¿No les ha pasado nunca que la belleza de un rostro visto en un retrato les haya despertado la curiosidad por conocer al personaje del cuadro? Yo reconozco que esta curiosidad ha sido la impulsora de muchas lecturas, parece que ponerle cara a alguien es un buen comienzo para intentar saber algo más sobre esa persona. Esto me ha ocurrido con unos extraordinarios retratos del pintor Jacob Ferdinand Voet (Amberes 1639 -París 1689).
Este artista flamenco gozó en su tiempo de una gran notoriedad como retratista, si bien hoy en día su obra está bastante olvidada, muchas veces sus cuadros han sido atribuidos a otros pintores, y sus obras no es que estén en los principales museos. ¿Cuál es la razón de este olvido? quizás se deba al hecho de haber sido extranjero en todas partes, la mayor parte de su obra la produce en Roma, donde vive entre 1663 y 1680, allí pertenecerá a una cofradía de artistas, los Bentvueghels, los "pájaros de una pluma" grupo de pintores aficionados al vino y al jolgorio que protagonizaron algunas sonadas hazañas báquicas, además su fama comienza con un campanazo: el cardenal Chigi, primo de unos de los aquí retratados, le encarga para su palacio de Ariccia una galería de las bellezas del momento, un grupo de retratos de las damas de la sociedad romana para alegrarse la vista, al parecer lo generoso de sus escotes fue motivo de escándalo en la corte papal, unos años más tarde, en 1680, es expulsado por libertino ¿? y viaja con otro pintor hacia Francia donde traba conocimiento con los círculos italianos de la corte (el cardenal Mazzarino y familia). Los últimos años vive entre Amberes y París.
Sin embargo, como decía al principio, no es la vida del autor la que me interesa en esta ocasión, sino la de algunos de su modelos. El primero de ellos, y el mejor retrato en mi opinión, un patricio milanés, es justamente de quien menos datos tenemos. Orazio Archinto, conde de Baratta, perteneciente a una familia noble de Milán, bajo el dominio español desempeñó diversos cargos públicos entre 1633 y 1681, así fue Decurión de la ciudad, Superintendente de la milicia cívica, o comandante de la compañía española, entre otros. Hombre culto, a su muerte donará a la Biblioteca Ambrosiana, entre otros libros de su colección, un manuscrito de Leonardo da Vinci. El retrato debió pintárselo Voet tras su expulsión de Roma, y muy poco antes de la muerte del retratado (1683), en él lo muestra como un hombre anciano, de mirada enérgica aunque algo quebrantado ya por los años. El retrato me parece maravilloso por su contención, por la captación psicológica y por esa preciosa gama cromática tan sutil, por su ausencia de distracciones, una verdadera obra maestra.
Después del patricio vienen los sobrinos. En Italia del Barroco, la corte papal era un complejo ecosistema donde el papado y la nobleza italiana vivían en una compleja simbiosis. Los papas provenían de familias nobles (y a menudo ricas) que apoyaban la candidatura de su papable, a su vez el papa electo se dedicaba con toda su alma a promocionar, engrandecer y enriquecer, durante la breve duración de su pontificado, a su amada familia. Como diría Vito Genovese: "la famiglia é la famiglia". Este idílico sistema ha sido conocido como nepotismo, a partir de nipote, la palabra que en italiano designa a los "sobrinos" del papa. Estos sobrinos a veces eran tales, hijos de los hermanos o hermanas, a veces incluso, como en el caso del papa Borgia, hijos del propio papa. Los dos retratados son dos casos típicos del nepotismo romano de su siglo. Pero vayamos sobrino a sobrino.
El primer sobrino, al que he decidido llamar "el guapo", es Agostino Chigi (1634 - 1705), príncipe de Farnese, sobrino del papa Alejandro VII y primo del cardenal Chigi (el de la galería de las bellezas), todos ellos pertenecientes a una acaudalada familia de banqueros de Siena, muy ricos y proespañoles. Al joven Agostino su tío lo casa con una Borghese para redondear su posición y lo nombrará castellano del Castel de Sant'Angelo y gobernador del distrito del Borgo. Aficionado al teatro, será protector de actores y autores. De su matrimonio nacerán 16 hijos, muchas bocas que alimentar, como se ve. Suerte que a la muerte de su primo el cardenal hereda unos cuantos feudos, y tras la muerte de su tío revierte en él el ducado de Ariccia, menos mal, porque con tanto niño...
El segundo sobrino se llama Livio Odescalchi, de los Odescalchi de toda la vida. Esta parece haber sido una familia noble de Como que prosperará con la llegada al trono papal de Inocencio XI, papa en cuyo programa estaba el acabar con el nepotismo, pero a quien luego le pudo el amor de tío, según parece. El sobrino debía tener aptitudes para la milicia así que el papa le nombrará Gonfaloniero y Capitán General de la Iglesia. De todos modos el hombre protagonizará algunas hazañas cuando su tío le financie al rey de Polonia Jan Sobieski un ejército para que levante el sitio de Viena. En esta ocasión Livio se distinguió noblemente en hechos de armas, razón por la cual le harán príncipe imperial, le darán un ducado en Hungría y Carlos II le nombra Grande de España. Incluso llegará a ser candidato al trono de Polonia. En reconocimiento por las mercedes de su tío levantará para él en el Vaticano un precioso monumento fúnebre. No es bien nacido el que no es agradecido ¿no?
El cuarto retratado es nada menos que don Francisco de la Cerda Aragón, IX duque de Medinaceli, duque también de Alcalá de los Gazules, y de Segorbe, de Cardona y de Lerma, por citar sólo los ducados, Grande de España, etc, etc. Como el hombre era pobre y no tenía muchos títulos, se casó con Doña María de las Nieves Girón y Sandoval, hija del duque de Osuna, muy pobre ella también. El caso es que durante el reinado de Carlos II la alta aristocracia de título va a desempeñar un papel muy importante en el reino y nuestro don Francisco va a desempeñar unos cuantos cargos de la más alta relevancia: Embajador en Roma, Virrey y Capitán General de Nápoles, y en los años clave en que el rey estaba en las últimas, ingresa en el Consejo de Estado. Él será uno de los que maniobran para conseguir la sucesión a favor del Borbón Felipe V. En agradecimiento, el nuevo rey lo nombra primer ministro. Sin embargo don Francisco, aficionado a las conspiraciones y a la alta política y contrario a la creciente influencia francesa en la corte, cometerá el tremendo error de revelar a los ingleses en 1710 un plan secreto para concluir una tregua entre Francia y las Provincia Unidas, traición por la que acabará sus días en prisión. Una mala elección.
Nuestro último personaje me parece el más interesante de todos. El retrato durante algún tiempo se atribuyó a Mignard, hasta que las investigaciones pertinentes condujeron hasta Voet como legítimo autor. La retratada es Maria Mancini, sobrina del cardenal Mazzarino, primer ministro de Luis XIV. Su vida muestra las tribulaciones que una mujer, aunque fuera de la aristocracia, tenía que pasar para vivir y medrar en la alta sociedad. La joven María debía ser una belleza del tipo de las que Voet pintara en Roma, de modo que su tío el cardenal, deseoso de afianzar su influencia sobre el jovencísimo rey, le pone a la chica a tiro, tan a tiro que se la mete en la cama y la convierte durante un tiempo en la amante oficial. Luego hubo que firmar la paz con España y para ratificar la paz se acordó el matrimonio con la Infanta doña María Teresa de Austria, con lo cual hubo que expedir a la amante hacia otros destinos. Su tío que era todo un alcahuete la casó con un miembro de la más alta aristocracia romana, Lorenzo Onofrio Colonna, condestable de Nápoles. El marido debía darle mala vida, o María Mancini se aburría un montón, porque en 1672 protagoniza una escandalosa escapada junto con su hermana Hortensia, que también ha huido de su marido; las dos hermanas van de reino en reino hasta que en 1676 María recala en Madrid, donde su marido consigue que la encierren en el convento de Santo Domingo. Se vuelve a escapar y su cuñado obtiene orden de prisión y la meten en el Alcázar de Segovia. Con todo, tiene altas amistades y sale libre. Tras la muerte de su marido, volverá finalmente a Italia. En 1678 escribe y publica una memorias que fueron un éxito de ventas -el cotilleo siempre vende- donde narra en primera persona su azarosa vida.
