE

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Recuérdame, Musa, el día que el hijo de Alcmena, el divino Heracles, encontró en el extremo Occidente al gigante Atlas, que sostiene firme la bóveda celeste. Ese día el héroe suplicó a Atlas que le cogiera las manzanas del jardín de las Hespérides, las ninfas de Poniente. Heracles a cambio prometió sujetar su carga mientras le hacía el trabajo. El Titán accedió a sus ruegos, descargó el peso del orbe sobre los hombros de Heracles y marchó hacia el jardín de los frutos de oro.

No me recuerdes ahora, oh Musa, el final de la historia, permíteme hoy sólo acordarme de Atlas la tarde de aquel día, mientras caminaba más ligero, sintiendo el alivio en sus hombros, el mundo ya no pesa sobre ellos, ahora es sólo un paseante que siente la brisa en su rostro, recorre los senderos del jardín, toca los árboles, la hierba, mira alrededor como si todo lo viera por primera vez, como si todo fuera nuevo, diferente, juguetea en sus manos con las divinas manzanas y piensa para sus adentros que éste es el primer día del resto de su vida...

 
Qui sapit capere, capiat


 John Singer Sargent. Atlas. 1916- 1922. Museo de Bellas Artes de Boston






Ésta es la nostalgia

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Ésta es la nostalgia: morar en la onda
y no tener patria en el tiempo.
Y éstos son los deseos: quedos diálogos
de las horas cotidianas con la eternidad.

Y eso es la vida. Hasta que de un ayer
suba la hora más solitaria de todas, 
la que sonriendo, distinta a sus hermanas,
guarde silencio en presencia de lo eterno.


                                  Rainer María Rilke, Berlín 1897. 
                                  Traducción Jaime Ferrero Alemparte.







 

Vicente López Portaña, un valenciano en la corte

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Es curioso que el mejor y más bello retrato de Goya no lo pintase Goya, que pintó muchos y excelentes autorretratos, sino este, para muchos desconocido, pintor valenciano, Vicente López y Portaña (Valencia 1772 - Madrid 1850). Desconocido y sin embargo muy accesible, la mayoría de sus retratos están visibles en Madrid, muchos en el Museo del Prado, otros tantos en la Academia de San Fernando y algunos más en el Lázaro Galdiano y en el Museo Romántico, con lo que con darse un paseíto por la capital puede uno hacer un máster avanzado en este maravilloso pintor. 

Siempre he sido un fan de Vicente López, lo confieso, desde los lejanos tiempos en que la colección de pintura del siglo XIX del Prado estaba alojada en el Casón del Buen Retiro. Primero, como otras muchas personas, me quedé prendado de su espléndido retrato de Goya, luego fui conociendo más y más muestras de su extensa obra y cada vez me ha ido gustando más. Ha sido, bien puede decirse, una admiración que ha resistido al trato frecuente y al paso del tiempo.

Vicente López nace en Valencia, en cuya Academia de San Carlos estudia con Antonio Villanueva. En 1789 obtiene un premio de primera clase con un lienzo de asunto bíblico, "El rey Ezequías haciendo ostentación de sus riquezas", premio dotado con 40 pesos y una pensión para estudiar en Madrid. En la capital recibe la influencia de Mariano Salvador Maella, del único pintor rococó español, Luis Paret y Alcázar, y del retratista neoclásico Anton Raphael Mengs, entre otros, aunque su obra religiosa se verá también inspirada por los italianos Luca Giordano y Corrado Giacquinto, que acaban de pintar impresionantes frescos en los reales sitios.

Tras esta etapa de formación madrileña en la Academia de San Fernando vuelve a Valencia en 1792 y allí recibe una serie de encargos eclesiásticos que le van a tener ocupado los años de la Guerra de la Independencia. Pinta en esta época su excelente "Retrato de Fernando VII con el hábito de la orden de Carlos III", aparte de retratar a algunos otros personajes españoles o franceses relevantes del momento.

Acabada la guerra y vuelto el rey a Madrid, Fernando VII le llama a la corte para ser primer pintor de cámara desde 1815, sustituyendo a Goya, mal visto por el régimen en ese momento. A partir de entonces Vicente López va a recibir numerosísimos encargos de la nobleza y burguesía madrileña que tendrá que atender como pueda, no obstante ser un trabajador incansable, ya que además colabora con el proyecto de creación del Real Museo de Pinturas (el que luego será el Museo del Prado), impulsado por la reina Doña Isabel de Braganza, siendo nombrado para seleccionar y restaurar los cuadros que constituirán su colección. A partir de 1823 será además director artístico de este museo.

Desde su atalaya de pintor de cámara del rey seguirá como cortesano las vicisitudes y los altibajos de la vida política del reinado de Fernando VII, como las intrigas de la reina María Cristina para asegurar la designación de su hija Isabel como sucesora, o las de los partidarios de Don Carlos en su contra. Finalmente muere en 1850, bajo el reinado de Isabel II, siendo una figura universalmente respetada del arte nacional.

El éxito que le acompañó en vida le ha esquivado sin embargo tras la muerte, las generaciones futuras le han comparado con Goya para su mal y el pedestal que le han levantado al aragonés se lo han quitado al valenciano. Yo creo que es un absurdo hacer ránkings de los mejores pintores, los mejores escritores, los mejores músicos... cada cual tiene su valor propio, hace sus aportaciones específicas y lidia en su época y en su momento con los problemas que le toca resolver. 

Vicente López es un pintor neoclásico que continua una tradición realista, naturalista incluso, que le hace pintar unos bellos y suntuosos retratos sin por ello caer en la adulación. El pintor se sienta ante su modelo y lo retrata con la mayor honradez e imparcialidad que puede, sin juzgarlo, aunque quizás a veces nos parece detectar una cierta reticencia, una cierta sorna muy para sus adentros, muy valenciana, en su retrato de ciertos personajes, así como su cariño por otros, especialmente los más humildes, como el organista de la capilla real, o el aposentador mayor y conserje de palacio, o como con el maestro Goya. Parece como si quisiera con su pintura llevar a cabo aquello que decía Virgilio "parcere subiectis et debellare superbos", aunque esto, claro está, no podrá ser demostrado nunca. Vicente López con su discreción habitual se llevó esos secretillos consigo a la tumba.





 Vicente López Portaña. Retrato de Francisco de Goya y Lucientes. 1826. Museo Nacional del Prado, Madrid





 Vicente López Portaña. Retrato de María Josefa Amalia de Sajonia. 1828. Museo Nacional del Prado, Madrid





 Vicente López Portaña. Retrato de María Isabel de Braganza. 1816. Museo Nacional del Prado, Madrid





Vicente López Portaña. Retrato de María Cristina de Borbón-dos-Sicilias. 1830. Museo Nacional del Prado, Madrid





 Vicente López Portaña. Retrato del Infante Don Francisco de Paula de Borbón, Duque de Cádiz. Fecha de creación y ubicación actual deconocidos. Colección privada.





 Vicente López Portaña. Retrato del Infante Don Carlos María Isidro de Borbón. 1823. Museo Nacional del Prado, Madrid





Vicente López Portaña. Retrato de la Señora de Carvallo niña. 1839. Museo Nacional del Prado, Madrid





 Vicente López Portaña. Retrato de María Pilar de la Cerda y Marín de Resende, Duquesa de Nájera. 1795. Museo Nacional del Prado, Madrid





 Vicente López Portaña. Retrato de Don Antonio Ugarte y su esposa Doña María Antonia Larrazábal. 1833 Museo Nacional del Prado, Madrid





 Vicente López Portaña. Retrato de Mr. Richard Worsam Meade. 1815. Meadows Museum, Dallas, Texas, EEUU.





 Vicente López Portaña. Retrato de Gaspar de Remisa i Miarons, Marqués de Remisa. 1844. Museo del Romanticismo, Madrid.





 Vicente López Portaña. Retrato de Don Manuel González Salmón. 1826. Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.





 Vicente López Portaña. Retrato de la Señora Delicado de Imaz.1833. Museo Nacional del Prado, Madrid.





 Vicente López Portaña. Retrato del Deán Ortiz. John and Mable Ringling Museum or Art, Sarasota, Florida, EEUU





 Vicente López Portaña. Retrato del canónigo Mariano Liñán y Morelló. 1835. Museo Lázaro Galdiano, Madrid.





Vicente López Portaña. Retrato de Vicente Blasco y García, Rector de la Universidad de Valencia. 1802. Museo de Bellas Artes de Valencia





Vicente López Portaña. Retrato de Doña Francisca de la Gándara de Calleja, Virreina de Nueva España, condesa de Calderón. 1846. Museo Nacional del Prado, Madrid





 Vicente López Portaña. Retrato de Félix Máximo López, primer organista de la real capilla. 1820. Museo Nacional del Prado, Madrid.





 Vicente López Portaña. Retrato de Luis Veldrof, aposentador mayor y conserje de palacio. 1823-25. Museo Nacional del Prado, Madrid.





Vicente López Portaña. Autorretrato del pintor. 1840. Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.





¡Santiago, y abre España!

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Hoy que es el patrón de España me gustaría sumarme por una vez a la celebración, si me lo permiten. Justamente este año me vine de viaje  a tierras de Soria recordando a nuestro apóstol Santiago, el Matamoros, aquel que, según dice la crónica, se apareció en la batalla de Clavijo sobre un caballo blanco cuando la tropas cristianas del rey Ramiro I ya flaqueaban haciendo una terrible mortandad entre las tropas moras y propiciando así una gran victoria cristiana donde todo hacía prever la derrota. Todos tenemos en la mente la imagen de este santo que tiene una capilla casi en cada iglesia de Castilla: caballero con espuelas y sombrero, espada en mano, en un caballo que se alza de manos sobre unos moros a los que pisotea.

En realidad, según concuerda la historiografía actual, la batalla de Clavijo parece haber sido más bien una invención del arzobispo don Rodrigo Jiménez de Rada, quien arrima el ascua a su sardina y de paso se inventa lo del voto a Santiago y promueve así la primera ruta turística, perdón, de peregrinaje, de la historia.

Decía que me había venido a Soria a ver los santos lugares de la Reconquista, el castillo de Gormaz, Clavijo, etc, y a recordar todas esas historias fronterizas, cuando de improviso me encontré el pasado 23 de julio con una multitud enorme de conciudadanos de origen boliviano y peruano vestidos de fiesta celebrando un colorido, ruidoso y animado desfile, en Soria, sí, creanlo. Y es que Santiago, nuestro Santiago, también es su patrón, nosotros fuimos los que se lo llevamos allí. Celebraban a Santiago de Bomborí, el Tata Bomborí, como dicen ellos. Dicen los que saben que los duros guerreros que fueron los Incas asimilaron al santo apóstol a una de sus divinidades, el dios guerrero Illapa. 

Sea como fuere, el caso es que Santiago es también el patrón de todos estos conciudadanos nuestros que vinieron del altiplano andino al antiplano castellano a buscar otra vida mejor entre nosotros. En estos tiempos que muchas voces hablan con recelo del inmigrante, que miran con prevención al forastero, me emocionó ver en el viejo solar de Castilla una celebración tan cosmopolita, tan cívica y tan alegre, una fiesta de la integración, un desfile del orgullo bolviano-peruano.

Quizás ya iría siendo hora de que los españoles nos sacudiésemos algunos de los viejos tópicos sobre los que hemos construido nuestra identidad nacional: Numancia, don Pelayo, la Reconquista, el Imperio donde no se ponía el sol, Agustina de Aragón, etc, etc. A lo mejor resulta que los moros eran tan españoles como los cristianos, o los judíos, y que tan castizo fue don Pelayo como Almanzor, que los leales fernandinos y los afrancesados todos amaban por igual a este extraño país, cada uno a su manera, y que los habitantes de la España del otro lado del charco vuelven hoy para reclamar, con todo el derecho, su herencia y su pertenencia hispánica. Sea enhorabuena, y ojalá que de ahora en adelante y para siempre el dicho quede así: ¡Santiago y abre España!

¡Feliz día de Santiago!



























































































































Vicente Carducho, un italiano muy español

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Hay una perversión  producida por el nacionalismo en la Historia del Arte que consiste en decidir que arte español es aquel, y sólo aquel, que ha sido producido por artistas nacidos en España. Esto hace que se reivindique como artistas españoles a personajes como Picasso, que vivió la mayor parte de su vida en Francia, y cuyas influencias y medio artístico no tienen nada de españoles, pero en cambio se pase de largo ante una figura como Vicente Carducho, que vivió y trabajó casi toda su vida en España, por el hecho de no haber tenido la suerte de nacer en Madrid o en Albacete, sino en Florencia. Lo malo de esto no es el hecho de colocar a fulano o a mengano en esta o en aquella casillita, que eso da igual, lo malo es que a veces, y es lo que ocurre con el pintor que ahora nos ocupa, se queda en tierra de nadie, fuera de la historia de la pintura española y fuera de la historia de la pintura italiana, lo que es una notoria injusticia.

La monarquía española de los Austrias, y esto es lo que se debe comprender, no era una monarquía española, era un imperio europeo multinacional. Tanto en las armas, como en las finanzas o en las artes, la monarquía empleaba a una pléyade de servidores que acudían de todas partes de Europa: sus banqueros eran genoveses, portugueses, flamencos o alemanes, sus mandos militares incluían apellidos como los Espínola, los Saboya, los Doria, los Borbón o los Farnesio, mientras que los artistas de Italia, los Países Bajos y Alemania concurrían y competían con los españoles por los encargos regios.

Así es como llega un grupo de italianos, Federico Zucchero, y los hermanos Bartolomé y Vincenzo Carduccio, a Madrid, en concreto al Escorial, donde el rey Felipe II está decorando el nuevo monasterio-palacio y hay encargos para todos. Esta troupe de pintores se encargarán de la decoración de la capilla del monasterio en el estilo del manierismo postrenacentista que estaba de moda en Florencia por aquel tiempo. Zucchero volverá luego a Italia para fundar la Academia de san Luca, pero los hemanos Carducci se quedarán en España, donde pronto va a recibir numerosos encargos y donde van a llegar a ser, un hemano después del otro, pintores de cámara del rey Felipe III.

Vicente Carducho (Florencia 1576 - Madrid 1638) sintoniza bien con el gusto de su público, tanto aristocrático como religioso, y recibe numerosos encargos, llegando a montar un rentable y nutrido taller en la calle de Atocha para satisfacer la elevada demanda. Goza de la protección del Duque de Lerma, pero a su caída consigue mantener su posición bajo Felipe IV, como muestra haber sido el pintor que más encargos recibe para la decoración del Salón de Reinos en el palacio del Buen Retiro. En su tiempo es un pintor de la fama e importancia de Velázquez. Además de pintor es un culto e influyente tratadista que publica obras de referencia como sus "Diálogos de la Pintura", de 1633, y es amigo de intelectuales como Lope de Vega o don Luis de Góngora.

Sin embargo la obra más importante de Vicente Carducho es la serie de cuadros que va a realizar entre 1626 y 1632, en plena madurez artística, para la Cartuja de El Paular por encargo de su prior, Juan de Baeza, quien le solicita la realización de 56 grandes lienzos para decorar el claustro del monasterio. El prior le detalla los temas que deberán tratar los lienzos, sobre la vida de san Bruno, fundador de la Cartuja, o diversos episodios de la historia de la orden: milagros de algunos de sus santos o escenas de martirio. Por esta obra recibirá la impresionante cifra de 130.000 reales, una fortuna.

De los 56 cuadros hoy quedan 54, lo que es un milagro dadas las vicisitudes y la dispersión de las obras desde la Desamortización. En la actualidad las obras han sido de nuevo reunidas y restauradas por el Museo del Prado y desde 2011 se muestran de nuevo en la ubicación para la que fueron pintadas: el monasterio de Santa María del Paular, en Rascafría.

De esta larga serie he escogido aquí sólo veinte obras como muestra del extraordinario talento artístico de Vicente Carducho. El pintor se manifiesta en ellas en la plenitud de su saber artístico, su praxis es consciente continuación de los maestros del clasicismo italiano, en la colocación armónica de las figuras gusta de la simetría y dota a la figura humana de una cierta monumentalidad escultórica, rehuyendo deliberadamente el excesivo naturalismo de Caravaggio, aunque aprovecha sus enseñanzas, en especial en el uso de la luz, allí donde le conviene. En el empleo del color se muestra influido por los venecianos, si bien en su gusto por los fondos arquitectónicos o por la composición geométrica se manifiestan sus orígenes toscanos. En todos los casos se ciñe a los modos de representación avalados por la tradición y trata a sus sujetos con dignidad y elevación, conforme a un ideale de belleza clasicista, su destreza en la composición de escenas complejas es notable. 

Creo que la serie de lienzos de El Paular constituye por sí misma uno de los monumentos más importantes de toda la pintura española. Es ya hora de restituir a este gran pintor español de origen italiano al lugar que merece en la historia de nuestra pintura, en la liga de los grandes, junto con el Greco, Ribera, Zurbarán, Velazquez o Murillo.




Vicente Carducho. La conversión de San Bruno ante el cadáver de Diocres.




Vicente Carducho. San Bruno se despide de San Hugo antes de su viaje a Roma.




Vicente Carducho. San Bruno despide a San Hugo.




Vicente Carducho. El prior Bosón resucita a un albañil.




Vicente Carducho. La aparición de Basilio de Borgoña a su discípulo Hugo de Lincoln.




Vicente Carducho. La observancia de la regla cartuja más allá de la muerte.




Vicente Carducho. Muerte del venerable Odón de Novara.




Vicente Carducho. La aparición de la Virgen a un hermano cartujo.




Vicente Carducho. Muerte de San Bruno.




Vicente Carducho. El milagro del manatial.




Vicente Carducho. Esteban de Chatillon, obispo de Die, predicando al pueblo.




Vicente Carducho. La humildad del conde Guillermo II de Nevers.




Vicente Carducho. Incendio en la cartuja de Praga y persecución de los cartujos.




Vicente Carducho. Martirio de los padres John Rochester y James Walwort.




Vicente Carducho. Martirio de los priores de las cartujas de Londres, Nottingham y Axholme.




Vicente Carducho. Prisión y muerte de los diez miembros de la cartuja de Londres.




Vicente Carducho. El martirio de tres cartujos en la cartuja de Londres.




Vicente Carducho. La visión de San Hugo, obispo de Grenoble.




Vicente Carducho. La fuente milagrosa de la tumba de San Bruno.




Vicente Carducho. La Virgen, acompañada de San José y San Juan Bautista, ampara bajo su manto a la orden cartuja.



Para ver toda la serie al completo les recomiendo este excelente blog: Gabitos
Para conocer más sobre la biografía y ver las obras en gran formato: Museo del Prado/Vicente Carducho




Aquiles en Esciros

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Aquiles no siempre fue el héroe guerrero que llevado de la ira llenó el curso de río Escamandro con tantos cadáveres que el propio río se revolvió contra él intentando ahogarle, o el que vengativo arrastraba el cuerpo de Héctor atado por los tobillos a su carro entorno a los muros de Troya. 

Antes de que Paris raptase a Helena dando origen al conflicto más famoso de la historia, el joven Aquiles había había sido confiado para su educación al centauro Quirón. Cuando por fin se produjo el ultraje del rapto y Agamenón convocó a los jefes aqueos para ir a la guerra de Troya, no todos se apuntaron de buen grado, muchos intentaron eludir la leva con diversas excusas, como Ulises, que se fingió loco cuando los reclutadores lo visitaron en Itaca, sembrando sus campos con sal mientras araba, hasta que Palamedes, que adivinó la treta, le puso en el surco, delante de la reja del arado, a su hijo recién nacido, Telémaco, y Ulises hubo de interrumpir su representación, lo habían descubierto. 

Otros pusieron tierra de por medio y desaparecieron: La divina madre de Aquiles, Tetis, conocía la profecía del adivino Calcante, si su hijo acudía a Troya moriría joven, aunque famoso, si se quedaba en casa viviría una oscura y larga vida. Protectora como madre lo escondió, vestido de mujer, entre las hijas del rey Licomedes, en Esciros. Allí pasó algunos años el joven héroe  y allí conoció su primer amor en la persona de Deidamía, una de las hijas del rey, quien sería con el tiempo la madre de Neoptólemo, o Pirro, en honor al nombre ficticio de su padre en aquellos días, Pirra.

Si una profecía decía que el joven viviría poco si participaba en la guerra de Troya, otra, no menos verídica, afirmaba que sin el concurso de Aquiles nunca vencerían los griegos a los troyanos, así pues Agamenón envía a Ulises a buscar al héroe desaparecido. 

El astuto Ulises, sospechando de su paradero, va a buscarlo a la corte de Licomedes, pero para mejor camuflarse se disfraza de vendedor ambulante y se introduce en el gineceo llevando sus mercancías para las hijas del rey. Las jóvenes se lanzan sobre las joyas, los vestidos y otros objetos que el supuesto mercader les enseñaba, entre los cuales, como por descuido, introduce una espada, un escudo, unas grebas, una lanza. Mientras las chicas se prueban las joyas o los vestidos, Pirra, una joven un poco rara, agarra la espada, embraza el escudo. En ese momento se dice que Ulises hace sonar un clarín, como si fuera un toque de alarma, la extraña joven reviste las armas y responde a la alarma como le enseña su entrenamiento. Ya no puede encubrirse más que la supuesta Pirra es Aquiles, ni que el supuesto mercader es Ulises. 

Este es el momento en que Aquiles debe tomar la decisión que marcará su vida: sabe que si se va con los griegos a la guerra de Troya su vida será corta, pero gloriosa, o también podría quedarse, elegir no ir, y llevar una vida larga y oscura en Ftía con su padre Peleo. Todos sabemos lo que Aquiles elige finalmente, esa elección es Aquiles más que ninguna otra cosa.

Por esta razón probablemente, por ser el momento de la encrucijada de Aquiles, la hora decisiva en que el héroe debe elegir entre el deber y la Fama o el egoísmo de una vida confortable y sin gloria, es por lo que el motivo de Aquiles en Esciros ha sido tan repetidamente representado en el arte romano. Para los romanos de la clase dirigente simbolizaba sin duda una llamada al cumplimiento del deber, de las obligaciones de su clase, muy en línea con la mentalidad estoica que impregnará las élites romanas durante todo el medio y bajo imperio. 

Curiosamente, o quizás de un modo muy natural, cuando más tiende a popularizarse este motivo es justo en las postrimerías del imperio, en los conflictivos y angustiosos tiempos del imperio tardío (ss. III-V) cuando las llamadas a la solidaridad, al cumplimiento del deber, debían ser más acuciantes y tener su resonancia más oscura. Así un desconocido noble romano que vivió en una lujosa villa urbana en lo que hoy es La Olmeda (Palencia), quiso decorar su gran salón de audiencias con este motivo para recordar a los demás, para recordarse a sí mismo, la elección de Aquiles.




 Aquiles en Esciros. Oecus de la villa romana de La Olmeda, Palencia (s. IV-V D. C.)





 Aquiles en Esciros. Decoración mural de la Domus Aurea de Nerón, Roma. (s. I D. C.)





 Aquiles en Esciros. Fresco de Pompeya, casa de los Dióscuros. (s. I-II D. C.)





 Aquiles en Esciros. Fresco procedente de Pompeya, Museo Arqueológico de Nápoles. (s-. I-II D. C.)





 Aquiles en Esciros. Mosaico procedente de la ciudad de Zeugma (s. III D. C.) Museo de Gaziantep, Turquía





 Aquiles en Esciros. Mosaico de la ciudad romana de Thysdrus (s. III D. C.) El Jem, Túnez.





 Aquiles en Esciros. Fragmento de mosaico de Pompeya. (s. I-II D. C.)





 Aquiles en Esciros. Mosaico del imperio romano oriental (s. IV-V D. C.). Dallas Museum of Art. EEUU




 Aquiles en Esciros. Sarcófago romano. Museo del Ermitage, San Petersburgo, Rusia.





Aquiles en Esciros. Sarcófago romano. British Museum, Londres, UK



Para saber más sobre este mito les remito a la extraordinaria web dedicada a la Mitología Clásica por la universidad de Salamanca: http://clasicas.usal.es/Mitos/


Los últimos romanos

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Este verano he estado pasando una temporada en Cartagena, una ciudad muy digna de visitarse, entre otras cosas por sus impresionantes restos romanos. Su Museo Arqueológico Municipal, situado sobre una necrópolis de los primeros tiempos del cristianismo, posee una importante colección de epigrafía, sobre todo funeraria, como es natural, pero contiene también una pieza epigráfica extraordinaria que me ha llamado la atención y que es la que me sirve de excusa para esta entrada: la lápida de Comenciolo. Esta lápida, hallada por casualidad en 1698 durante la construcción de un pozo en el Convento de la Merced, es de un mármol de excelente calidad y está cincelada con una grafía impecable. La lápida fue erigida para conmemorar la construcción en la muralla de una puerta monumental por mandato del emperador Mauricio en el año 589-590. 

Ésta es la lápida:



Y éste es el texto latino transcrito:


QVISQVIS ARDUA. TVRRIVM MIRARIS. CVLMINA .VESTIBVLVMQ. VRBIS. DVPLICI. PORTA. FIRMATVM. DEXTRA LEVAQ. BINOS PORTICOS. ARCOS QVIBUS.  SVPERVM. PONITVR CAMERA CURVA CONVEXAQ COMENCIOLVS. SIC. HAEC IVSSIT. PATRICIVS MISSVS. A MAVRICIO .AVG.CONTRA. HOSTES. BARBAROS. MAGNVS. VIRTUTE. MAGISTER. MIL. SPANIAE. SIC. SEMPER. HISPANIA.TALI. RECTORE. LAETETVR. DVM. POLI. ROTANTVR. DVMQ. SOL .CIRCVIT. ORBEM.  ANN VII. AVG .IND. VIII

Por si alguno tiene dificultades con el latín, en castellano dice lo siguiente:

 “Quien quiera que seas, admirarás las partes altas de la torre y el vestíbulo de la ciudad afirmados sobre una doble puerta, a la derecha y a la izquierda lleva dos pórticos con doble arco a los que se superpone una cámara curvo-convexa. El patricio Comenciolo mandó hacer esto enviado por Mauricio Augusto contra los enemigos bárbaros. Grande por su virtud, maestre de la milicia hispánica, así siempre Hispania se alegre por tal rector mientras los polos giren y el sol circunde el orbe. Año VIII de Augusto. Indicción VIII.”

La importancia de esta lápida radica en que documenta de modo incuestionable que Cartagena en esos años estaba bajo el dominio del imperio romano. El que devolvió la ciudad al seno del imperio fue el emperador Justiniano, quien a lo largo de un reinado extraordinariamente ambicioso consiguió recuperar el Norte de África de los Vándalos, el Sur de España de los Visigodos y la mayor parte de Italia de los Longobardos, así por fin la mayor parte del Mediterráneo volvía a ser romana. Poco durará este aparente triunfo, ya que el agotamiento de las finanzas imperiales y el estallido de una de las más virulentas epidemias de peste socavarán rápidamente estos éxitos. 

En la lápida de Comenciolo se celebra a este importante personaje, con el título de patricio, como benefactor y restaurador de la ciudad, sin embargo las lápidas conmemorativas no son más que pura propaganda política, los hechos no eran tan optimistas. Las recientes excavaciones en el antiguo teatro romano han desvelado que la ciudad apenas se había recuperado del terrible saqueo de los Vándalos en 425, muchos de los materiales del teatro habían sido reutilizados para construir viviendas de pobre factura. La Cartagena que Comenciolo visita es una ciudad pequeña y pobre, y todos los esfuerzos van destinados a amurallarla para conservar el dominio sobre un puerto de vital importancia, nada más.


Por cierto, ¿Cómo debía ser el tal Comenciolo? pues seguramente, ya que Mauricio reina muy poco después de Justiniano, muy parecido a los personajes que aparecene en el famoso mosaico de Ravena, donde Justiniano se muestra con sus dignatarios religiosos, civiles y militares, así que elijan Vds.


Muy pocos años después de la colocación de esta lápida, el emperador Mauricio deberá hacer frente a una revuelta del ejército del Danubio, que se quejaba con razón de no recibir su paga, ya que el tesoro estaba exhausto. Maurico será decapitado por los rebeldes y nuestro Comenciolo también, muy poco después. Cartagena, último bastión romano en la península de un imperio herido y en plena guerra civil, no puede defenderse de un reino Visigodo, ahora más fuerte y unido tras la conversión de Recaredo al catolicismo, cae en poder de Suintila en el año 622, año de la Hégira, y es destruida hasta los cimientos, según nos cuenta San Isidoro. La oscuridad cae para la ciudad por un largo periodo, cuando vuelva a oirse hablar de ella será ya bajo el dominio musulmán. 

La Antigüedad termina y comienza lo que hemos llamado la Edad Media. El Mediterráneo va a cambiar mucho en muy poco tiempo: de la guerra civil en el imperio surgirá lo que ya conocemos como el imperio bizantino, la expansión musulmana conquistará Persia y toda la orilla sur del Mediterráneo hasta llegar a España. La lápida de Comenciolo se convierte así para nosotros en un homenaje a los últimos romanos de Occidente, los ciudadanos de aquella Carthago Spartaria.





Poderosa Afrodita: Pierre Bonnard

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Pierre Bonnard (Fontenay-aux-Roses 1867 - Le Cannet 1947) procede de una respetable familia burguesa, su padre fue un político importante y el joven Pierre estudia en los mejores colegios. A los 20 años sin embargo decide dedicarse a la pintura, estudiando en la Académie Julian y en l'École des beaux-arts de Paris, donde hace amistad con  Vuillard; allí descubre a Monet, Degas, y Cézanne y se sentirá muy inspirado por Gauguin. 

Se adhiere temporalmente al grupo de los nabis (profetas en hebreo), grupo de amigos y jóvenes pintores que reaccionan ante el impresionismo y buscan una dirección menos empírica, más espiritual para el arte, aproximándose a una orientación simbolista. Sin embargo, tras esta breve militancia grupal, la evolución artística de Bonnard va a caminar en lo sucesivo en soledad. 

Su obra con el tiempo se reconcilia con el impresionismo, aunque no le interesan ni sus teorías sobre la percepción ni sus virtuosismos lumínicos, de hecho no suele pintar "au plein air", su pintura es una pintura de estudio, lenta, artesanal, que evoluciona en la dirección de una profundización emocional. Amigo de Rilke asume que el mundo es un ente espiritualizado y su arte busca, más que reproducir su apariencia visible, recrearla, para de algún  modo captar su espíritu. 

Decir que sigue una ruta personal no impide reconocer la deuda y las influencias que confluyen en su arte. Bonnard al fin y al cabo irrumpe en el mundo del arte en una de la edades de oro de la pintura europea: así del japonismo aprende la renuncia al modelado ilusionista de los cuerpos y a la perspectiva brunelleschiana, del impresionismo se quedará con la importancia de la luz, una paleta densa y suelta y una superficie de color vibrante, de Gauguin aprende el impacto emocional del color y su significado, Bonnard no vive en una isla. 

"Bonnard-Bonheur" pretendían insultarle los pintores de la vanguardia, airados antiburgueses y al mismo tiempo tan elitistas, criticando una cierta felicidad, un cierto decorativismo; así Picasso, preguntado por el influyente crítico Cristian Zervos si Bonnard la parecía un gran pintor, dice de él: "No es pintura lo que él hace. Nunca va más allá de su propia sensibilidad. No sabe elegir, su paleta es un popurrí de indecisión [...] No es verdaderamente un pintor moderno, obedece a la naturaleza, no la trasciende" (¡Cuánto yerran a veces también los genios!). Sin embargo, a la lectura de esta entrevista, su admirado Matisse reaccionará escribiendo: "¡Sí, lo certifico, es un gran pintor!". 

Bonnard no es bohemio, Bonnard no sucumbe ante los surrealistas, ni los fauvistas, ni ante el cubismo, ni ante ningún otro ismo. Centra en cambio su investigación en las cosas que tiene cerca, sabedor de que la poesía no hace falta ir lejos a buscarla. Pinta los paisajes que ve desde su casa, naturalezas muertas comunes: un cesto con frutas, un servicio de desayuno sobre una mesa, unas flores en un jarrón, sus desnudos hablan más del concepto de intimidad que de erotismo, el pintor retrata en infinidad de poses a su amante  Marthe, luego su esposa, en el acto de bañarse o durante el aseo cotidiano, en los coquetos y familiares gestos ante el tocador, una poesía de lo cotidiano, pero una poesía de un lirismo en absoluto banal, Bonnard redime cada uno de esos instantes. 

A partir de un apunte o de una fotografía del sujeto (será uno de los primeros pintores en utilizar la fotografía), después ante el lienzo una labor de lenta y trabajosa artesanía destila, configura, enaltece, y finalmente da a luz una obra que aporta algo nuevo, mejor, al mundo. Algo que, contra lo que afirmaban sus críticos no copia ni obedece, sino se inspira y, a modo del metalúrgico, alea, transubstancia, creando arte donde antes hubo naturaleza.






Pierre Bonnard. Vestidor con sofá rosa, 1908. Musées Royaux des Beaux-Arts de Belgique, Bruselas.





Pierre Bonnard. Desnudo en un interior, 1912-1914. National Gallery of Art, Washington.





Pierre Bonnard. Desnudo rosa con la cabeza en sombra, 1919. Musée d'Orsay, Paris.





Pierre Bonnard. El gran desnudo azul, 1924. Colección privada.





Pierre Bonnard. Desnudo en el baño, 1932. Museum of Modern Art, New York.





Pierre Bonnard. Desnudo agachado, 1923. Tate Gallery, Londres.





Pierre Bonnard. La toilette o Desnudo en rosa, 1908. Musée d'Orsay, Paris.





Pierre Bonnard. Desnudo de pie, 1920. Colección privada.





Pierre Bonnard. Desnudo rosa en la bañera, 1924. Colección privada.





Pierre Bonnard. La fuente, 1916-1917.





Pierre Bonnard. La gran bañera, 1937-1939. Colección privada.





Pierre Bonnard. Desnudo en la bañera. 1936. Musée d'Art Moderne-Centre Pompidou, Paris.





Pierre Bonnard. Bañera. 1925. Tate Gallery, Londres.





Pierre Bonnard. Desnudo en la bañera, 1925. Tate Gallery, Londres.





Pierre Bonnard. Hombre y mujer en un interior, 1898. Colección privada.





Pierre Bonnard. El hombre y la mujer, 1900.





Pierre Bonnard. El hombre y la mujer, 1900. Musée d'Orsay, Paris.





Pierre Bonnard. La siesta, 1899. National Gallery of Victoria, Australia.





Pierre Bonnard. Desnudo descansando, 1827. Colección privada.





Pierre Bonnard. Desnudo reclinado, 1909. Städlesche Kunstinstitut und Städtische Gallerie, Frankfurt.





Pierre Bonnard. Desnudo sentado, 1919. Metropolitan Museum of Art, New York.





Pierre Bonnard. Mujer en la bañera, 1914.





Pierr Bonnard. El tocador, 1908. Musée d'Orsay, Paris.




Pierre Bonnard. Desnudo de espaldas en el baño, o desnudo amarillo, 1934. Musée d'Art Moderne-Centre Pompidou, Paris





Pierre Bonnard. La chimenea, 1917. Colección privada





Hay unos cuantos vínculos interesantes sobre Bonnard, la mayor parte de cuando se hizo la exposición antológica de su obra en la Fundación MAPFRE de Madrid el año pasado. Les dejo algunos de ellos:

https://revistalafundacion.com/septiembre2015/la-muestra/

http://www.elmundo.es/cultura/2015/09/18/55fb0d9022601d5e5a8b45ae.html

http://www.abc.es/cultura/arte/20150918/abci-pierre-bonnard-fundacion-mapfre-201509172005.html



La esencia de las cosas: Giorgio Morandi

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Entre los artistas existe un tipo de personalidad de talento polifacético, vario, multiforme, son creadores que a lo largo de su carrera prueban diversos géneros, diversos estilos, abren o cierran puertas, señalan nuevos caminos, experimentan y ejercen una enorme influencia sobre sus contemporáneos, ejemplos de este tipo de artistas podrían ser Goya o Picasso. Otros artistas, por el contrario, lo que hacen es insistir en una sola vía, ahondando progresivamente, depurando, en una línea continua de investigación, un ejemplo de este tipo de artista podría ser Giorgio Morandi (Bolonia 1890 - ibidem 1964).

En el extenso catálogo de Morandi (unos 1700 cuadros) hay apenas una insignificante cantidad de paisajes y algún que otro retrato, todo lo demás son unas peculiares naturalezas muertas, compuestas por lo que son infinitas variaciones de unos pocos objetos, siempre los mismos, que el pintor tenía en su estudio y colocaba y combinaba de diferentes maneras en cada obra en particular, unos objetos que deliberadamente, contra la tradición del bodegón clásico que representa objetos bellos o con texturas buscadas a propósito para evidenciar la maestría del pintor (cristal, textiles, frutas, aves, caza, etc), son objetos cotidianos, insignificantes, casi feos, cacharros de rastro, tazas, botellas, alcuzas, jarrones viejos. El pintor ni siquiera trata de dibujarlos "bien", ni de conseguir un modelado ilusionista, más bien los apila siguiendo patrones geométricos, estos objetos se destacan apenas como manchas de color, pero unos colores apagados, tenues, una reducida gama tonal de grises, pardos, rosas, azules...

Toda la Historia del Arte, nada más y nada menos, se halla contenida en estas naturalezas muertas: Morandi ha conocido en su período formativo a los impresionistas, sobre todo a Cézanne, de quien admira su distanciamiento frente al sujeto, estrategia que busca penetrar en la esencia formal del propio acto de la representación pictórica. Está presente el despliegue de planos del cubismo, aunque depurado de sus peculiares manierismos. Hay también un ir y haber vuelto de la pintura metafísica en la que militó en su juventud. Está incluso, en mi opinión, el último Chardin.

Los objetos en las naturalezas muertas de Morandi devienen sólo un repertorio de formas, colores, espacio, planos. El cuadro se compone así como una pintura abstracta: colores, formas, planos, composición. El propio pintor en una entrevista afirmaba lo siguiente: "Creo que nada puede ser más abstracto e irreal que lo que realmente vemos." 

Y sin embargo no podríamos afirmar que esos objetos sean meramente un excusa para plantear problemas técnicos de composición o armonía tonal, no, precisamente los jarrones, vasos, botellas de Morandi son en cierto modo, "ese" objeto en particular, con "esa" luz concreta, en "esa" posición determinada y única, y al mismo tiempo son una especie de archiobjetos, de arquetipos platónicos del vaso, de la taza, de jarrón, la jarroneidad, si así pudera decirse. El artista, mediante ese obsesivo y laborioso proceso de combinatoria, de variaciones, de cuidadoso despojamiento, ha llegado a tocar el límite mismo de la representación, en el que el objeto representado es captado en su esencia -la idea en sentido platónico- mediante la aprensión de su apariencia material, lo que parece una contradicción en sí misma, pero, y esta es la cuadratura del círculo que obra Morandi, no lo es. Morandi no representa, no copia el objeto, lo recrea.

Qué conduce a una persona a vivir una vida oscura, pintando una y otra vez unos pocos objetos en combinaciones tan parecidas que cuesta distinguirlas, es un misterio. Su vida me parece enigmática en su cuasimonacal rutina, silencio y continuidad; vivió siempre en Bolonia de la que casi nunca salió (apenas dos veraneos en la vecina Suiza), con trabajos docentes de menor importancia, hay en ello una búsqueda deliberada de olvido, podría ser una necesidad de su carácter, pero creo que lo que busca Morandi es tener el silencio y la independencia necesaria para hacer su trabajo. Él mismo lo confirma en una entrevista en la que rememora a sus contemporáneos durante los años del fascismo, cuando todo artista famoso temía no ser lo bastante "nacional" o lo bastante "imperial", en un arte subordinado a la ideología. Mientras, Morandi en su olvidada provincia consigue pintar en su estudio lo que quiere, justamente porque nadie le presta atención, y es así como consigue llegar a ser el único pintor verdaderamente moderno de su país. Un interesante ejemplo de cómo la oscuridad es, a veces, una precondición para poder centrarse en el objetivo de crear.

El fruto de una vida apartada y sin eventos es esta obra tranquila, armoniosa, bella, que comunica la privacidad austera, limpia, que su autor tanto valoraba. Como su autor afirma: "Lo que importa es tocar el límite, la esencia de las cosas".

































































































































Para comprender mejor este concepto de las variaciones no se me ocurre nada mejor que una comparación: Cualquiera que tenga unos conocimientos musicales básicos está familiarizado con el concepto de variación en el arte musical. Para disfrutar mientras contemplan las obras de Morandi les dejo aquí las "Variaciones Goldberg", de Johann Sebastian Bach, en la versión que, a mí por lo menos, es la que más me gusta, la del clavecinista canadiense Scott Ross.




Sísifo

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Hijo de Éolo, el de las mil tretas, tortuoso Sísifo, ahí tienes la piedra, a ver cómo te las ingenias ahora para volver a subirla a la cima. 

La piedra, siempre la misma, idéntica, pesada piedra, ahí está retándote de nuevo, si tuviera humor la piedra dirías, Sísifo, que se ríe para sus adentros (las piedras todo lo hacen para sus adentros, son muy profundas, reservadas más bien) pero las piedras no conocen el humor, ni la misericordia, ni nada, son sólo peso inerte, ellas tienen siempre todo el tiempo del mundo, se cuecen a fuego lento en tiempos geológicos que son eras, eternidad pura, si algo tiene una piedra es paciencia, una paciencia sorda y cachazuda que puede confundirse con el humor, pero ni una risa, poca broma con la piedra. 

Así que, Sísifo, ya puedes sudar, resoplar, ya te puedes ingeniar poleas o palancas, porque ahí tienes a tu silente, pesada, paciente piedra para acompañarla día tras día pendiente arriba. Ése es el trabajo que el padre Zeus ha destinado para ti y nadie escapa de los designios del Cronida, no escapó el Titán Prometeo, por más que en astucia te sobrepasase, de sufrir atado en el Caúcaso que un buitre le devorase el hígado cada día, ni escapó tampoco el hijo de Alcmena, el valiente Heracles, de servir al menguado Euristeo en los doces trabajos prescritos, así que tú ya puedes darte por afortunado con la piedra, no hay escapatoria, esa es la carga que te ha correspondido, tu tarea. 

De septiembre a junio subirás cada vez la piedra, cada vez una piedra nuevecita, por estrenar, esperando tu abrazo y tu esfuerzo para irla izando poquito a poco. Tranquilo, ni ella ni tú vais a ir a ninguna otra parte, tranquilo, agárrala fuerte, abrazate a ella y juntos id haciendo camino, cuesta arriba, despacito, hay mucho tiempo, todo el tiempo del mundo, de septiembre a junio nada menos, nueve meses, un embarazo, tu embarazo de cada curso. Anda, Sísifo, ponte ya en camino, que hay mucho que subir.


 "Amor meus, pondus meus" (Agustín de Hipona).

















Vínculos interesantes sobre la obra de Paul Rumsey:


A mis compañeros de la enseñanza en el comienzo del nuevo curso.
¡Que nos sea leve!

La burra de Balaam

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Hace poco estuve en Madrid de fin de semana y aproveché para visitar la exposición que bajo el título "De Caravaggio a Bernini: Obras maestras del Seicento italiano en las colecciones reales" se puede ver en el Palacio de Oriente hasta el próximo 16 de octubre. La exposición contiene una buena cantidad de pinturas muy dignas de verse, de autores como Velázquez, Ribera, Caravaggio, Giordano o Reni, además de otros artistas menos conocidos pero no menos interesantes. 

El cuadro del que deseo hablarles en esta entrada es uno muy bello del pintor napolitano Luca Giordano, artista que en los reinados de Felipe IV y Carlos II pintó mucho y muy bien en la villa y Corte, e influenció a los pintores de la escuela madrileña de la segunda mitad del XVII, como Francisco Rizzi o Claudio Coello entre otros. Este cuadro fue pintado entre 1665 y 1666 y tiene por título "La burra de Balaam". 

Si ustedes se fijan en la pintura verdaderamente lo que primero atrae la atención y lo que está pintado con más realismo y cuidado es la burra, su rostro en particular. El resto está subordinado, tanto el anciano que la golpea  quien, siguiendo los cánones del tenebrismo post-caravaggista, queda medio en sombras, como el ángel, que por su parte está pintado de un modo muy convencional con su aspecto andrógino y una cierta blandura. La burra es la absoluta protagonista del cuadro. Eso muestra lo gran artista que era Luca Giordano, como buen narrador, va a contarnos lo importante de la historia. 

La historia de Balaam y su burra hoy no la conocen ya ni los curas, pero en los tiempos en que el cuadro fue pintado debía ser algo más familiar para unos espectadores provistos de una cultura cristiana y por tanto bíblica más extensa -e intensa- que la nuestra. Como la historia es interesantísima les introduzco el contexto y copio a continuación el pasaje bíblico. 

El relato pertenece al libro de los NÚMEROS 22: El pueblo de Israel, en su largo peregrinar por el desierto hacia la tierra prometida, ha llegado finalmente a la tierra de Moab, cuyo rey, al ver a un pueblo tan numeroso en sus tierras, ante tal avalancha de inmigrantes temió que"Esa multitud va a devorar nuestros confines como devora un buey la hierba del campo". Así pues hizo el rey llamar a Balaam, el profeta, para que maldijese al pueblo de Israel,"pues sé que es bendito aquel a quien tú bendices y maldito aquel a quien maldices tú". Balaam ora a Yavé y Éste le dice que no vaya porque el pueblo de Israel es siempre bendito en su presencia, pero los mensajeros del rey tanto y tanto le insisten que Balaam finalmente va al encuentro del rey con intención de maldecir a Israel.... 

A partir de aquí copio al autor del texto bíblico (Números 22, 21-32)"Levantóse Balaam y aparejó su burra y se fue con los príncipes de Moab, pero Dios estaba indignado de que fuese y el ángel de Yavé se puso delante de él en el camino para cerrarle el paso. Iba Balaam sobre su asna y llevaba consigo a dos de sus criados. El asna, al ver el ángel parado en el camino con la espada desenvainada en la mano, se salió del camino y echó por el campo, y Balaam se puso a fustigarla para retraerla al camino. Entonces el ángel se puso en una estrechura entre las viñas, entre pared de un lado y pared de otro; y al verle el asna, echóse contra una de las paredes, cogiendo entre ella y la pared la pierna de Balaam. Este se puso de nuevo  a fustigarla. El ángel de Yavé volvió a ponerse en una angostura, de donde ni a derecha ni a izquierda podía desviarse; y al verle el asna se echó debajo de Balaam, quien enfurecido la fustigó más. Abrió entonces Yavé la boca del asna, que dijo a Balaam: "¿Qué te he hecho yo para que por tres veces me hayas fustigado?" Y Balaam respondió: "¿Por qué te burlas de mí? Si tuviera a mano una espada, ahora mismo te mataría" Y el asna dijo a Balaam: ¿No soy yo tu asna? Tú me has montado desde que yo soy tuya hasta hoy ¿Te he hecho yo nunca cosa semejante? Y él respondió: "No". Entonces abrió Yavé los ojos a Balaam y vio al ángel, que estaba en el camino con la espada desenvainada en la mano."

Finalmente Balaam comprende que el pueblo de Israel es grato a Dios y desiste de su sacrílego propósito y sólo usa su verbo profético para, como le ordena Yavé, bendecir al pueblo elegido. Pero en esta ocasión lo que me interesa de esta preciosa historia es la parte de la pobre burra, que se nos muestra como más sabia que el hombre, ya que ve lo que éste en su obstinación no puede ver y con mejor corazón, ya que abnegadamente intenta salvar a su dueño por tres veces, sólo para ser fustigada en recompensa otras tres veces, hasta que Dios la hace hablar para recriminar a su amo el injusto trato.

Ahora seguro que vuelven a mirar la pintura de Luca Giordano con otros ojos. Esa burra tan expresiva ¡está hablando! Si los animales hablaran, qué de cosas dirían ¿No? Seguro que muchas serían más sensatas y más dignas de escucharse que las infinitas tonterías que nuestros congéneres humanos dicen, y dicen, y vuelven a decir...







 Luca Giordano.La burra de Balaam, 1665-66. Colecciones Reales. Patrimonio Nacional






 Luca Giordano.La burra de Balaam, 1665-66. Colecciones Reales. Patrimonio Nacional. Detalle.




"De Caravaggio a Bernini. Obras maestras del Seicento italiano en las colecciones reales".
Exposición temporal. Madrid, Palacio de Oriente, del l7 de junio al 16 de octubre de 2016.
Este es el vínculo al  microsite de la exposición: De Caravaggio a Bernini



SAN MIGUEL ARCÁNGEL

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"Y se trabó una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles iniciaron el combate contra el dragón. Y el dragón peleó y con él sus ángeles, y no pudieron resistir, y no se halló ya para ellos lugar en el cielo. Y fue precipitado el dragón grande, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el que seduce a todo el mundo; fue precipitado a la tierra, y sus ángeles fueron con él precipitados."


San Juan, Apocalipsis 12, 7-10.
Nuevo Testamento Trilingüe.  B. A. C.
Edición crítica de José María Bover y José O'Callaghan




"Después miré y vi, a los cuatro lados del Señor de los espíritus, cuatro rostros diferentes de los que no duermen, y aprendí sus nombres que me dio a conocer el ángel que andaba conmigo y me hacía conocer todos los secretos.
Y oí las voces de esos cuatro rostros, mientras cantan alabanzas en presencia del Señor de la Gloria.
Y la primera voz bendice al Señor de los espíritus por los siglos de los siglos.
Y oí la segunda voz bendecir al Elegido y los elegidos que dependen del Señor de los espíritus.
Y oí la tercera voz pedir y rogar por los que habitan la tierra; y suplicaba en nombre del Señor de los espíritus.
Y oí la cuarta voz expulsar a los Satanes, y no les permitía llegar cerca del Señor de los espíritus para acusar a los que habitan sobre la tierra.
Después pregunté al ángel de paz que andaba conmigo y me enseñaba todo lo que está oculto: "¿Quiénes son esos cuatro rostros que he visto y cuya palabra he oído y escrito?"
Y él me dijo: "El primero es el misericordioso y pacientísimo Miguel; el segundo, que está encargado de todas las enfermedades y de todas las heridas de los hijos de los hombres, es Rafael; el tercero, que está encargado de toda fuerza, es Gabriel, y el cuarto, que preside en el arrepentimiento, para esperanza de los que heredarán en la vida eterna, su nombre es Fanuel".
Estos son los cuatro ángeles del Señor de los espíritus y las voces que he oído estos días."

El libro de Henoch
Traducción del etíope por François Martin 




"¿Quién me oiría, si gritase yo, desde la esfera de los ángeles? Y aunque uno  de ellos me estrechase de pronto contra su corazón: su existencia más fuerte me haría perecer. Pues lo hermoso no es otra cosa que el comienzo de lo terrible en un grado que todavía podemos soportar, y si lo admiramos tanto es sólo porque, indiferente, rehúsa aniquilarnos. Todo ángel es terrible."

Rainer María Rilke, Elegías de Duino
Traducción de Jenaro Talens. Hiperión poesía.






Tabla de San Miguel. S. XIII. Procedente de Sant Miquel de Soriguerola de Fontanals de Cerdanya. Museu Nacional d'Art de Catalunya.




San Miguel, ilustración. Libro de Horas de Catalina de Cleves.




San Miguel combatiendo al dragón. Jean Fouquet. Ilustración del Apocalipsis de Juan. S. XVI




San Miguel combatiendo al dragón. St. Michael, Irstead, Norfolk. UK




Miguel Arcángel y el diablo. Icono ruso de Simon Ushakov. S. XVII




San Miguel pesando las almas. Basílica de Vézelay, Francia. SS. XI-XII




San Miguel pesando las almas. Juan de la Abadía (el viejo) S. XV. Procedente de Liesa, Huesca. Museu Nacional d'Art de Catalunya




Retablo de San Miguel. Gérard David. S. XV. Kunsthistorisches Museum, Viena.




San Miguel y los ángeles en la guerra contra los demonios. Domenico Ghirlandaio. S. XV. Florencia.




Arcángel Miguel. Guariento di Arpo (1310-1370). Musei Civici di Padova.




Arcángel Miguel. Piero della Francesca (1415-1492). National Gallery, Londres.




San Miguel y el dragón de siete cabezas. Arte colonial español. S. XVIII




San Miguel y otros santos. Pintura devocional escuela cuzqueña, S. XVIII




Aparición del Arcángel San Miguel del Milagro. Anónimo S. XVIII. Iglesia de San Miguel del Milagro. Municipio de Natívitas, Estado de Tlaxclala, México.




Aparición de San Miguel Arcángel. Cristóbal de Villalpando (1649-1714). Sacristía de la Catedral de México




San Miguel Arcángel. Talla policromada anónima S. XVIII. Iglesia de San Nicolás, Burgos.




San Miguel y la caída de los ángeles rebeldes, 1526-1530. Domenico Beccafumi. Iglesia de San Niccoló al Carmine, Siena.




San Miguel expulsando a Lucifer y los ángeles rebeldes. Pieter Paul Rubens 1622. Museo Thyssen Bornemisza. Madrid.



San Miguel exila el diablo del abismo. Bartolomé Esteban Pérez Murillo (1617-1682). Sevilla




San Miguel Arcángel. Valdés Leal (1622-1690). Retablo de la Iglesia del Carmen de Puerta Nueva, Córdoba.




Arcángel Miguel. ca. 1780. Juan de Espinal (1714-1783). Museo de Bellas Artes de Sevilla.




San Miguel derrota a Satanás. Rafaele Sanzio 1518. Musée du Louvre, Paris.




El Arcángel Miguel. Guido Reni, 1636. Pintado para la Iglesia de los Capuchinos de Roma.




San Miguel Arcángel. Cristóbal de Villalpando (1649-1714). México.




El Arcángel Miguel arrojando a los ángeles rebeldes al abismo, 1666. Luca Giordano. Kunsthistorisches Museum, Viena.



San Miguel Arcángel. Claudio Coello, ca. 1660. Museum of Fine Arts, Houston, Texas.




San Miguel Arcángel derrotando a Satán. Escuela italiana, finales del S. XVII o principios del XVIII.




San Miguel Arcángel, príncipe de la milicia celestial. Francesco Hayez (1791-1882)



¡Feliz día de los santos arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael!

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