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¡Mira ese cuadro!: The Old Dealer

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En un almacén atestado de dudosos artilugios un viejo chamarilero pinta de minio una jaula, un arreglo casero para mantener a raya el paso del tiempo, pues el tiempo sin duda es el sujeto de esta obra: Πὰντα ὁ χρονος διὲλυσε, "el tiempo todo lo destruye". Aquellos objetos que un día formaron parte de las vidas de otras personas, acaban su ciclo amontonados en el Purgatorio de los cacharros, convertidos en antigüedades ¿El tendero mismo, también él una antigualla viviente, no parece formar parte del conjunto? El hombre nos contempla sin embargo con jovialidad, como quien se ríe para sus adentros, conocedor de algún secreto que el espectador ignora, como un  vetusto Ali Baba en su cueva encantada, llena de tesoros un poco mohosos, un poco decepcionantes, pero cada uno con su magia y su poder, cada uno narrando una posible, fantástica historia, una vieja historia que, como a la vieja lámpara de Aladino, sólo hace falta frotarla y sacudirle un poco el polvo para que salga el genio a contarla. El tiempo huye irreparable, decía Horacio, haciendo poesía de la obviedad, mas decía bien, porque al final todo acaba siempre entre un montón de trastos desechados y una tienda de chamarilero puede ser la mejor metáfora de la vida. CARPE DIEM




Charles Spencelayh. "The Old Dealer" (The Old Curiosity Shop) 1925.



El británico Charles Spencelayh (Rochester 1865 - Northampton 1958) se formó en la National Art Training School de Londres, donde obtuvo un premio al dibujo de figura y de allí pasó a completar su formación a la capital francesa, llegando a exponer en el Salón de París. Sin embargo su trabajo y la difusión de su obra en el futuro va a tener lugar casi exclusivamente en la Gran Bretaña. Expuso regularmente obras en la Royal Academy desde 1912 hasta su muerte en 1958. Fue miembro fundador de la Real Sociedad de Minitaturistas y vicepresidente de la Sociedad Británica de Acuarelistas, así como de otras prestigiosas sociedades artísticas. Realizó exposiciones con regularidad y éxito durante toda su larga vida y sus cuadros eran codiciados por los coleccionistas, entre los que se contaba la reina Mary y otros altos personajes. Su obra está representada en numerosos museos británicos, entre ellos la Tate Gallery de Londres. Su pintura costumbrista gustó mucho en su época y aún sigue gustando a los británicos. Pinta casi siempre escenas domésticas donde aparecen con preferencia ancianos, a menudo solos, en interiores más o menos destartalados, y que, en la borrosa era eduardiana, cuando la Gran Bretaña aún era un imperio, son un canto deliberadamente antiheroico. Spencelayh se complace en pintar los prosaicos interiores de la middle class, o incluso se especializa en vejetes pobretones ¿un tipismo sentimental? ¿una velada e irónica crítica? Siendo como era un buen británico nunca llegaremos a saberlo, discreción obliga. Queda una obra que trasmite un discreto encanto que no todos son capaces de apreciar.



Del libre albedrío

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Mark Rothko, Black and Grey.



Recuerdo un artículo que leí hace años en el diario EL PAÍS firmado por un ex miembro de ETA político-militar. Rememoraba el autor el momento de su "bautismo de fuego", el momento en que la dirección de la organización le encargó un objetivo y le dijo: tienes que matar a fulano. El autor, que finalmente no lo hizo, y por consiguiente hubo de abandonar la organización, afirmaba que ésa es la hora de la verdad: la elección entre matar a un semejante o no hacerlo. Todo lo demás son pamplinas, el lavado de cerebro sobre la opresión del pueblo vasco por el estado español, la propaganda sobre la revolución y la lucha de clases, etc, etc. 

Hay un momento preciso en que una persona, con todo ese condicionamiento y con todo ese odio dentro debe elegir. Y sigue siendo libre de hacerlo o no hacerlo. Esa es la única frontera entre unos hombres y otros, unos matan para defender sus ideas y otros no están dispuestos a hacerlo. En el segundo grupo no todos son moderados, no todos son tolerantes, seguramente no todos son ciudadanos ejemplares, pero unos matan y otros no matan.

Las razones por las que algunas personas encuentran lícito matar a sus semejantes siempre han sido variadas: la religión, las opiniones políticas, la pertenencia racial, de clase, el tener la víctima una opción sexual diferente, el honor familiar o personal, la codicia, el simple odio. Creo que no merece la pena ahondar en la excusas que el asesino se da, nos da para pretender justificar su crimen, eso es tanto como entrar en su perverso juego. 

Lo que hay es la elección de un hombre libre que ha decidido matar a otro. Los hombres tenemos entendimiento y voluntad y por eso cabalmente se dice que somos libres, porque sabemos lo que hacemos y porque podemos elegir entre hacer una u otra cosa. No hay excusas, la sociedad me ha oprimido, tuve unos padres que no me querían, pertenezco a una minoría oprimida, si no ataco yo primero ellos lo harán antes o después, pamplinas, gilipolleces. Yo he elegido.

Por eso rechazo toda esa tormenta que se levanta estos días sobre si los musulmanes son esto o aquello, sobre si la civilización europea encarna estos o aquellos valores. La sociedad europea no es ni mejor ni peor que otras sociedades; si acaso serán mejores sus sistemas legales, que protegen las libertades y ejercen una tutela efectiva sobre ciertos derechos, si acaso serán mejores sus sistemas políticos democráticos, que vehiculan un ámbito de tolerancia obligatoria, protegiendo a las minorías a la vez que dan el poder a las mayorías. 

No nos engañemos, no existe eso que llamamos la sociedad, ya lo decía Margaret Thatcher, existen las personas, existes tú, existo yo, existe mi vecina, existen mi alumno fulanito o menganito. Y las personas, cada una, eligen hacer su vida de diversos modos,  algunos buenos, algunos excelentes, muchos equivocados, muchos fallidos, algunos criminales.

Ayer unos jóvenes guiados por el odio han matado a unas personas inocentes, unas personas cuya única ofensa, imaginaria ofensa, era hacer burla de todo lo divino y lo humano. No hablemos contra nadie sino contra los asesinos, los que odian y los propagan el odio, pero no pongamos adjetivos, porque hay el mismo porcentaje de intolerantes, de estúpidos, o de asesinos, entre los musulmanes, los católicos, los agnósticos, los veganos, los hipsters o los funcionarios de Hacienda.

Pienso en estos días en algún alumno o alumna mía, musulmanes y excelentes personas, que quizás se sientan hoy intimidados en manifestarse como musulmanes, en llevar el velo o en expresar sus opiniones con libertad. Ese derecho también debe ser protegido. No hay un "ellos" y un "nosotros". Hay seres humanos que escogen continuamente entre el bien y el mal. No cavemos trincheras, no levantemos barricadas: el hombre que se equivoca puede, debe ser persuadido. Contra el fanatismo la tolerancia, contra las balas las palabras, no siempre sirven, es verdad, pero si a las balas contestamos con balas los que habrán ganado serán los fanáticos, porque nosotros habremos elegido pasarnos a su bando.




Fantasias arquitectónicas: una de romanos

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Abrimos nueva sección. Esta vez mostraremos arquitecturas pintadas, trátese de fantasías arquitectónicas, de vistas de edificios existentes, de ruinas, de proyectos etc. La pintura desde siempre ha tratado de imaginar y representar cómo habría sido la Atenas o la Roma antigua mucho antes de que aparecieran las simulaciones 3D por ordenador, o cómo debería ser la urbe ideal, o cómo serán las metrópolis del futuro. Todo esto es lo que iremos viendo en esta sección en sus distintas entregas.

En la de hoy aparece este curioso cuadro perteneciente a los fondos del Museo del Prado, a donde llegó desde el Palacio del Buen Retiro, en cuya colección se menciona ya desde los tiempos de Carlos II y que pintan dos autores contemporáneos en colaboración, el bergamasco Viviano Codazzi (1604-1670),  que trabajó alternativamente en Roma y en Nápoles, y el napolitano Domenico Gargiulo (1610-1675). El primero se dedicó a la pintura de arquitectura, siendo uno de los primeros pintores especializados en este género, y el segundo colaboraba pintando las figuras.

Vemos una reconstrucción del Coliseo Romano, pues en él está inspirado el cuadro, en una vista-sección que le ha quitado el cuarto delantero, lo que nos permite fisgar dentro del edificio y observar los juegos del anfiteatro, donde las fieras y los gladiadores divierten a un público que imaginamos numeroso y al que no parece importarle el trozo de edificio faltante. Una imagen extraña que sin duda le resultará más familiar a los arquitectos que a los pintores, pero que posee una extraña monumentalidad.





Viviano Codazzi y Domenico Gargiulo. Perspectiva de un anfiteatro romano (ca. 1638). Museo Nacional del Prado




Daniel Santoro, mitógrafo

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¿El peronismo es una ideología política? ¿O una mitología? Hoy no queda ya nada del sueño: una presidenta, otra viuda del peronismo, rodeada de tipos siniestros, un fiscal que se "suicida" el día antes de llevar a la Señora Presidenta ante los tribunales, mucha verborrea, una situación económica desastrosa y, como siempre, los ricos, ricos y los pobres, pobres. 

Pero no podemos juzgar aquella revolución seguramente por lo que vemos hoy. España y Argentina se malentienden demasiado como para que un español como yo pretenda saber qué fue el peronismo en sus buenos tiempos. Reconozco que lo desconozco todo, además, ha llovido ya mucho desde entonces y, como todas las buenas historias, el relato se ha ido desfigurando con el tiempo. 

Los hechos al narrarse se convierten en historias, en mitos, los personajes se transforman en santos, en centauros, en mártires, en demonios, se asimilan a los prototipos de la leyenda heroica, del martirologio cristiano o del cuento folklórico. Queda una Utopía que pudo haber sido y no fue, queda el desengaño o la nostalgia, queda un historia del corazón más que de una Nación. 

Ser peronista es una emoción, como ser carlista, como ser falangista, como ser comunista, como ser cristiano. O no, no sé, vivo en un país donde las emociones acaban a tiros o a pedradas. Los argentinos son emocionales, sentimentales, los españoles, como decía alguno, somos unos cabreros que, como Caín, siempre tenemos la piedra en la mano, no lo podemos entender.

El que sí que sabe, sí que siente, sí que ha vivido en peronista es el pintor argentino Daniel Santoro, nacido en Buenos Aires en 1954. El autor con una potencia gráfica impresionante recrea el universo peronista, su santoral y su martirologio, sus centauros, sus esfinges, los descamisados, los grasitas, toda esa tipología que uno ha mamado desde la infancia en los manuales de propaganda,  en el colegio, tipología que él, como buen pintor, como ojo educado, junta con imágenes procedentes del simbolismo (Böcklin) de las vanguardias europeas (Ernst, Magritte, De Chirico, etc), del arte religioso, del arte popular, del cartelismo o el muralismo, del cine, del arte oriental... 

Muchas son las influencias, las tradiciones que el autor dosifica sabiamente para construir el relato de su vivencia del peronismo, para dar testimonio de su patria, un testimonio, me temo, doliente, irónico, desencantado, aunque sin renegar del pasado, sin ira, aunque tal vez también sin nostalgia. Los españoles, que hemos borrado nuestro pasado, o que seguimos aún en lucha con él, como Jacob con el ángel, podríamos quizás aprender de Daniel Santoro, cómo mirar al pasado sine ira et studio.

































































































































Por sus palabras los conoceréis: Las veinte Verdades Peronistas


"Estas son las Veinte Verdades del Justicialismo Peronista. He querido reunirlas así para que cada uno de ustedes las grabe en sus mentes y sus corazones; para que las propaguen como un mensaje de amor y justicia por todas partes; para que vivan felices según ellas y también para que mueran felices en su defensa si fuera necesario..." Juan Perón, 17 de octubre de 1950
1.     La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo.
2.     El Peronismo es esencialmente popular. Todo círculo político es antipopular, y por lo tanto, no es peronista.
3.     El peronista trabaja para el Movimiento. El que en su nombre sirve a un círculo, o a un caudillo, lo es sólo de nombre.
4.     No existe para el Peronismo más que una sola clase de hombres: los que trabajan.
5.     En la Nueva Argentina el trabajo es un derecho que crea la dignidad del hombre y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume.
6.     Para un Peronista de bien, no puede haber nada mejor que otro Peronista.
7.     Ningún Peronista debe sentirse más de lo que es, ni menos de lo que debe ser. Cuando un Peronista comienza a sentirse más de lo que es, empieza a convertirse en oligarca.
8.     En la acción política la escala de valores de todo peronista es la siguiente: primero la Patria, después el Movimiento, y luego los Hombres.
9.     La política no es para nosotros un fin, sino sólo el medio para el bien de la Patria, que es la felicidad de sus hijos y la grandeza nacional.
10.Los dos brazos del Peronismo son la Justicia Social y la Ayuda Social. Con ellos damos al Pueblo un abrazo de justicia y de amor.
11.El Peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha. Desea héroes pero no mártires.
12.En la Nueva Argentina los únicos privilegiados son los niños.
13.Un gobierno sin doctrina es un cuerpo sin alma. Por eso el Peronismo tiene su propia doctrina política, económica y social: el Justicialismo.
14.El Justicialismo es una nueva filosofía de vida simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista.
15.Como doctrina política, el Justicialismo realiza el equilibrio del derecho del individuo con el de la comunidad.
16.Como doctrina económica, el Justicialismo realiza la economía social, poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social.
17.Como doctrina social, el Justicialismo realiza la Justicia Social, que da a cada persona su derecho en función social.
18.Queremos una Argentina socialmente justa, económicamente libre, y políticamente soberana.
19.Constituimos un gobierno centralizado, un Estado organizado y un pueblo libre.
20.En esta tierra lo mejor que tenemos es el Pueblo.

Takuro Kuwata: Futurismo y tradición

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El ceramista japonés Takuro Kuwata (Hiroshima 1981) está creando día a día, exposición tras exposición, una obra que es a la vez fieramente contemporánea, postmoderna incluso en cuanto a una cierta irreverencia deliberada, un cierto toque burlón de sus cerámicas de colores extremos: rosas fucsias, azulones, amarillos, rojos o naranjas, moteados de oro o plata, y que al mismo tiempo es fiel seguidora de la tradición cerámina japonesa, donde podría enmarcarse dentro de la estética Wabi-sabi. 

Esta estética, influída por el budismo Zen, preconiza la búsqueda de la sencillez, de lo asimétrico, áspero, tosco, donde el objeto artístico imita incluso las texturas de lo natural. Así la cerámica tradicional japonesa a menudo ha perseguido un efecto de deliberada tosquedad, como de objeto mal hecho, dentro de una estética de la simplicidad. Un objeto Wabi-sabi debe despertar en el espectador un efecto de melancolía, de anhelo espiritual, recordándole las tres verdades budistas: nada dura, nada está completo, nada es perfecto.

Takuro Kuwata crea unos sorprendentes objetos que parten a menudo de la forma de la sencilla taza de té tradicional japonesa. Así, de esta forma inicial con aspecto más o menos cilíndrico o acampanado se despega en un proceso de experimentación, dejando parte del resultado final a los efectos de un azar más o menos controlado. El artista cubre la cerámica con una gruesa capa de esmalte que, al dilatar la taza en el horno, se rompe durante el proceso de cocción dejando así ver la superficie de debajo y creando los característicos craquelados, más o menos dramáticos. Al mismo tiempo o alternativamente el artista juega con los salpicados de oro, plata o mercurio para conseguir unas curiosas texturas. Esta alternancia entre la cobertura y lo de debajo, entre el brillo del metal y el color fuerte de la cerámica provoca unos efectos variados, divertidos, en ocasiones bellísimos, siempre interesantes.

Takuro Kuwata se graduó en 2001 en la especialidad de Cerámica en la Escuela de Bellas Artes de Kyoto, desde 2002 fue discípulo del ceramista Zaima Susumu, ha realizado, pese a su juventud, numerosísimas exposiciones en Japón, y ha expuesto también en Alemania, Nueva York y Corea del Sur. Ha recibido numerosos galardones en su país natal.




























Para conocer mejor la vida y obra de este maravilloso ceramista japonés les remito a su propia web:
http://www.takurokuwata.com/home.html




La lección de Édouard Vuillard

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Jean-Édouard Vuillard (1868 -1940) forma parte desde las décadas finales del siglo XIX, junto a grandes pintores como Odilon Redon o Bonnard y algunos otros menos conocidos, del grupo que pasa a denominarse los Nabis (profetas). En este período postimpresionista París es el centro el arte en Europa y un núcleo donde confluyen todas las tendencias, allí se producen una interesantes sinergias e influencias mutuas entre impresionistas, expresionistas, fauvistas, japonistas, simbolistas, los autores de la pintura de los Salones, hoy llamados del Pompier, las emergentes vanguardias y otros muchos ismos y personalidades variados y diversos. 

Los Nabis en este contexto se distinguen por un marcado interés por el color, tanto en su aspecto de vehículo de expresión de la emoción, o de portador de simbolismo, como en su vertiente más decorativista. Así se interesan por lo oriental, influenciados por el japonismo, pero también por el orientalismo arabizante muy en boga en el París de la época, por el arte teatral con el que colaboran algunos de sus miembros, por ejemplo Vuillard, como pintores de escenografías. En general un rasgo muy característico de los Nabis será convertir el lienzo en una especie de mosaico o de tapiz donde toda la superficie está texturada, llena de colores, de estampados, el vacío no existe, el tema a menudo se funde con el fondo en un sinfín de pequeñas teselas de color.

Vuillard dentro de este movimiento encarna una mirada intimista. El pintor fue toda su vida un hombre de vida más bien casera, vive con su madre viuda, modista que cose en casa, y muchísimos de sus cuadros recrean escenas hogareñas, interiores o naturalezas muertas. En la pintura de Édouard Vuillard hay un deliberado deseo de trascender el objeto que el artista ve, el interior anodino de una casa burguesa, y convertirlo en un fragmento de pura poesía. 

Esta trasmutación opera mediante una cierta desmaterialización, la forma se diluye en un exquisita composición de colores y texturas que vibran con un delicado lirismo, así, un simple jarrón de flores, el objeto más banal que pintarse pueda, se trasforma en un pequeño poema íntimo, una armonía trabada mediante colores y texturas del mismo modo que el poema escrito lo es con palabras y ritmos, y con la misma exquisitez y rigor formal que podría encontrarse en un poema de Mallarmé o de Verlaine

Esteticismo consciente y militante que le hizo muy querido en los ambientes elegantes de fin de siècle, pero que preludiaron fatalmente su olvido en el agitado período de las vanguardias. En el feo mundo que nos ha tocado vivir la obra de Vuillard se nos presenta como algo incomprensible e inalcanzable, el canto del cisne de una civilización, la burguesa, que fue arrasada por la barbarie del siglo XX.





Édouard Vuillard. Tulipanes y estatuillas, 1919.





Édouard Vuillard. La chimenea, 1905. National Gallery, London





Édouard Vuillard. Guilder roses and the Venus de Milo, 1905.





Édouard Vuillard. Ramo de pensamientos, myosotis y margaritas en una jarra, 1901.





Édouard Vuillard. Jarrón de flores en la repisa, 1900.





Édouard Vuillard. Rosas en una vaso de cristal, 1919.





Édouard Vuillard. Anémonas en un jarrón chino, 1901.





Édouard Vuillard. Rincón de la chimenea en Les Clayes, ca. 1933-35





Édouard Vuillard. Rosas, 1910.





Édouard Vuillard. Naturaleza muerta con candelabro, 1900.





Édouard Vuillard. Flores en una jarra, 1905.





Édouard Vuillard. Naturaleza muerta con la maleta de pintura del artista, 1898.





Édouard Vuillard. Naturaleza muerta con Leda, 1902.





Édouard Vuillard. Estatuilla de Maillol y rosas rojas, ca. 1903-05.





Édouard Vuillard. Iris y pensamientos.





Édouard Vuillard. Cuatro manzanas.





Édouard Vuillard. La mesa, 1909.





Édouard Vuillard. Jarrón de flores, 1903.


*Salvo indicación en contrario puede entenderse que las obras pertenecen a colecciones particulares.




Takeuchi Seiho

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La era Meiji en Japón (1868-1912) fue una época de crecientes  contradicciones: Una intensa modernización social y económica y la apertura hacia Occidente se alternan con la revitalización de las tradiciones culturales y de la religión shintoísta, un ardiente nacionalismo y un activo militarismo. 

Japón en el tránsito hacia la modernidad se debate entre el deseo de conservar sus esencias y el de competir con las potencias industriales del momento, de un modo que los españoles podemos comprender muy bien, porque nuestros intentos de ingresar en la modernidad se han visto jalonados por idéntica ambivalencia entre la aprensión por la pérdida de las señas de identidad culturales asociadas a lo "Español" (que desembocará en un nacionalismo exacerbado) y un intenso deseo de modernización a toda costa, de emulación, incluso de complejo de inferioridad frente a todo lo extranjero.

Un artista que encarna muy bien esta contradictoria época Meiji es el pintor Takeuchi Seiho: nacido en Kyoto en 1864, su vida se prolonga hasta la guerra mundial, pues fallece en 1942. Durante este largo período el autor se va a configurar como el gran renovador del género Nihonga, es decir, el estilo de pintura japonesa tradicional. 

Este género, donde se pinta con pincel sobre papel de arroz o sobre seda usando pigmentos naturales diluidos en agua en las composiciones en color, o tinta china en las composiciones monócromas, estaba regido por estrictas normas tradicionales que regulaban el modo de representar los animales, los paisajes, los seres humanos, e incluso prescribía los tipos de trazo del pincel según lo representado o los efectos imitativos a lograr. Esta tradición se había quedado un tanto anquilosada por esta excesiva tendencia a lo canónico y es durante la época Meiji cuando se renueva gracias al intercambio con las técnicas y modos de representación del arte occidental. 

En su búsqueda de nuevos horizontes creativos Takeuchi Seiho viajará a París durante la Exposición Universal de 1900 y podrá conocer la obra de los paisajistas occidentales, como Turner o Corot, extrayendo sus propias lecciones del encuentro. Posteriormente el autor cambiará de orientación y pasará a inspirarse en la pintura tradicional china y en la poesía japonesa, en el Haiku; de nuevo el péndulo Occidente-Oriente.

El autor está muy concernido por la noción de capturar la vida del natural para plasmar la esencia del objeto pintado, lo que en japonés llama shasei, así sus representaciones de paisajes y de animales transmiten esta búsqueda formal. El autor en su trayectoria acumuló honores de todo tipo, llegando a ser pintor de la corte, y tuvo un gran número de discípulos por lo que su obra y su enseñanza tuvieron una gran influencia sobre la evolución posterior del arte nipón. 

Les dejo ante la obra de este extraordinario, y para mí hasta hace poco desconocido, artista, un creador de imágenes poderosas que dejan sin aliento. Que ustedes las disfruten.















































































































































De la utilidad de lo inútil

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El carpintero Shi de camino al reino de Qi llegó a Quyuan y vio un roble, dios sagrado de aquellas tierras. Tan inmenso que podía dar sombra a varios miles de bueyes, y su tronco medía unos cien palmos. Su altura rondaba la de una montaña y sus primeras ramas brotaban a veinticinco metros del suelo. Con sólo diez de ellas hubieran podido construirse barcos. Oleadas de gente se amontonaban en torno a él para admirarlo. El carpintero Shi, sin detenerse a mirar, prosiguió su camino. 

Su aprendiz, después de contemplarlo, se aproximó a Shi y le dijo: "Maestro, desde que manejo el hacha bajo tus órdenes, no he visto nunca un árbol tan bueno como éste. ¿Por qué continúas tu camino sin dignarte ni siquiera mirarlo?"

"¡Ya está bien, calla! -dijo el carpintero-, ¿No ves que su madera es inútil? ¡Haz barcos con ella y se hundirán! ¡Haz ataúdes y se pudrirán! ¡Haz herramientas y se romperán rápidamente! ¡Haz vigas y pilares y los devorará la carcoma! ¡Haz puertas y ventanas y rezumarán resina! Su madera es inservible y no vale para nada: por eso ha durado tanto tiempo".

Cuando regresó a su casa, el carpintero soñó que el roble le decía: "¿Con qué me has comparado?, ¿con los árboles nobles? A los acerolos, perales, naranjos, pomelos y otros árboles, cuando sus frutos están maduros, los despojan, los ultrajan, rompen sus grandes ramas y las pequeñas las arrancan. Su propia utilidad daña su vida, muriendo en pleno vigor sin acabar sus días por el Cielo decretados. Víctimas de sí mismos y víctimas del mundo. Ésa es la suerte de todas las cosas. En cuanto a mí, desde hace tiempo aspiro a ser inútil, y ahora, ya cerca de mi muerte, por fin lo he logrado: ésa es mi gran utilidad. Siendo útil, ¿habría durado tanto tiempo? Además, tú y yo somos seres. ¿Cómo puede un ser juzgar a otro? Hombre inútil condenado a la muerte, ¿qué sabrás tú de árboles inútiles?".

Al despertar el carpintero relató su sueño. El aprendiz le preguntó: "Si aspira a ser inútil, ¿por qué es un árbol sagrado?".

"¡Calla! ¡No digas nada más! Él tan sólo desempeña su papel ante los que no le comprenden. Si no se le considerara árbol sagrado, ¿no habría sido abatido? Se protege de manera diferente a los demás. Y usar del sentido común para juzgarlo, ¿no te parece un error?".

                                    Zhuang Zi, capítulos interiores IV, IV. 
                                    (Traducción de Pilar González España)





 Lin Shun Shiung, 2012.





  Lin Shun Shiung, 2012.





  Lin Shun Shiung, 2012.





  Lin Shun Shiung, 2012.





  Lin Shun Shiung 林順雄, acuarela, 2012





  Lin Shun Shiung 林順雄, acuarela, 2012.





  Lin Shun Shiung 林順雄, acuarela, 2012.





  Lin Shun Shiung 林順雄, acuarela, 2012.





  Lin Shun Shiung 林順雄, acuarela, 2012.





 Lin Shun Shiung 林順雄, acuarela, 2012.





Lin Shun Shiung 林順雄(en pinyin Lin Shunxiong) es un artista taiwanés nacido en 1948. Se graduó en Artes aplicadas en la Universidad Nacional de Taipei. Obtuvo el premio Jin Jue de la Asocación de Pintura de la República China. Viene exponiendo, solo o en compañía con regularidad desde 1979 hasta nuestros días. Enseñó en la Universidad Nacional de Taipei, en el Departamento de Artes Aplicadas, desde 1982 a 1990. Lin fue galardonado con un premio por la Asociación de escritores y artistas chinos en su vigésimo tercera edición y ha sido jurado en al 44 edición de la Exposición de Bellas Artes de Taiwan. 

Su obra muestra la influencia de la pintura clásica china en los motivos, a la vez que utiliza las técnicas y materiles del arte occidental. Su pintura quieta y concisa aborda la naturaleza con una afinidad concentrada y poética, si su técnica puede ser muy occidental en ocasiones, su mirada es sin duda oriental, es la mirada del taoísta que no concibe una separación entre el yo que mira y la Naturaleza mirada. Me ha gustado especialemente su serie de acuarelas sobre troncos de árboles, producida en 2012, porque pienso que es una extraordinaria muestra de un arte maduro y reflexivo, de una belleza infrecuente y necesaria.




BARRO

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Del barro nacemos y al barro al cabo tornamos; ya dice el texto sagrado "memento homo quia pulvis es, et in pulverem reverteris", pues antes que el barro fue el polvo y antes que el polvo la nada. Recordando que hemos sido hechos de una pella de barro, pide un poeta que le den una copa, no de oro o plata, no de cristal luciente, mas de humilde y sencillo barro, que para beber un vino que alegre o que alivie ya basta. 

Escribió el poema un tal Diodoro Zonas, de Sardes, en el siglo I antes de nuestra era. Lo recogió, unos cuantos siglos después, junto a muchos otros breves de autores griegos un oscuro esclesiástico bizantino que sin duda amaba la poesía, Constantino Céfalas, en la compilación que hoy es conocida como la Antología Palatina. Gracias a este desconocido personaje que se ocupó en buscar los  poemas, juntarlos, organizarlos y copiarlos en sus ratos libres con primorosa caligrafía, nos ha llegado este bello epigrama que hoy os dejo, en la traducción de Don Ángel Lasso de la Vega, así como, por supuesto, en el original griego para quien tenga la suerte de poder apreciarlo.




Dadme una copa formada
Del barro en que yo he nacido,
Y que ha de ser algún día
Mi fúnebre lecho mismo.



δόςμοιτοὐκγαίηςπεπονημένονἁδὺκύπελλον,  
ἇςγενόμην, καὶὑφ᾽κείσομ᾽ἀποφθίμεν.
                                                   Antología Palatina XI, 43.





Kylix ático, siglo IV a. de C.



Nuréyev Superstar

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Hay artistas cuya fama trasciende con mucho su disciplina artística y que se convierten en estrellas, en iconos de la cultura de su época. Hoy en la cultura de masas del pop-rock o del cine estamos  más acostumbrados a este fenómeno, aunque en nuestros días cuanto más brillo alcanza en su cenit, más efímero es su resplandor y apenas ha llegado a destellar cuando a la temporada siguiente ya nadie se acuerda de aquella estrella fugaz. 

Sólo unos pocos grandes consiguen escapar a este destino, algunos se convierten el leyenda por derecho propio. Uno de estos es Rudolf Nuréyev (Рудо́льф Хаме́тович Нуре́ев). Incluso las personas, como yo, completamente ignorantes del arte del ballet, hemos sentido admiración por su carisma y su extraordinario talento, pero también nos hemos sentido fascinados por su imagen, por el icono: el artista bello como un animal, con aspecto de bárbaro de las estepas, aquel duo maravilloso que formaba con Margot Fontaine, su deserción de la URSS, su vida escandalosa, su muerte por SIDA, todo ello contribuía a convertirlo en un ser mítico, en algo que va mucho más allá del hecho de ser un inmenso profesional de la danza. Se le ha llamado la estrella rock del ballet y es un buen apelativo, aunque se queda muy corto.

Algo parecido debió pensar Jamie Wyeth, un artista plástico perteneciente a una de las dinastías artísticas más amadas de los estadounidenses, hijo de Andrew Wyeth y nieto de NC Wyeth,  y retratista de fama que ya había pintado a personajes importantes como el presidente John Fitzgerald Kennedy y a Andy Warhol,  cuando en los años 70 tuvo la ocasión de hacer una serie de retratos de Nureyev, figura que, según confesión del pintor, le obsesionaba desde hacía tiempo, por su glamour, por su presencia física casi animal, pero también por el reto, dificilísimo para una artista plástico, (pintura=quietud vs. danza=movimiento) que suponía ser capaz de representar algo de ese universo hecho de movimientos, de secuencias, de presencia física, de sonidos, mediante dibujos o pinturas, es decir, usando un medio de expresión completamente ajeno a todo lo que pretendía representar. 

En mi humilde opinión las obras de Jamie Wyeth consiguen salir muy airosas de este reto y son una extraordinaria galería de imágenes que contribuirán también a su manera a configurar la leyenda de Rudolf Nuréyev, pues el pintor ha sabido hacer una cosa que yo he visto poquísimas veces en pintura: retratar el carisma.


 































































































VIDEOS

Capturing Nureyev: Interview with Jamie Wyeth. El artista plástico habla sobre cómo fue la experiencia de acometer el reto de hacer la serie de retratos de Rudolf Nuréyev durante los años 70.




Rudolf Nureyev performing Shoenberg's Pierrot Lunaire. Un video breve sobre la puesta en escena por Nuréyev de la famosa obra contemporánea, uno de los infrecuentes de su carrera.








La ciudad post-humana: Tsutomu Nihei

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¿No podría la ciudad sobrevivir a sus creadores humanos? Hoy nos gusta hablar del Apocalipsis, pero, como dice T. S. Eliot en "Los hombres huecos": "Así es como acaba el mundo/ no con un estallido, sino con un quejido". Nuestra imaginación ya no recrea la hecatombe nuclear, un final apoteósico al estilo de una opera de Wagner, sino que tal vez las cosas podrían ser de otro modo: las ciudades, la ciudad, siempre creciendo y creciendo, la tecnología y la naturaleza cada vez más unidas, hasta el punto en que distinguirlas se hará cada vez más difícil, más ocioso, hasta el día que, quizás, el ser humano tal como lo hemos conocido no sea más que otro de los seres que pueblen esa futura ciudad, ya no el ser predominante, esa ciudad que ya no tendrá fronteras, que lo cubrirá todo, como una gangrena, o simplemente como una nueva, diferente superficie terrestre. 

Un mundo nuevo que ya no será humano, el futuro ya no se aparece a los ojos de nuestra generación con el optimismo modernista que se mostraba a nuestros abuelos, los ilustrados, ellos aborrecían el pasado feudal y alucinaban con los tornillos y las tuercas, flipaban con la máquina de vapor y pronosticaban un futuro feliz con la tecnología como la ancilla humanitatis. Hoy que el futuro ya está aquí y la tecnología ya forma parte de nuestro propio cuerpo, hasta el punto que somos ya unos cyborgs medio hombre medio máquina, ya no albergamos esas fantasías tecno-happies, sino que, cuando imaginamos la ciudad del futuro, pensamos en Blade Runner.

No voy a decir que no haya leido comic, pero sí que mi cultura al respecto es muy escasa y se limita a tres o cuatro referencias, por eso no voy a hablar de Tsutomu Nihei desde el punto de vista del aficionado al comic (al manga), no podría y no sabría; sin embargo me ha golpeado la obra de este mangaka japonés por la recreación de esa ciudad del futuro, tenebrosa, tecnológica, omnipresente, laberíntica, una ciudad que tiene muchas fuentes de inspiración en las artes gráficas (Piranesi y sus carceri, Moebius, François Schuiten, Pieter Brueghel y las Torres de Babel, Stefan Hoenerloch, etc) y también en el cine (Metropolis, Blade Runner). 

Estos precedentes, sin embargo, no le restan originalidad, sólo lo enmarcan dentro de una tradición, la de la distopía, esa fantasía arquitectónica que imagina mundos post-apocalípticos. Debo confesar que no he leído los manga de Tsutomu Nihei, aunque pienso poner remedio a eso pronto, pero sus imágenes las he reconocido desde el principio, esos corredores, esos espacios son los que recorro en el sueño, esa megaestructura infinita es la ciudad de mis sueños, cada noche visito esos lugares yermos, quién sabe, quizás algún día me cruzaré con el autor en uno de esos paseos y tendremos unas palabras.

A los interesados en la figura y en la obra de Tsutomu Nihei les invito a leer el artículo de este bloguero francés que sí que posee una amplísima cultura sobre el mundo del comic y es muy interesante e informativa, de lectura imprescindible: 




























































































































Esperando a los bárbaros

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Perdónenme que por una vez hable de política en este espacio que es más bien de artes plásticas, pero llevo un tiempo ya con una extraña sensación  que me gustaría compartir con ustedes. Estamos todo el país viviendo en estos días un tenso período de espera hasta las elecciones de mayo, con la sospecha de que lo que se avecina va más allá de un cambio en el turno, de que lo que viene es un cambio de régimen. Estas municipales de mayo de 2015 se parecen extrañamente a las de abril de 1931, donde, curiosamente, la batalla la ganaron los partidos monárquicos, pero la guerra la ganó la República. 

Está en el ambiente, vienen los bárbaros, unos les quieren abrir las puertas porque están hartos de lo de ahora y piensan que cualquier futuro será mejor que lo que ahora tenemos, otros sienten apego a lo conocido, pues piensan que más vale malo conocido que bueno por conocer, otros incluso sienten una extraña comezón en su garganta, como un picor pre-guillotina, ¡aprensivos!, otros finalmente, más escépticos, son de la opinión de que todo tiene que cambiar para que al final nada cambie. 


Yo confieso a ustedes mi completo estupor y desazón; como es habitual en mí me temo lo peor. Quizás soy demasiado viejo para que me ilusionen esos jóvenes airados, me disgusta su prepotencia, pero sobre todo desconfío del puritanismo que exhiben como acusadores de la “casta”, los puritanos en política dan mucho miedo, por lo menos a mí, que siempre me considero minoría sambenitable (permítaseme el neologismo). 


Al mismo tiempo me acuerdo de una vieja historia que podría estar a punto de repetirse: en  octubre de 1982 el PSOE, hasta entonces constituido por un grupo de amigos, (digan lo que quieran decir ahora todos esos que siempre fueron antifranquistas) gana las elecciones generales por goleada. Necesita cuadros con urgencia y no tiene tiempo ni ganas de ponerse a examinar el pedigrí de los que acuden en aluvión a caballo ganador... Y se le cuelan todos los paniaguados y pillacachos que ese partido ha tenido como una prodigiosa chepa desde entonces hasta hoy en día, los “michelines” que decía Arzalluz. Ahora un partido recién nacido parece a punto de llevárselo por goleada ¿Van a poder examinar a todos los que correrán a apuntarse en sus filas en cuanto ganen? ¿Cuál va a ser el temario de esas oposiciones?


Al mismo tiempo, si miro hacia los partidos del turno, mi desolación es tan grande que no sé, quizás los bárbaros sean al fin y al cabo una solución, porque la sensación de corrupción generalizada y consentida, de falta de ideas, de resignación ante la injusticia, de dejación de funciones como mandatarios públicos que no se atreven a proponer unas reglas de juego justas, que es la función del poder político, limitándose a ejercer como hombres de paja de los poderes económicos, es tan abrumadora que quizás pienso que el sistema que hemos construido, el tan alabado sistema de la Transición, en el fondo no ha sido desde el principio más que una tapadera para que sigan mandando los de siempre sin ser inquietados, que todo lo que se nos arrojó como distracción no fueron sino las migajas que caían de la mesa, panem et circenses, y que ahora que la crisis aprieta nos han cortado el grifo y hemos visto la cruda realidad, de lo que somos, o más bien de lo que NO somos, ni clase media ni hostias, unos pringaos es lo que somos.


¿Qué quién quiero que gane? Miedo de los del turno, miedo de los jóvenes airados, miedo de que todo siga igual y miedo de que cambie. Que gane el mejor, o sea, el más fuerte.






Ulpiano Checa.La invasión de los bárbaros, 1887.




 
ESPERANDO A LOS BÁRBAROS


-¿Qué esperamos congregados en el foro?
Es a los bárbaros que hoy llegan.

-¿Por qué esta inacción en el Senado?
¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.

-¿Por qué nuestro emperador madrugó tanto
y en su trono, a la puerta mayor de la ciudad,
está sentado, solemne y ciñendo su corona?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
Y el emperador espera para dar
a su jefe la acogida. Incluso preparó,
para entregárselo, un pergamino. En él
muchos títulos y dignidades hay escritos.

-¿Por qué nuestros dos cónsules y pretores salieron
hoy con rojas togas bordadas;
por qué llevan brazaletes con tantas amatistas
y anillos engastados y esmeraldas rutilantes;
por qué empuñan hoy preciosos báculos
en plata y oro magníficamente cincelados?
Porque hoy llegarán los bárbaros;
y espectáculos así deslumbran a los bárbaros.

-¿Por qué no acuden, como siempre, los ilustres oradores
a echar sus discursos y decir sus cosas?
Porque hoy llegarán los bárbaros y
les fastidian la elocuencia y los discursos.

-¿Por qué empieza de pronto este desconcierto
y confusión? (¡Qué graves se han vuelto los rostros!)
¿Por qué calles y plazas aprisa se vacían
y todos vuelven a casa compungidos?
Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de las fronteras
y contado que los bárbaros no existen.

¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.



Constantino P. Cavafis




El hombre sin rostro: retratos para un rey

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En 1700 comienza el reinado de Felipe V, el primer rey Borbón de España y el reinado más largo de la historia de nuestro país, 46 años interrumpidos tan sólo por el brevísimo intervalo del reinado (229 días) de su hijo Luis I. Un rey nuevo, extranjero (nunca hablará más que francés) llega a tomar posesión de sus reinos con 17 años y fue y sigue siendo uno de los reyes más controvertidos de nuestra historia. Ninguno como él ha sido objeto de juicios tan contradictorios, tanto en su época como en la nuestra. Todavía hoy, según qué visión de España se tenga, es usual alabar o denostar al primer borbón para fijar posiciones. 

Persona siempre huidiza, es juzgada por los comentarios de sus contemporáneos siempre desde lejos, bien como un ser abúlico, dominado por sus mujeres, melancólico, loco, bien como "el animoso", valiente guerrero, reformador, piadoso, culto. El rey es poco comunicativo desde los comienzos, luego su enfermedad depresiva lo recluirá aún más en sí mismo, finalmente sus temporadas, largas, de enajenamiento mental y sus horarios nocturnos le mantendrán apartado por completo de la vista pública. 

Sin embargo, en parte por haber sido el reinado más largo de nuestra historia, en parte por haber comenzado una nueva dinastía, en parte por el esfuerzo propagandístico tras la Guerra de Sucesión, el caso es que ha sido seguramente el rey más retratado de la historia de España. Felipe V no tuvo para esto la suerte de haber contado con ningún Velázquez o ningún Goya a su servicio; sus retratistas, si no mediocres, que los hay y muchos, lo mejor que se puede decir de ellos es que son medianos, buenos artesanos de lo suyo. Todos estos pintores nos han dejado una amplísima colección de rostros que, cuanto más los vemos, menos nos permiten conocer a la persona ¿Ineptitud? ¿Idealización propagandística? El rey no parece haber tenido aquellos rasgos tan característicos de los Habsburgos, sus antepasados, el caso es que Felipe V parece seguir queriendo escabullirse y desaparacer tras la máscara de todos esos reflejos.

Llega un rey nuevo y hay que pintar un montón de nuevos retratos que irán a presidir las audiencias provinciales, las capitanías, los gobiernos civiles, retratos que se mandan a embajadas o cortes extranjeras, que se encargan por miembros de la nobleza, que llegan a cada rincón del país donde haya una institución oficial. Todo ese inmenso trabajo había que hacerlo a mano: el pintor, o los pintores, de cámara tenían la misión de elaborar esos retratos, o al menos sus prototipos, que luego serían copiados por otros pintores más mediocres conforme bajaba el escalafón. Los pintores de cámara también debían supevisar estas copias para verificar unos mínimos de calidad y controlar que mantuviesen unos estándares de decoro y que sirviesen a los propósitos propagandísticos del nuevo régimen. Muchísimo trabajo, y más si, como sucedía con Felipe V, el rey, o no estaba casi nunca a mano porque estaba en la guerra, o no podía posar porque estaba apartado del público por su enfemedad. Los pintores no tenían un modelo que posara como tuvo Velázquez, tenían literalmente que inventarse el retrato del rey, para eso eran unos artistas profesionales, para crear.

Vamos por orden, Felipe de Borbón, Duque de Anjou, segundo hijo del Delfín de Francia, se había criado en Versalles y formado allí sus gustos estéticos. En 1700, nada más ser nombrado rey en el testamento de Carlos II, su abuelo Luis XIV encarga a Hyacinthe Rigaud un retrato del que se harán numerosas réplicas, una de las cuales, la del Prado, será durante mucho tiempo el único retrato de sí mismo que le guste a Felipe. En Versalles igualmente debió pintarse el pastel de Joseph Vivien, un pintor a la moda de la Carriera. El rey seguirá pidiendo a su abuelo desde Madrid que le mande pintores franceses, pues no le gusta el estilo de los españoles, así llega Jean Ranc, discípulo de Rigaud, quien patentará el tipo de retrato oficial que va a ser la nueva imagen de la monarquía. A éste  lo sustituye Michel-Ange Houasse, contemporáneo del rey y maestro suyo de dibujo, que a Felipe le gustaba mucho. Finalmente en los últimos años del reinado, cuando ya el rey estaba tan estropeado por su enfermedad que no podía posar, y ni pensar en pintarlo tal y como estaba, llegó Louis-Michel van Loo a hacer unos bombásticos retratos que intentan apuntalar la imagen pública de la monarquía con mucha pompa y circunstancia.

Como he dicho anteriormente, al rey no le gustaban los pintores españoles. Cuando llegó a Madrid el pintor de cámara, o uno de ellos, era Antonio Palomino, quien debió durar poco en el cargo, pues no hay muchos retratos suyos del monarca. Sin embargo el pintor que sí hará una enorme cantidad de retratos reales será Miguel Jacinto Meléndez, pintor asturiano heredero de la tradición que había tenido sus últimos destellos en Carreño de Miranda y Claudio Coello y que se remontaba al propio Velázquez, e influenciado también por Van Dyck y por los italianos, a él debemos una buena cantidad de imágenes muy hemosas y afortunadamente alejadas del retrato de pompa y circunstancia que imperaba en el momento, sin por ello desmerecer la dignidad del retrato regio. De la escuela italiana cabe resaltar a Francesco Solimena, un superviviente napolitano del reinado anterior.

Otro aspecto muy interesante de las imágenes que ha generado Felipe V es el hecho de que, como también he dicho, su reinado controvertido ha sido plasmado en imágenes que, bien son de propaganda, como la que le muestra convertido en un nuevo Santiago-y-cierra-España, bien le tiene, como en el retrato de Xàtiva, castigado, colgado boca abajo, por haber incendiado la ciudad en el trascurso de la guerra y le sigue mostrando aún hoy como la bicha de los independentistas catalanes por haber sido el autor de los Decretos de Nueva Planta. 

Finalmente hay en las colecciones reales un retrato que pintó su esposa Isabel de Farnesio, que quizás, por no tener ella demasiada formación artística y por sus implicaciones afectivas, podría ser la imagen más próxima que tengamos de cómo era la persona llamada Felipe de Borbón.




ESCUELA FRANCESA

 Joseph Vivien, Felipe V, 1700. Pastel sobre papel



 Hyacinthe Rigaud, Felipe V,1701. Chateau de Versailles.



 Hyacinthe Rigaud, Felipe V, 1701. Museo Nacional del Prado



 Jean Ranc, Felipe V, 1723. Museo Nacional del Prado



 Jean Ranc, Felipe V a caballo, 1723. Museo Nacional del Prado



 Jean Ranc, La familia de Felipe V, 1722-23. Museo Nacional del Prado



 Michel-Ange Houasse, Felipe V



 Louis-Michel van Loo, Felipe V, 1737-42



 Louis-Michel van Loo, Felipe V a caballo, 1737. Patrimonio Nacional. Palacio de Oriente, Madrid



Louis-Michel van Loo. La familia de Felipe V, 1743. Museo Nacional del Prado




ESCUELA ESPAÑOLA

 Antonio Palomino, Felipe V, 1710-20. Universidad de Salamanca



 Miguel Jacinto Meléndez, Felipe V, 1701-03. Pastel sobre papel. Meadows Museum, Dallas.



 Miguel Jacinto Meléndez, Felipe V, 1727. Biblioteca Nacional, Madrid



 Miguel Jacinto Meléndez, Felipe V cazador, 1712. Museo Cerralbo, Madrid.



 Miguel Jacinto Meléndez, Felipe V, 1716-17. Palacio de Viana, Códoba.



 Miguel Jacinto Meléndez, Felipe "El animoso".



 Miguel Jacinto Meléndez, retrato de los reyes Felipe de Borbón y María Luisa de Saboya



 Autor desconocido, retrato de los reyes Felipe de Borbón e Isabel de Farnesio



 Juan Ruiz Melgarejo, Felipe V. Museo de Bellas Artes de Murcia



Anónimo Madrileño, Felipe V. Cartuja de Miraflores, Burgos.




ESCUELA ITALIANA

 Francesco Solimena, Felipe V.



 Nicola Vaccari, Felipe V. Piacenza, Galleria Alberoni



 
Giovanni maria delle Piane, Felipe V.





PROPAGANDA Y ANTIPROPAGANDA

 Anónimo, Felipe V como el Apóstol Santiago. La Paz, Bolivia.



 Felipe de Silva, Felipe V, Maria Luisa de Saboya y Luis I combatiendo la herejía, 1707-12. Palacio Real de Aranjuez.



 
Anónimo, Felipe V. Museu de l'Almodí, Xàtiva.





EL HOMBRE EN LA INTIMIDAD

Isabel de Farnesio, retrato de su esposo Felipe de Borbón, 1721, pastel sobre papel. Palacio de La Granja de San Ildefonso, Segovia.





¿Qué pinta aquí una mujer? Marlene Dumas

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La primera obra que ví de Marlene Dumas (Ciudad del Cabo 1953) es la primera que he seleccionado aquí, un extraño retrato de grupo de unos alumnos con su maestra. Yo mismo tengo una foto idéntica de mis años escolares, los de mi clase colocados en filas escalonadas ocupando todo el espacio, el cura en el centro. Toda la violencia del autoritarismo, la fabricación en serie de mansedumbre, la mentira pedagógica está plasmada en esta imagen que aquí la artista ha trabajado, como suele hacer, a partir de una fotografía, añadiéndole, además de los valores plásticos propios de la pintura (color, textura, dibujo, composición, etc) sobre todo el comentario, la nota a pie de página, explicitando mediante su arte lo que en la fotografía se hallaba implícito, la emoción.

Igual nos sucede con otras de sus obras, son imágenes que nos resultan familiares, que re-conocemos, en la segunda vemos unos hombres contra un muro ¿el Muro de las Lamentaciones? ¿o un grupo de hombres a punto de ser fusilados contra un muro cualquiera? ¿y por qué no las dos cosas a la vez?, la imagen en su ambigüedad permite esas cosas. En la tercera obra, titulada "The visitor" vemos a un grupo de prostitutas en un club exhibiéndose ante un cliente que permanece invisible desde nuestro punto de vista. La siguiente nos muestra un grupo de niños expuestos como en una revisión impúdica, desnudos, con los genitales a la vista, agrupados, en pose vulnerable, con una patética inocencia que querríamos proteger. 

Todas sus imágenes proceden de otras imágenes, lo que no quiere decir que no hayan sido elaboradas o reelaboradas, quiere más bien aludir al hecho de que la imagen, las imágenes, hoy son un patrimonio universal, son algo que nos alcanza en todos lados, que nos persigue, que se ha democratizado, que se ha liberado de sus sujetos, que se ha banalizado, una plaga de imágenes que no paran de proliferar. Con ese material en bruto, el trabajo de esta artista consiste en crear significados, dar profundidad, crear texto donde sólo hay fragmentos sin sentido. 

Marlene Dumas mira esas fotos, mira esas imágenes procedentes del porno, mira esas caras, los famosos, Warhol, Passolini, Obama Bin Laden, y los anónimos, ¿son retratos? en todo caso no pretenden reivindicar un género tan reaccionario como el retrato burgués, el retrato para colocar sobre la chimenea, más bien parecen esas colecciones anónimas de rostros que hemos visto en este siglo XX, las fotos de los judíos muertos en el Holocausto, las de las víctimas del terrorismo, esos homenajes masivos, o por qué no, a los rostros de El Fayum. Son rostros únicos y a la vez en su unicidad son don-nadies, sólo caras, fantasmas que nos miran como preguntando, como los rostros que Dante entreve en su recorrido por el Infierno, mezclados en su anonimato. 

Me gusta Marlene Dumas también porque es mujer y pinta como una mujer, desde ser mujer, femenina y feminista ¿podría ser de otro modo? Como ella misma dice, con mucha auto-ironía, mucho sentido del humor y afortunadamnte muy poca corrección política, en un texto suyo, Mujer y pintura, de 1993: 
"Pinto porque soy una mujer religiosa. 
(Creo en la Eternidad) 
La pintura no congela el tiempo. Recicla y hace circular el tiempo como una rueda que gira. Los que fueron los primeros, bien pueden ser los últimos. 
La pintura es un arte muy lento, no viaja a la velocidad de la luz. Por eso es por lo que los pintores muertos brillan tanto. 
Está bien ser el segundo sexo, 
está bien ser el segundo mejor, 
la pintura no es una actividad progresiva. 
[...] 
Pinto porque soy una mujer sucia, 
(pintar es un sucio negocio) 
No puede ser un medio puro, conceptual. Cuanto más "conceptual" o limpio es el arte, más se puede separar la cabeza del cuerpo, y más el trabajo puede ser hecho por otros. La pintura es el único trabajo manual que hago. 
Pinto porque me gusta que se compre y se venda. 
La pintura trata de los restos del tacto humano, trata de la piel de una superficie. Una pintura no es una tarjeta postal. El contenido de una pintura no puede separarse de la percepción de su superficie".

Sobre todo me gusta, y es lo que reivindica aún en nuestro tiempo el inmortal valor de la pintura, que sus imágenes sigan resistiéndose al comentario, a la glosa, porque son imágenes, nada más y nada menos, y por tanto ambiguas, simbólicas, plurivalentes, misteriosas, poderosas, hipnóticas. El primer hombre que pintó unos animales en la pared de una caverna ya sabía esta simple verdad: Si pudiésemos explicarlas destruiríamos su magia.










































































































































En la Tate Modern de Londres se está celebrando, desde el 5 de febrero hasta el 10 de mayo, una gran exposición restrospectiva de la obra de Marlene Dumas bajo el título "The image as Burden" (La imagen como carga), les dejo aquí el enlace de la cita:
http://www.tate.org.uk/whats-on/tate-modern/exhibition/marlene-dumas-image-burden

Imágenes de la Pasión: ECCE HOMO

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"Entonces los soldados del gobernador, tomando a Jesús y conduciéndole al pretorio, reunieron en torno de él toda la cohorte. Y habiéndole quitado sus vestidos, le envolvieron en una clámide de grana, y trenzando una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza y una caña en su mano derecha; y doblando la rodilla delante de él, le mofaban diciendo: Salud, Rey de los judíos. Y escupiendo sobre él, tomaron la caña y le daban golpes en la cabeza."
Evangelio según San Mateo, 27, 27-30.



Trophime Bigot (Arlés 1579 - Avignon 1650) Ecce Homo



Imágenes de la Pasión: LA ÚLTIMA CENA

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"En diciendo esto , Jesús se conturbó en su espíritu y declaró y dijo: En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará. Se miraban unos a otros los discípulos, perplejos por no saber de quién lo decía. Estaba recostado en el seno de Jesús uno de sus discípulos a quien Jesús amaba. Hácele pues señas Simón Pedro: Pregúntale quién es aquél de quien habla. El, dejándose caer confiadamente  sobre el pecho de Jesús, le dice: Señor ¿quién es? Responde pues Jesús: Aquél a quien daré el bocado que voy a mojar. Mojando pues el bocado, lo toma y lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y tras el bocado, en el mismo instante entró en él Satanás. Dícele pues Jesús: Lo que vas a hacer, date prisa en hacerlo."
Evangelio según San Juan, 13, 21-27.




Domenico Ghirlandaio (Florencia 1449 - ibid. 1494) La última cena, 1480. Cenacolo di Ognissanti, Florencia.




Imágenes de la Pasión: EL BESO DE JUDAS

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"Estando él hablando todavía, he aquí una turba, y el que se llamaba Judas, uno de los Doce, iba delante de ellos. Y se llegó a Jesús para besarle. Mas Jesús le dijo: ¡Judas! ¿Con un beso entregas al Hijo del hombre? Y viendo los que estaban con él lo que iba a pasar, dijeron: Señor ¿herimos con la espada? E hirió uno de ellos al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Respondiendo Jesús, dijo: Dejadles, no haya más. Y tocando la oreja, le sanó. Y dijo Jesús a los que habían venido contra él, sumos sacerdotes y jefes de la policía del templo y ancianos: ¡Como contra un salteador salisteis con espadas y bastones! Estando yo cada día entre vosotros en el templo, no extendisteis las manos contra mí. Pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas"
Evangelio según San Lucas, 22, 47-55.




Michelangelo Merisi da Caravaggio (Milán 1571 - Porto Ercole 1610) El prendimiento de Cristo, 1602. National Gallery of Ireland, Dublin.



Imágenes de la Pasión: LA CRUCIFIXIÓN

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"Y cuando hubieron llegado al lugar llamado "Cráneo" allí crucificaron a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y al repartir sus vestidos, echaron suertes. Y estaba allí el pueblo mirando; y hacían befa de él también los jefes, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido. Burlábanse de él también los soldados, acercándose, ofreciéndole vinagre y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había también por encima de él una inscripción escrita en letras griegas, latinas y hebreas: ÉSTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS"
Evangelio según San Lucas, 23, 33-38





Thomas Eakins (Philadelphia 1844 - ibid. 1916) The Crucifixion, 1880. Philadelphia Museum of Art




"Uno de los malhechores que estaban colgados le insultaba, diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros. Mas el otro, respondiendo, le reconvenía, diciendo: ¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros, a la verdad, lo estamos justamente, pues recibimos el correspondiente pago de lo que hicimos; mas éste nada inconveniente ha hecho. Y decía a Jesús: Acuérdate de mí cuando vinieres en la gloria de tu realeza. Díjole Jesús: en verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso."
Evangelio según San Lucas, 23, 39-43.




Francisco de Zurbarán (Fuente de Cantos 1598 - Madrid 1664) Cristo en la Cruz, 1627. Art Institute of Chicago (Pintado originariamente para el monasterio de San Pablo el Real de Sevilla)


 
"Y era ya como la hora sexta, y se produjeron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora nona, habiendo faltado el sol; y se rasgó por medio el velo del templo. Y clamando con voz poderosa, Jesús dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y, dicho esto, expiró. Viendo el centurión lo acaecido, glorificó a Dios, diciendo: Realmente este hombre era justo. Y todas las turbas allí reunidas para este espectáculo, considerando las cosas que habían acaecido, se volvían golpeando los pechos."
Evangelio según San Lucas, 23, 44-49




Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (Sevilla 1599 - Madrid 1660) Cristo en la Cruz, ca. 1632. Museo Nacional del Prado, Madrid. (Pintado originariamente para el convento de San Plácido de Madrid).





Imágenes de la Pasión: EL ENTIERRO

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"Llegado el atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, por nombre José, que también él había sido discípulo de Jesús; éste, presentándose a Pilato, demandó el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato dio orden de que se le entregase. Y tomando el cuerpo José lo envolvió en una sábana limpia, y lo depositó en su propio sepulcro, nuevo, que había excavado en la peña, y habiendo hecho rodar una gran losa hasta la entrada del monumento, se retiró. Estaban allí María la Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro."
Evangelio según San Mateo, 27, 57-61.




Rembrandt Harmenszoon van Rijn (Leiden 1606 - Amsterdam 1669) El entierro, ca. 1639. The Hunterian Museum and Art Gallery, University of Glasgow.




RESURRECCIÓN

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"Revivirán tus muertos, 
mis cadáveres se levantarán; 
despertad y cantad los que yacéis en el polvo, 
porque rocío de luces es tu rocío, 
y la tierra parirá sombras."
                                                   Isaías, 26, 19.
 



Robert Schoeller (Austria 1950) Resurrection. Óleo sobre tela.




"Porque os transmití en primer lugar lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, y que fue sepultado y que ha resucitado al tercer día, según las Escrituras."
San Pablo, Corintios I, 15, 3-4.



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